Su momento

Paula entró a la habitación, estaba sola. Y su cuerpo ocultaba el llanto de los nervios tras un día horrible.

Dejó abierta la persiana, cerró los visillos y dejó caer sus zapatos en el aire desde la cama. Miraba al techo preguntándose cuántas horas había tardado en llegar a casa, era horrible, todo el día trabajando. Pero ahí estaba ella, en el mejor momento del día, disfrutando como suele hacerlo en cada segundo de su vida.

Tumbada en la cama se agarró la camisa y se la quitó. Hizo lo propio con los pantalones y lo dejó caer todo al suelo. Qué suave y fresca está la colcha después de haber estado extendida todo el día, pensó. Sentía el roce en su piel y dio un par de vueltas para sentir ese frescor por todo su cuerpo. Su cuerpo se hundía en el colchón a la par que su pelo perdía la forma y caía alrededor de su cabeza.

Respiró. Y quedó mirando la lámpara como hipnotizada, con la mente en blanco.

Era un buen momento para una ducha. Se puso en pie y sintió con sus pies desnudos el parquet del suelo. Fue andando hacia el baño mientras se quitó la ropa interior. Allí encendió el grifo y dejó correr el agua hasta obtener vaho.

Mientras se miraba al espejo de cerca. No simpatizaba en exceso con su cuerpo pero sus ojos nunca cambiaban. Marrones, intensos, profundos. Se palpó la cara, se acarició el cuello y se agarró la cintura suspirando en el aire mientras miraba el chorro de agua correr. Parecía que ya estaba caliente.

Cerró la puerta y apagó la luz del baño. Subió ligeramente la persiana de la ventana y dejó entrar unas gotas de sol que tiñieron el ambiente de una luz fría y nostálgica.

Templó el agua y su pie sintió el calor de la bañera. Su cuerpo se relajó rápidamente. Entró por completo y cerró el cristal. Abrió la ducha y una lluvia de gotas cayó sobre su cara. Se arrugó pues el primer golpe fue de agua un poco más fría pero enseguida se templó de nuevo.

Su pelo cayó hacia atrás y se lavó la cara. Se abrazó y dejó que el agua cayera sobre su cabeza. Todo su día pasó frente a ella en ese instante, pero pronto su mente quedó en blanco. Sólo sentía el agua deslizar por su espalda hasta caer al suelo, el chorro rebotar en sus hombros contra el cristal y éste cada vez más empañado por el vaho.

Se quedó quieta sintiendo el momento.

Su cabeza empezó a tejer lo que era no más que una fantasía. Quién pudiera saber aquello que pensaba. Pero sus manos recorrían su cintura, sus hombros y su cuello.

De lejos, su silueta perfilaba en la poca luz del sol que entraba el cuerpo de una mujer desconectada del mundo, inmersa en su imaginación, disfrutando del poco tiempo que quedaba del día.

Abrió los ojos, se agachó y tapó el agujero. Sus facciones relajadas disfrutaban del agua caer sobre ella. Se agachó con cuidado y se tumbó. Sentí el chorro golpear sus muslos y el frescor de la bañera en su espalda.

Con el dedo del pie apagó la ducha y encendió el grifo. La bañera empezó a llenarse.

Cerró los ojos y respiró.

Sus pulmones se hincharon mientras el agua empezaba a subir alrededor suyo. Su momento impregnaba el ambiente de un calor casi asfixiante que parecía resultarle tremendamente erótico.

Entonces sus dedos pasaron por su boca y ésta los mordió delicadamente. El agua superó las rodillas y su cuerpo se arqueó entre el vapor de agua del aire. Podía sentir cada milímetro de ascenso del agua con tan sólo centrarse en el tacto de sus muslos. Su pie quedó bajo el chorro de agua y su pelo mojado caía sobre el borde de la bañera.

Sus manos recorrieron su cuerpo y sus ojos se entornaron. Parecía que el agua ya llegaba por su cintura.

Paula deslizó sus manos por los laterales de su cara hasta cogerse el pelo, se estiró y su cuerpo perfiló una curva femenina en el aire. Cogió aire y cayó de nuevo contra la bañera.

Pronto llegó el agua a la altura perfecta. Entonces su pie cerró el grifo y con su mano bajó la persiana por completo.

Cerró los ojos... y la luz desapareció.