lunes, 21 de junio de 2010

Silueta




Cuando mis labios tocan suavemente tu cuello
y sientes mi boca cercana a la tuya,
apenas articulas palabras, tus ojos se cierran,
y sientes cómo la textura labial
se funde en cada uno de tus rincones.
Tu piel se hunde, cercana a tu hueso,
bajando a tu hombro, sintiendo las manos
unirse a tu físico.
Cuando ambas, y mi boca, unidas te dibujan,
el pecho resulta tenso y pesado, su piel elástica
y bella, tu espalda un vacío eterno en su centro.
Y en el hombro mis labios encuentran tu brazo,
que recorren lentos erizando tu vello,
sintiendo de cerca cómo aprieto, con sumo cuidado,
tu lento madurar.
Y entregado a tu codo mis dedos ya descubren tu vientre,
escuchando mis oídos susurros y tormentas de otoño,
hundiendo mis yemas en tu hoquedad central,
perfilando una silueta que se precipita hacia tu abismo.
Así pasamos a la belleza del empiece de tus muslos,
a tu feminidad, a tí. Y allí descubro mi ser más intenso,
una sensación compartida, tu vergüenza, tu intimidad,
tu sensibilidad.
Y bajando descubro qué maravillosas y esponjosas son tus piernas,
con mi boca saboreando su textura y mis manos abrazando su contorno,
desde su inicio, cayendo lentas y arrastrando mis dedos,
por su interior, cual efímera melancolía.
Es tan mágico hacerte vibrar...
que mi anhelo de ti parece morir según agoto tu anatomía,
según ansío volverte a besar,
conforme llego a tus rodillas, y bajo hasta tus pies,
derritiendo mi boca en su punta,
y sintiendo tus ojos
pendientes
de mí.

domingo, 20 de junio de 2010

Llévame




Cuando despacio bajas la cabeza y, en el aire,
contoneas tus labios como pidiéndome algo,
sin palpitar, con tus ojos clavados en los míos,
aferrándote a lo poco que aún me queda de vida...
siento amarte.
Te amo entonces desde mi yo más profundo,
te amo desde mis entrañas,
como vendaval de arena,
arrastrando lo que parecía traer conmigo,
te amo con locura, sin igual,
con un arrebatadora pasión que me agota, y me llena de vida,
y me satisface, me abruma, me hace delirar, y me lleva hacia tí...

lunes, 14 de junio de 2010

Vivir o morir




Hace tiempo hablaba con un compañero mío de trabajo y me decía que primero nacemos, luego vamos a la escuela y somos jóvenes, luego estudiamos en la universidad, luego toca entrar en un trabajo, luego encontrar pareja, luego casarse, posteriormente tener hijos y luego nos toca morirnos. Aseguraba que según iban pasando esas etapas teníamos que asumir que dejábamos de ser estudiantes para ser trabajadores, dejábamos de ser solteros para estar casados, dejábamos de ser personas sin hijos para ser padres y pasábamos finalmente a trabajar por el resto de nuestra vida en el trabajo y en nosotros mismos para finalmente morirnos. Con lo cual, me animaba a meterme prisa por encontrar mi sitio puesto que, dado que ya estaba casado, me quedaba tener hijos y finalmente hacer lo que tuviese que hacer con mi vida pues lo que me quedaba era morir.

Todo esto me desconcertó un poco e instantáneamente vinieron a mí varias historias de personas que conocía, casi todas de mi edad. Una de ellas, se encontraba frustrada por no encontrar todavía su camino mientras veía a las personas avanzar a su alrededor. Por mucho que estudiaba y se sacrificaba no alcanzaba a conseguir aquel puesto laboral con las características idóneas para ella. Simplemente, estaba cansada de escuchar una negativa tras otra, pese a ser una persona increíblemente válida. "No eres la persona adecuada para este puesto de trabajo, lo sentimos". Y con ella debía de convivir. Sin embargo, seguía luchando. ¿Su vida personal? Bueno, primero tenía que amueblar otras regiones de su interior antes de pasar a la siguiente fase. ¿Por qué siempre aplazamos lo importante por dinero y estabilidad profesional? Es horrible.

