miércoles, 24 de febrero de 2010

La voz interior



Hay un tipo de personas que me asombran y me fascinan, sinceramente: aquellas que saben escuchar con extraordinaria claridad su voz interior y viven acorde a ella con gran pasión y coherencia. Cuando estoy delante de una persona así, no importa cuál sea su cometido, no puedo dejar de sentir admiración, humildad y respeto.

Me impresionan mucho, porque hay otro tipo de personas que, pese a saber qué les gusta, no siguen una línea definida de clara vocación y pasión, optan por un camino atractivo como una apuesta a su demanda personal, pero nunca destacan, viven en una mediocridad que parece siempre quedarse en segundo plano y profesan una insatisfacción interior que les impide aceptar y reconocer de manera personal sus logros.

Los que desde luego no me dicen nada son aquellos que se sientan a ver la vida pasar... ¿no se aburrirán?

Éxito profesional



Cuando emprendemos un proyecto de cualquier tipo, ya sea profesional o personal, con el tiempo, ante las dificultades, la tendencia natural es a eliminar aquello que nos produce malestar. Cuando no vemos resultados, cuando nuestro proyecto parece quitarnos más que reportarnos, cuando parece consumirnos, solemos sentirnos desilusionados y buscar alternativas. Muchas veces, yo personalmente tengo la sensación de que otras personas, mucho más carismáticas que yo, obtienen el doble de resultados con la mitad de esfuerzo, por lo que, pese a yo considerar mi trabajo muy superior al suyo, debo aparentemente resignarme a mi estatus de persona-normal, a la espera de un éxito y un reconocimiento que no veo aparecer. El otro día escuchando la radio en el coche, hubo una entrevista que me dejó bastante pensativo. El entrevistado era un hombre ciego que nos hablaba de su vida cotidiana. Comentaba cómo él, pese a tener infinitamente más desarrolladas determinadas facetas de su ser que otros, tenía que emplear el doble de esfuerzo para conseguir algo que otros conseguían con la mitad de trabajo y en la mitad de tiempo. A esto hemos de sumar mi conversación hace unos días con una chica francesa en la que discutíamos acerca de la satisfacción por nuestro trabajo y en nuestra vida. Ella defendía la idea de no conformarse, pero reconocía una consecuencia directa de tal actitud, su eterna insatisfacción con lo que iba obteniendo por el camino. Yo le comentaba que las personas tienden a perseguir un modelo ideal de cómo les gustaría ser y, al ver que son incapaces de alcanzar tal ideal, la tendencia natural del ser humano es a autocastigarse, de aniquilarse, para frenar así el dolor que produce el no llegar a ser lo que ansiamos ser. Por ello el hombre es una contínua persecución por subsistir, cuando la tendencia natural, es a perecer, a destruirse. La sensación que ella experimentaba era algo natural, pero su capacidad de razocinio debía de hacerle ver que era necesario aprender a autosatisfacerse con pequeñas metas y no a ver esto como una resignación, sino como una aceptación.

Decía Bill Gates que para ser multimillonario hacían falta varias cosas: ser inteligente, ser talentoso, tener suerte y ser trabajador. Y llevaba razón. Pero dejadme que aporte mi punto de vista.

Yo pienso que para triunfar en cualquier aspecto de la vida, incluyendo los negocios, hay que saber aceptarnos a nosotros mismos y después, rodearnos siempre de personas más inteligentes que nosotros.

Por tanto, a mi opinión, el observar a personas más carismáticas que nosotros cosechar éxitos que nosotros somos incapaces de obtener, sólo deja de manifiesto algo elemental: no somos lo suficientemente carismáticos. El bajo, nunca será alto, el alto, nunca será bajo. Pero ambos, por su propia condición, desarrollarán facetas distintas por pura necesidad y es en esa conjunción donde surge el éxito. Un equipo ha de complementarse y sus componentes han de aceptarse de manera individual. En el reconocer nuestras limitaciones radica nuestra valentía, y nuestro progreso.

