lunes, 17 de diciembre de 2012

Yo

Por aquellos momentos sólo pensaba en sentarme, o en leer un libro, o en agarrar uno de los muchos lápices que tenía en mi estuche para abrir aquel bloc y, dejando guiarme por mis sentimientos, dibujar aquello que me viniese en gana, o también en experimentar conmigo mismo en lo que eran los albores de mi sexualidad. El caso es que por entonces, el tiempo era tiempo, era aprovechable, podía exprimirlo como quisiese y de la forma que quisiese, porque toda mi vida se focalizaba en aquello que hacía, como cuando un bebé se centra en tus ojos para soltar una risa, o una mujer se centra en su corazón para hablar consigo misma. Así era yo, día tras día, fuese tarde, noche o mañana, estuviera solo o acompañado. Yo era, y no me importaba lo que tuviese o dejase de tener, porque bastaba un pequeño atisbo de entretenimiento para agarrarme a una idea, a una ensoñación y partir en vuelo a cualquier cosa que me permitiese evadirme de mi realidad diaria. En clase me ocurría bastante a menudo, en casa era el pan mío de cada día y a menudo recibía reprimendas por ello recuerdo, hijo tienes que estudiar más, debes centrarte en aquello que haces si no no saldrás adelante, pero lo cierto es que no había mejor entrenamiento para ser yo mismo el día de mañana que aquella forma de ser pues me llevaba a donde quisiera ir, sin prejuicios, sin preguntarme como hacen muchos de mayores aquello de si está bien o está mal, qué coño me importaba, quería hacerlo y lo hacía, y ya podía venirme el más santísimo cardenal a decirme que tenía que centrarme en otras cosas, si yo estaba enamorado de algo en algún momento, lo estaría de ello para el resto de mi vida, y no hay mayor lección para un adulto que haber vivido el ser uno mismo con satisfacción. Puede resultar un tanto vanidoso, pero el haber experimentado tanto durante tanto tiempo y el haberme dedicado a pruebas personales bastante duras me ha hecho ponerme a prueba como persona y a conocerme mejor y esto me ha enseñado que sí que hay personas intelectualmente más desarrolladas que otras, sí que me lleva a pensar que hay otros que no alcanzar a entender y quizás no debiesen entender nunca muchas de las cosas que yo entiendo con claridad. Realmente las experiencias y el cómo uno se enfrenta a ellas, el autoconocimiento resultante de todo cuanto hacemos nos aporta una visión más profunda de nuestra existencia, de nosotros mismos y de aquello que es importante y de aquello que no lo es. Y no hay mayor verdad que saber que cuando uno es aquel pequeño varón de unos cuantos años que juega con sus pequeños lápices a crear, cuando uno se concentra única y exclusivamente en lo que pretende conseguir y es feliz al cien por cien debido a nada, uno es uno mismo porque es auténtico, al igual que lo es cuando le quitan todo y nadie te pide nada, y entonces te sientes abandonado a la deriva en un mundo solitario, hastío y en el que las personas no muestran la mayor simpatía o interés por tí, ahí es cuando uno, entonces y sólo entonces, es un mero conductor de su vida, y puede decidir si dejar de respirar y hundirse o mantenerse a flote, ¿para qué?, pues no lo sé, quizás por pasión, por ilusión, por esperanza, o quizás simple y llanamente porque lo necesita, ahí están y se dibujan los luchadores, los ganadores, los que cuando todos deciden hundirse él decide nadar o flotar arrastrado por una corriente que no se sabe a dónde lleva. Yo lo hice y lo he hecho siempre al forzarme a estar solo conmigo mismo, al dejarme varado a drede en cualquier terreno arduo, casi como un ejercicio de masoquismo, aunque yo más bien lo identifico con una gran capacidad, la de autocrítica. Qué es uno mismo, por qué lo es, qué desea y a dónde va son cuestiones tan importantes y tan duras que nadie puede responder si no ha sido obligado al destierro, a la ausencia de amor, a la sensación humana de no tener nada. Quien ha sido despojado de todo y decide, por propia voluntad dar, y salir adelante espiritualmente elige vivir, y ese vivir aporta un espíritu viajero sin igual, un manjar de satisfacciones que nos llevan a seguir pintando en nuestro block con lápices de colores aunque sepamos que después de la última hoja no queda nada, aún sabiendo que todos nos piden que estudiemos, que hagamos otras tareas de mayor relevancia. El pintar hasta que la mano canse, el leer hasta cuando estás en la cama y deberías dormir, el repetir una melodía hasta el cansancio por el único mero interés de tocarla mejor, el necesitar construir con piezas de colores la más bella torre donde encerrar a un muñeco, es una decisión de ser, de perdurar y de querer disfrutar de una vida que ni entendemos ni podremos llegar a entender. Hoy, yo sigo siendo el mismo niño que entonces, y no dejo de serlo por mucho que me aturdan con multitud de dogmas inservibles. Allá cada cual con sus normas, con sus ideas, con sus actos, que ellos hagan y que carguen con su pesar o su gloria, que yo cargaré con las mías, esté solo o acompañado, sea de día o de noche, esté feliz o profundamente amargado, pero siendo siempre, y por encima de todo, yo.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Vidas nuevas