Otra, brillaba con luz propia, navegaba de lugar en lugar con una trayectoria de momento brillante. Ilusionada por su trabajo, día a día mostraba un esfuerzo increíble por desarrollarse internamente y encontrar su sitio haciendo aquello que le entusiasmaba. En paralelo, intentaba alcanzar pequeños objetivos en lo personal aunque de momento, sin muchos éxitos. No todo había sido un camino de rosas, las cosas no habían sido siempre fáciles para ella, sin embargo, mostraba un coraje y una fuerza única, eran muchos los que pensaban en ella como un referente.

Pensé también en otra persona con menos suerte. Una persona que se había quedado rezagada en el camino, buena persona eso sí, pero que aún seguía peleando mientras otros le sobrepasaban en velocidad. Su reto pasaba a convertirse en aprender de lo sucedido, aceptar el presente y seguir peleando por sobrevivir. Sin pareja, con sucesos que en el pasado pasan a día de hoy factura, sin carrera y sin demasiada ilusión, cargaba con las alforjas de la vida a las espaldas, resignado a las puertas cerradas que pasaban a su lado.

A mis ojos llegó también la historia de una persona muy especial para mí, una persona que ya desde muy joven se enroló en una carrera que tuvo que abandonar para meterse en otra que cuadraba más con sus expectativas. Sin embargo, una vez salió de ella, encontró a sus compañeros de su misma edad ya colocados en buenas empresas mientras ella misteriosamente sólo encontraba trabajos con salarios iguales a otros que no requerían cualificación. ¿Cuál era el sentido pues para ella de haber hecho una carrera? ¿Aquellos años habían sido aprovechados o desaprovechados? Inevitablemente su idea vigente es la de que aquellos años, sin duda, no sirvieron para nada. Ya a día de hoy, su frustración reside en la triste realidad de que aquello que más le motivaría hacer no da dinero y por tanto no le permitiría salir adelante y por tanto debe resignarse a seguir trabajando en un puesto laboral el cual prácticamente no tiene progresión salarial y para el que no existen muchas oportunidades.

Entonces me comencé a preguntar, ¿qué quiero de mi vida? ¿realmente lo que estoy haciendo es lo que quiero hacer con ella? Y lo más importante, en caso negativo, ¿puedo afrontar esta transición hacia lo que quiero hacer con ella?

Pienso que no todas las personas están haciendo con su vida lo que realmente les gustaría hacer con ella. Muchas personas viven gracias a una inercia económica y social que les impide realizarse como personas. No es justo.

Por ejemplo, mi mujer es claramente una artista, sin embargo le cuesta dar el paso a dedicarse a lo que realmente le apasiona pues está ligada a una serie de presiones económico-sociales, algo muy común en el resto de las personas. Hace poco, compramos un bellísimo cuadro para casa, era un cuadro inmenso, pero venía sin marco. Yo le dije, hay que enmarcar el cuadro. Y ella, que le apasiona todo lo relacionado con las manualidades me dijo, yo lo enmarcaré. A lo que yo respondí impulsivamente, no, deja, prefiero gastarme el dinero en un lugar que lo sepan hacer bien y así tener la certeza de que un cuadro tan caro no sea dañado.

Al poco tiempo descubrí que estaba equivocado, tremendamente equivocado. Llegué a casa y le dije, ánimo, enmarca el cuadro, hazlo tú. De igual manera, le animé a pintar todos aquellos cuadros que quería pintar y que durante tantísimo tiempo le pedí no lo hiciera para comprar otros de pintores profesionales, pues según mi opinión quedarían mejor en casa expuestos. Sin embargo, cuál fue mi sorpresa al ver cómo, durante el breve período que ella estaba enmarcando aquel cuadro tan caro, ella era feliz. Volvía de aquel trabajo en el que la presionaban y exprimían con ilusión a casa, con la única ilusión de continuar con el proceso de enmarcado. Compró los perfiles, las herramientas y montó en el salón un pequeño taller. No sólo hizo esto, sino que en la pared colocó dos apliques que le daban luz, perfectamente colocados a ambos lados y que iluminaban la escalera con una bellísima luz cálida. Ahora, cuando llega la gente, lo primero que ven es el cuadro y lo perfectamente bien que queda en la escalera.