Esto que acabo de comentar es complicado de hacer, lo difícil en esta vida es ser positivo, es aceptar las cosas, es ser humilde, es avanzar. Lo fácil, lo inmediato, es resignarse, flagelarse, ser pesimista, pues nos aporta el placer de la quietud, de la renunciación al esfuerzo de la lucha.

Debemos de aceptar no sólo cómo somos, sino también nuestras tendencias naturales pues son parte de nosotros, de nuestra condición humana. Y después, si somos inteligentes, buscaremos otros más inteligentes que nosotros, con nuevas habilidades, con otros puntos de vista. Sólo así creceremos y, aplicándolo al mundo laboral, trabajando con ellos triunfaremos.


Un abrazo.

martes, 23 de febrero de 2010

Fermoselle


Aquí os dejo el comienzo de mi novela, aunque todavía es pronto como para sacarla a la luz ya que necesita multitud de retoques. Espero que os guste.

* * * * *

Mi nombre es Antonio Pérez Hernández y esta es la historia de mi vida. Nací en el año mil novecientos cincuenta y siete, a las doce de la noche, en una madrugada de abril, con una luna radiante y las estrellas mirándome, un escenario perfecto para venir al mundo tal y como yo vine, de cara, con los ojos verdes y bien abiertos, tan abiertos que cuando mi padre me vio puso el grito en el cielo, “¡Santa María, qué ojos! Cariño, ¿pero le has visto bien? ¡es extraordinario!”, y acto seguido me puso en sus brazos, a la merced de su calor, de sus pechos jabonosos ya repletos de alimento, de sus manos suaves y tiernas, de ese corazón humilde que me amaría hasta el final de sus días, un corazón del que casi puedo recordar sus latidos, como una melodía, pausada y delicada, tan hermosa como el viento. Mi amor por mi madre surgió en ese preciso instante, tan pronto como sus manos acariciaron mi rostro y su voz pronunció mi nombre, “Antonio, se llamará Antonio”, y al mirarme se creó un vínculo indestructible que ni aún hoy puedo explicar, un sentimiento de unidad, de comprensión, se enamoró de mí nada más verme, “es tan guapo, tiene tus ojos Jaime, mírale”, y mi padre resoplaba a nuestro lado más nervioso que ninguno, los tres encima de aquella manta zamorana, a la luz y el calor de la estufa, porque por entonces la vida no era lo que es ahora, al menos para gente como nosotros, gente del campo.

El tener un hijo para mi madre en aquellas circunstancias no fue fácil, las mujeres eran propensas a infecciones y el parir de manera natural les dejaba muy débiles, por lo que sacar al mundo a un mendrugo como yo suponía no solamente un dolor incalculable, sino unos cuantos días de reposo, algo bien distinto a lo que experimentó mi padre, quien tras unos instantes de nerviosismo y sudores fríos pronto volvió a ser el de siempre, “este chaval trabajará conmigo en el campo”, decía orgulloso e ignorante de lo que sería mi futuro. Jaime Pérez Salgado era un hombre corpulento, bajito, de espaldas anchas y voz grave, terco como una mula y fuerte como un buey, de pueblo vamos, pero con una mirada intensa que reflejaba un interior sensible tras esa capa humedecida y mohosa de hombre distante y frío, a menudo era común verle llorar por sucesos importantes, de ahí su apodo de “el llorica”, apodo que le venía desde bien pequeño y que sus amigos no dejaban de repetirle una y otra vez, “cuidado con el llorica, no se nos ponga a llorar”, decían. Mi padre procedía de una pequeña familia de pastores humildes, algo extraño por entonces, ya que lo normal eran las familias numerosas, sin embargo parece que a ellos les bastó con dos hijos pues Jaime tan sólo tuvo un único hermano pequeño, Adolfo, quien le acompañaba cada día por las tierras de Castilla desde muy temprano hasta el atardecer, en compañía de sus padres, mis abuelos, Antonio Pérez Manchado y María de la Soledad Salgado Tornero, gente corriente, pastores trashumantes, personas de pocas palabras y aspecto más bien sencillo. A mi abuela le llamaban Sole, para abreviar, y contaba mi padre que nació en una casa situada entre las provincias de Salamanca, Valladolid y Zamora, por lo que no fue fácil definir su lugar de origen y tuvieron que pasar treinta años para que el cura de nuestro pueblo, el señor Prudencio, que en paz descanse, le cediese el honor de ser habitante de la provincia de Salamanca, por haber acudido durante numerosos años a la misma Iglesia y ser más amiga del Señor que del propio alcalde. Mi abuelo, por el contrario, era pacense de pura cepa, un hombre menudo y cordial, de pocos amigos y ningún lugar, al menos por lo que pude observar tiempo después en las fotografías. Ambos murieron antes de yo nacer, por desgracia, así que nunca tuve la posibilidad de conocerles, aunque aprendí mucho de ellos por las historias que mi padre, anualmente, nos contaba por Navidad en casa, junto al fuego, en un intento por recordar viejos tiempos y mantener entretenidos a sus hijos.