Me resulta complicado el adaptarme a un cambio de ritmo en el cual las parejas, tras unos años en busca de una cierta estabilidad, intentan obtenerla teniendo hijos. Esto llega en un momento en el cual muchas de las personas que me rodean se encuentran bastante defraudadas con el comportamiento humano en general. Cansadas de una sociedad que no les escucha, de personas a su alrededor poco tolerantes, de amigos poco comprensivos y de numerosas experiencias que no han traído nada favorable. Así, cuando se torna cada vez más difícil el encontrar relaciones estables (y entiéndase por estable aquella relación que no es frágil como un cristal), comienza a aparecer la posibilidad de, ante la incapacidad de viajar acompañado, iniciar una andadura en busca de la felicidad por nuestra cuenta. Amarrados a nuestras parejas nos decidimos a enfrascarnos en la aventura de ser padres y es entonces cuando muchas mujeres desean un hijo varón, otras una niña. El caso es que, de una manera u otra, en cierto modo, buscamos enamorarnos de nuevo pero esta vez de una forma indestructible. Buscamos ese amor incondicional que traerá frescor y buen sabor a nuestra vida. Un amor que nos hará autoafirmar que todo nuestro existir se reduce a él por y para todo. Quizás esta búsqueda inconscientemente egoísta de un ser humano no nos proporcione más que desorientación. Sin embargo, es el pan nuestro de cada día en nuestra sociedad. Poco cuesta el descubrir un padre o una madre enfrascado veinticuatro por siete en el desarrollo vital de su hijo, como si el suyo mismo hubiese acabado en cierto modo o se hubiese paralizado. Efectivamente un hijo requiere de todas nuestras fuerzas. Su excesiva dependencia en cierto modo nos consume, y hace que nuestro proyecto vital en cierto modo se resuma al final del día a crear el suyo. ¿Pero qué estamos haciendo? A mi opinión el cerrar en cierto modo nuestro libro del vivir para empezar de cero escribiendo el de otro ser humano es un error. Ignorar nuestra propia evolución es horroso. Y enamorarse ciegamente de nuestro hijo es perjudicial para nuestra salud mental. No es poco conocido el que muchas mujeres han llegado a sentirse en crisis al alcanzar cierta edad y descubrir que sus hijos les dan las espalda o se han ido. Entonces quedan las cenizas fruto de nuestra combustión durante toda nuestra vida por darles lo mejor. La dependencia no trae nada bueno y me hace llegar a pensar que lo normal y cotidiano en esta sociedad que perjudica el desarrollo del hombre es que las familias acaben formando ghettos dentro de esas cuatro paredes hipotecadas que denominamos casa. El hogar se convierte pues en una especia de cárcel vital que nos hace abandonarnos a nosotros mismos. Trabajamos por y para comprar una casa y criar a nuestros hijos y, al pasar los años, nuestros hijos se han ido y nuestra casa puede o no esté terminada de pagar. ¿Para qué nuestro esfuerzo? ¿Cuál es el sentido de tal abstracción humana? ¿Cómo recuperar la credibilidad, la fe y el amor por las personas que nos rodean? ¿Cómo seguir apostando por el cariño, la amistad y el establecimiento de lazos humanos sinceros? Por desgracia la mayoría de las personas piensan que a medida que nos hacemos mayores cada vez es más complicado el encontrar personas que no nos fallen, que persistan a nuestro lado preocupándose de nosotros. Lamentablemente es así. Y el problema radica en el esperar y en no tener una actitud proactiva realizada con gratitud y sin esperanza de obtener nada. El encontrar sentido al dar y no al recibir resulta una de las actitudes más enriquecedoras en esta vida y es común el encontrar cómo otros intentan hacernos ver que no tiene sentido el no esperar nada ya que el cansancio acaba poniendo de su parte para acabar con nosotros. No puedo pensar en mi vida como una multidependencia personal, ni como un ghetto familiar, ni como un hastío interno permanente, ni como una supervivencia por mi libertad emocional. Prefiero pensar en mi vida como un disfrute y anclarme a la necesidad de cambio. El vivir forzosamente nos lleva a liberar en ciertos momentos a ese lobo estepario del que hablaba Herman Hess, aquel que necesita salir imperiosamente a correr por la pradera sin rumbo fijo, con violencia y pasión, sin importarle el por qué ni el cómo ni el dónde. Replantearse contínuamente nuestra vida es saludable y trae progreso personal. Nos llevo hacia la paz de la quietud y hacia la armonía de la gratitud. Ser conscientes que no todo acaba cuando otro empieza y que es bello el establecer vínculos (y que nunca es tarde!) es una experiencia enriquecedora. Por ello, me gustaría siempre alimentar y mantener intacto el niño que fui y que buscaba con la hermosura de la ignorancia lo desconocido, tanto en la naturaleza como en la sociedad como en las personas, sin pensar en el daño que pueda traer nuestros actos, sin pensar en las penas que podrá ocasionar la experimentación. Me gustaría que tal niño desarrollara la constancia que todo lo consigue, la apasionada búsqueda de las relaciones fructíferas, la paciencia del que aguarda mirando a un árbol buscando respuestas o la sabiduría de quien parte dejando todo lo conseguido atrás con la conciencia tranquila. Abrazos a todos.

lunes, 27 de agosto de 2012

Hola

Muchos me dicen que por qué no vuelvo, que les gustaba leerme. Últimamente me acostumbré a que únicamente me escucharan tocar el piano, suponía que el escribir acababa siendo más un ejercicio de autocomplaciencia que algo de cara al resto. Pero he de decir que últimamente leo más que nunca, y estoy hecho un hombre nuevo, o al menos mejorado. Espero que sigáis bien, quien quiera que esté ahí. No os toméis con sinsabor mis ir y venires, al final soy un culo inquieto, y necesito moverme. Os mando un abrazo, pues volveré!
 

Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

http://www.squidoo.com/daniel-colleman-fotografos-de-bodas

Fotografo de bodas