Es decir, las personas necesitan hacer aquello que realmente aman y necesitan seguir haciéndolo para ser felices. Da igual el qué sea, pero cuando se ama algo, irremediablemente saldrá bien. Sólo entonces todas las demás frustraciones acaban licuándose, pues pierden importancia al lado de aquello que les da vida.

¿Era pues entonces aquel orden que me contaba aquella persona el correcto? ¿O más bien nos teníamos que plantear la vida como una continua búsqueda sin un orden establecido y más bien como un proceso orgánico?

Aquellos que viven sometidos a las normas y al sistema tienen la presión de las etapas que les marca el propio sistema, una vez se agota una, no hay vuelta atrás. Sin embargo, quien plantea su vida con libertad disfruta de sus días como una experiencia vital irrepetible, sin preocupación alguna por si se repetirá o no, simplemente no plantea su vida por etapas cerradas, sino por etapas abiertas, en las cuales la persona fluye acorde a su voz interior. Sólo entonces las etapas van solapándose de manera degradada y las frustraciones se reducen, calmando así la barrera existencial.

Cada persona pues tiene un ritmo vital y no debemos reducir nuestra visión hasta el punto que nos impone la sociedad. No por ir a distinto ritmo o estar embarcados en unas circunstancias distintas a otras personas tenemos menos posibilidades para ser felices o para optar a aquello que nos da vida. La sociedad nos constriñe económicamente y edifica barreras que nos dificulta nuestra propia expansión y realización pero somos nosotros los dueños de nuestra propia vida. Las empresas, los medios de comunicación, la publicidad, nos hacen creer que a día de hoy, tal es la competitividad que alguien que va más rápido en lo profesional que nosotros nos lleva ventaja y por tanto tiene más puertas abiertas, algo completamente falso. La sociedad quiere que consumamos, que paguemos nuestra casa y nuestras facturas. No quiere que seamos felices. Sencillamente, no le importa.

No obstante, el proceso de transición desde lo que nos imponen hacia lo que realmente queremos muchas veces no es gratuito. Y es una elección personal. Todos podemos hacerlo. Pero hemos de ser conscientes del esfuerzo que implica y de que podremos equivocarnos. Ahora bien, en qué cabeza cabe progresar sin equivocarse.

En nuestra mano está el corregir aquellos errores del pasado que nos condicionan en nuestro vivir, que nos impiden expandirnos como personas y autorealizarnos día a día. El aceptar nuestras circunstancias, identificar los puntos a cambiar y el trabajar por ser felices, sólo depende de nosotros.

Comenzar a nacer a los treinta




Os voy a contar algunos pensamientos que han estado en mi cabeza a lo largo de esta última semana y que pienso pueden ser de bastante utilidad a mucha gente. Va acerca de la vida, acerca de nosotros, acerca de cómo vivimos y cómo disfrutamos de las cosas.

Últimamente me he sentido aniquilado por la vida, por la cultura, por las costumbres y por cómo otros han decidido que yo viviese. Cuántos de nosotros, a una cierta edad, sentimos que realmente no sobresalimos en algo y que nuestra vida está regida por la mediocridad mientras otros son impulsados por un extraordinario talento vocacional que no consiguen dominar. Esto, que tan simple parece, domina los días de muchas personas. Las personas buscan continuamente su voz interior porque son incapaces de encontrar su lugar. ¿Gente que no sabe lo que quiere? ¿Gente que no es capaz de descubrir para qué ha nacido? ¿Gente que siente no sirve para nada? No, gente manipulada y encerrada en un sistema que no estimula ni potencia la valía personal del individuo.