Yo nací cerca de los arribes del Duero, donde el aire modela un paisaje único y sus rocas resquebrajan la tierra hasta los confines del mundo, allí me sentaba yo a escuchar el viento mientras balanceaba mis pequeñas piernas al aire, respirando el olor a verde, presenciando las más bellas puestas de sol y confundiéndome con la tierra en los instantes más bellos que he conocido jamás. Ya desde bien pequeño comencé a explorar aquellos parajes en compañía de mi padre, de mi hermano y del ganado, en unos días que parecían no acabar nunca. ¡Padre, vamos a jugar al borde del río!, ¿al borde del río, y el ganado qué?, luego volvemos, no se preocupe usted, tardaremos poco. Pablo Pérez Hernández era mi hermano mayor, me llevaba la delantera por cinco años, me gusta recordarle riendo, jugando conmigo, desafiándome, era fuerte y alto, de piel clara, manos grandes y huesudas, tez cuadrada y espaldas rectas, un chico bastante atractivo. Pero fue en ese momento, al bajar aquella ladera junto a mí, cuando ocurrió un hecho que iría conmigo por muchos años. Vamos Antonio, hay que bajar más rápido, en cuanto lleguemos al río nos bañamos, dicen que tiene una profundidad de más de cincuenta metros, ¿te lo puedes creer?, voy, no puedo bajar más rápido, no corras tanto, yo bajaba y bajaba todo lo rápido que podía, pero en una de esas zancadas enormes mi hermano resbaló y su cuerpo se precipitó entre las rocas cayendo desde una altura suficiente como para que su cabeza, al golpear el suelo, le ocasionase la muerte. Era muy joven, apenas tenía diez años y yo cinco, fue una desgracia, mis padres nunca lo superaron. A su funeral fueron todas las familias de Fermoselle, el pueblo donde vivíamos, que no eran muchas, pero sí suficientes como para llenar nuestra calle de principio a fin. Por entonces yo aguardaba en mi habitación oculto tras la cortina, el mero hecho de hablar de lo ocurrido me entristecía muchísimo, por lo que prefería observar cómo las familias iban entrando en mi casa para dar el pésame, lo lamento Carmen, era un chico fabuloso, la verdad es que es una pena, una pena, tiene que ser muy difícil, que Dios le acoja en su seno, y mi madre, vestida de negro, respondía con lágrimas en los ojos a cada uno, agradeciéndoles su presencia y más aún sus palabras. Yo, entre tanto ir y venir de gente, no podía dejar de pensar en la muerte, Antonio, no salgas ¿eh?, no salgas, quédate ahí, esto no es plato de buen gusto para nadie, y yo obedecía, mirando entre la tela y la pared, cargado de dolor y miedo, sin todavía comprender por qué mi hermano ya no estaba conmigo y por qué me sentía tan mal. Hubo un momento en el que la mejor amiga de mi madre, la señora Eulalia, entró en casa a paso lento, mirando al suelo, en compañía de su marido, y abrazó a mi madre diciéndole algo al oído, con gesto triste y a la vez cariñoso, lo que provocó que mi Carmen se derrumbara en el suelo, sujetándose en los brazos de su amiga, gritando y llorando como nunca le volví a ver hacerlo. Mi padre, mientras tanto, le miraba con ojos empañados en lágrimas, intentando consolarle, darle ánimos, Carmen, cariño, vamos, debes levantarte, siempre le echaremos de menos, pero son cosas que ocurren, ahora está con el Señor, ten confianza. Me asombró ver tan entero al llorica, quizás sus lágrimas corrían en procesión por dentro, no lo sé, pero se mantuvo firme saludando a unos vecinos que, junto al pésame, solían traer algún guiso o regalo que intentara calmar el estado de nervios de mi familia.