No tenemos la culpa de sentirnos poco realizados ni de no encontrar aquello para lo cual hemos nacido. No tenemos la culpa de no ver la salida a nuestras pasiones. No somos nosotros, es la sociedad la que nos limita, la que nos condiciona y la que, al margen de nuestra opinión, tira por los suelos lo que nosotros querríamos ser por lo que ellos quieren que seamos para la sociedad.

¿Cómo puede ocurrir que una persona que tenga vocación artística vea reducidos sus sueños a un mero hobbie? ¿Cómo podemos admitir que las personas vivan con la frustración de lo que quisieran ser pero no pueden por vivir esclavizados a un sistema que les convierte en esclavos del dinero, de las deudas y de unos cánones?

No todas las personas son iguales y por tanto no todas las personas deben de seguir el mismo estándar educativo y por supuesto su evolución, camino y ritmo no deben de ser el mismo que el de otros. La cultura hoy en día es más una barrera que un impulsor. Hemos convertido el modelo educativo-cultural en un freno para la persona. Hoy la coherencia profesional es vital. Un niño que "decide" con dieciséis años lo que debe de ser en el futuro, debe de asumir tal peso con coherencia a lo largo de su vida. No es de extrañar el ver a personas con treinta y pico años sentadas en una entrevista de trabajo intentando explicar la incoherencia de su currículum. Un buen ingeniero debe de haber pasado por todas las fases siempre dentro del mismo sector. No vale el haber estudiado ingeniería naval por decisión paterna y más tarde haberse dado cuenta de lo que tuyo eran las finanzas: no es coherente. ¿Cuál es el resultado? Personas frustradas, insatisfechas y con una visión de su vida a futuro arruinada y sin perspectivas.

No podemos permitir que una persona no vea futuro a su vida profesional si a una cierta edad asume que lo andado hasta la fecha no corresponde con su verdadera vocación o voz interior. No podemos permitir por supuesto tampoco que las personas lleguen a esos extremos. ¿Cuál es el error? ¿Qué hemos hecho mal?

No estimulamos las aptitudes de las personas. No toleramos determinado tipo de decisiones porque, desde nuestro punto de vista paterno, no tienen futuro. ¿Futuro para él o para el sistema?

Los paradigmas de años atrás condicionan nuestro avance y la resolución de problemas y situaciones nuevas que no deben de ser resueltas acorde a los modelos anteriores, sino a otros nuevos con distinto planteamiento. Los niños de hoy no son los de antes, la sociedad de hoy no es la de antes y por tanto, no es lógico actualizar el sistema operativo de la educación, sino crear uno nuevo. Debemos adaptar el modelo educacional a las nuevas circunstancias. Permitir a la juventud seguir su propio camino.

Sigo sin entender que haya edades para algo. No entiendo que a los dieciséis se deba decidir el futuro de alguien. No entiendo que a los dieciocho debamos de examinarnos para poder optar a la carrera que siempre hemos querido. Muchas personas no han sabido nunca con mejor claridad lo que querían ser hasta los veintiuno o hasta los treinta. Cuántas personas han dejado su carrera por emprender otra nueva por no estar conformes con lo estudiado. No es culpa de ellos, es culpa del modelo que les han impuesto seguir. Así, un chico que a los veintisiete termina una carrera no tiene la misma aceptación que uno que la termina a los veintidós. Ya no puede optar a determinado tipo de empresas porque su departamento de recursos humanos no les acepta, directamente les rechaza en la preselección. Hay que ir a un determinado ritmo, cumplir con determinado tipo de normas, fechas y reglas. De no ser así, estamos expulsados del terreno de juego. He ahí la triste realidad social y he ahí el motivo de frustración de muchas personas.

Tenemos prefijada la vida y las personas compiten en una competición de reglas previamente establecidas. Son pocos los que desde muy temprano ven su vocación con claridad. Y aquellos que no lo consiguen, de no ir al mismo ritmo quedan rezagados en el camino y se les va cerrando puertas.

Hoy más que nunca es importante hablar con las personas, dejarles avanzar hacia aquello que más casa con su forma de ser, dejarles evolucionar. Una persona no puede trabajar ocho horas en un trabajo que no le satisface pero que le da de comer y le permite mantener una hipoteca a cincuenta años así como a sus dos hijos y desahogarse al llegar a casa y ponerse a pintar cuadros porque esa es su verdadera vocación y, por desgracia, no da dinero. Es irracional.

Es lamentable que existan trabajos para vivir y trabajos para autorealizarse. Es lamentable que para muchas personas su forma de autorealizarse no sea lucrativa y deban de compaginar dos trabajos con el único fin de sobrevivir, a la sociedad, al banco y a ellos mismos.

Es patético que el sistema educativo trate a las personas siguiendo patrones y en base a tal decidan otros por nosotros lo que debemos ser sin importar si estamos preparados para decidirlo o no.

De esta manera estamos creando personas mentalmente inestables, personas absortas en una rutina económica y familiar, personas que trabajan para pagar sus deudas y que, a una cierta edad, sienten no valen para nada definido.

Por tanto, existe un malestar latente en la población, malestar que intentan ignorar a base de tópicos, resignándose a la vida como una esclavitud y focalizando sus fuerzas en fines como ser feliz a través de otros, como por ejemplo sus hijos. Son personas que, internamente, sienten ser incapaces -y he aquí la triste palabra- ya, de alcanzar sus sueños, de alcanzar una autorealización personal por estar abocados a responsabilidades de las cuales no ven escapatoria.

¿Qué separa lo que nosotros ansiamos ser de lo que la sociedad quiere que seamos?

martes, 8 de junio de 2010

Memorias del corazón




Es curioso cómo las personas tratan de dar sentido a su vida y, en ese intento, son capaces de romper con lo que les ata, se arrancan, se van, te abandonan... y dicen que, aunque es doloroso, es necesario empezar una etapa nueva. Qué volátil es todo y qué volátil hacemos que sea. Ya nada importa el cariño o el amor cuando se trata de buscar nuestra voz. Contínuamente vemos personas a nuestro alrededor doblando esquinas, cambiando su camino, partiendo hacia lugares remotos... No es suficiente con sentirnos queridos, también es necesario sentir que nuestro interior vibra, que estamos vivos. Y en esa introspección, muchas parejas acaban.

¿Cuál es el sentido pues de la pareja como tal concebida? ¿En qué sustentamos nuestro día a día y nuestra existencia? ¿Somos capaz de realizarnos o la búsqueda es infinita? ¿Es necesario continuar la búsqueda cerrando etapas o realmente el sueño de poder vivir acorde a nuestro ideal es factible?

Me resulta inquietante el cómo muchas personas cuando piensan en su realización personal imaginan grandes experiencias vividas de manera individual aunque sin prescindir del amor. Por el contrario, cuando piensan en una realización plena y exitosa, imaginan grandes dosis de conexión con otra persona de manera inexplicable, pero casi siempre asumiendo que es temporal y fundido el uno en el otro. La inmensa mayoría, cuando piensa en una historia de amor larga, duradera e intensa, pronto acaba bajando al suelo. Qué triste, ¿no?

Por tanto, ¿cuál es el punto de equilibrio? ¿por qué tantas personas se ven frustradas en el amor y las que consiguen saciar su apetito con pasión tienen irremediablemente, tarde o temprano, que olvidarse de él?

Pienso que hay un gran vacío en lo que al amor se refiere en las personas. Muchas y muchos persiguen más una conexión inexplicable que una historia de amor. En esa conexión suele ir implícito un conjunto de sensaciones demoledoras autoregenerativas que les mantienen en vilo cada día de su vida. Y para muchos y muchas ya no es una cuestión de perpetuar esas sensaciones en el tiempo sino de al menos experimentarlo. Yo soy de la opinión que cuando estamos ante una química de ese tipo todo acaba cayendo por su propio peso al volverse insostenible. Sin embargo, también pienso que las personas necesitan períodos de soledad, períodos de compañía y períodos de una gran intensidad emocional. El equilibrio no se obtiene practicando una sola de esas "actividades", sino combinándolas entre sí. Así, una pareja carece de prosperidad si no se es consciente de la naturaleza humana y por tanto de sus necesidades. He ahí muchas veces nuestros miedos, incertidumbres e inseguridades...

El amor es un ejercicio que requiere una actitud, no es el combustible eterno que muchos ansían... El amor no entiende de límites, pues vive con nosotros por propia iniciativa, no entiende de fin pues éste puede tornar en nuestra mente como doloroso, no entiende de fronteras, pues somos capaces de cruzarlas de requerirse... el amor puede ser nuestro motor, pero como placebo a nuestra dolorosa existencia, a todo aquello desconocido. El amor puede ser el sentido fundamental con el que dotemos a nuestra vida, lo que acompañe a la mayoría de los momentos "de peso" y lo que, en multitud de ocasiones, rubrique como algo excepcional todo aquello cuanto nos rodea.

Ahora bien, cuando encontramos, por alguna razón, un acontecimiento único que nos proporciona un huracán emocional, nos trastorna y nos martiriza con su contínua presión química, tendemos a confundirlo con amor cuando en realidad no es más que una esclavitud. No es amor porque carece de voluntad e iniciativa, no es más que la consecuencia orgánica de una dependencia que no podemos controlar. No es amor porque no podría subsistir temporalmente por sí sólo, carece de fundamento y anatomía, aniquila nuestra propia libertad como personas. El amor es un impulsor, nos permite gozar de la vida con libertad y autonomía, nos enriquece como fruto de una decisión personal: el amar. Todo lo demás, son meras sensaciones intensas de las cuales no podemos privarnos, pero de las que desde luego no debemos esclavizarnos ni encontrar en ellas un objetivo para nuestra propia autorealización. Sin embargo, hay personas que necesitan de su presencia intermitente en su vivir. Digamos que lo convierten en estímulos, en impulsos a su ilusión por vivir. No quiere decir que no sean capaces de encontrar una estabilidad, sino que son personas que son extremadamente conscientes de su incapacidad para mantener una rectitud emocional en sus vidas, algo totalmente humano y racional. Por ello es por lo que me reafirmo en mi pensamiento flexible en cuanto al amor, en que éste es insostenible sin una comprensión bilateral por nuestra propia condición. Somos propensos a experimentar sensaciones, a necesitar períodos cambiantes y a romper con la rutina, no hay nada de malo en ello.

La frustración vital por no haber conseguido las historias que ansiábamos no es más que la consecuencia de un gran paradigma... el desvelar éste a menudo nos lleva la vida entera, lo que nos hace caminar errantes por caminos inimaginables y tortuosos, pero también por otros magníficos y tremendamente gratificantes. Sólo hay que intentar que, al final, lo andado haya merecido la pena.


Un abrazo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Convergencia y Divergencia

A veces la vida me asusta. Su arbitrariedad me desconcierta. Cuando siento miedo por el futuro, más ganas tengo de vivir el presente con intensidad. Las personas no es que sean divergentes o convergentes, es que trazan su vida acorde a su voz interior y toman decisiones con dos únicos objetivos: sobrevivir y ser feliz. En tal progresión, el permanecer al lado de alguien es simplemente fortuito y, el que dure toda la vida, casi un milagro. Por ello, cada día que avanza es un día ganado y motivo de celebración, motivo para sentirse afortunado.

Sólo pido, que lo que tengo me dure, que lo que no ha llegado venga bien y que lo pasado pasado quede.
 

Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

http://www.squidoo.com/daniel-colleman-fotografos-de-bodas

Fotografo de bodas