Al día siguiente todo era silencio. Mis padres apenas hablaban entre sí, en la casa se respiraba quietud y yo tuve que limitarme a hacer como si nada pasase o hubiera ocurrido. Era difícil al principio, pero con el tiempo todos aprendimos a llevarlo de otra manera. Los vecinos ayudaron bastante, de vez en cuando se pasaban para animarles y llevarles a dar algún paseo, las calles empedradas del pueblo fueron testigos de más de una conversación profunda entre Eulalia y mi madre, Carmen hija, son cosas que ocurren, debes de ser fuerte, nadie te pide que lo olvides, pero es importante para ti el aprender a aceptarlo, muchas veces no llegamos a entender por qué suceden esta clase de hechos tan dramáticos pero debemos de afrontarlos como algo natural, como parte de la vida. Fueron meses de ir y venir con la cabeza gacha, hola Carmen, hola Pascual, qué tal está, muy bien, ya sabe, ¿cómo lleva lo de su hijo?, y mi madre entonces volvía a mirar al frente andando como si a nadie hubiera visto, ignorando el dolor que se le anudaba en la garganta, enterrando las lágrimas que sobresalían por sus ojos e ignorando el pesar reinante en su corazón. Jaime, por el contrario, solía pensar en la muerte de mi hermano a menudo a solas, cuando estaba con el ganado, sentado en una roca mientras veía atardecer, nunca me decía nada, no comentó jamás qué se le pasaba por la cabeza, pero yo sé que en su mente estaba Pablo, en aquella expresión se podía vislumbrar las lágrimas y el dolor de quien no pudo hacer nada por evitar la pérdida de su hijo. Yo a veces intentaba animarle, papá, qué te pasa, nada hijo, nada, estaba pensando, ¿y en qué piensas?, en tu madre Antonio, en tu madre, y ahí quedaba todo, no había forma humana de taladrar sus pensamientos, mi padre era extraordinariamente sensible, pero cuando se trataba de su familia, era frío como una roca, sabía perfectamente cómo afrontar las situaciones para evitar hacer daño a quienes le rodeaban.

Así pasaron los meses siguientes, junio, julio, agosto, y poco a poco, parecía que todo iba cambiando de color, mis padres sonreían más, yo ya lo iba superando y el tiempo parecía comenzar a marcar su presencia en mi vida, el comenzar a trabajar tan temprano y el afrontar la muerte de mi hermano me hicieron madurar más rápido, aunque continué siendo un niño por una larga temporada. Llegado a este punto no puedo evitar sumergirme en mi propia historia, saborear cada minuto que viví, fueron años hermosos, la etapa más tierna de mi vida, una etapa en donde descubrí la vida tal y como era, con sus injusticias y sus recompensas. Puedo decir, con sinceridad, que a menudo, siento la necesidad de cerrar los ojos y respirar, simplemente para aniquilar mi vida actual, para aferrarme a una historia, mi historia, que simboliza mucho más que el avance de un hombre por todas y cada una de las etapas de su vida, sino algo más profundo, mi esencia, mi por qué, y es ahí donde respiro la fragancia de mis anhelos, de mis virtudes y mi defectos. Es necesario para ello remontarse a aquellos años, tan dulces, cuando el agua resbalaba por los guijarros del río con una frescura que sólo podía reconocerse en Fermoselle, cuando el cielo lucía espléndido y los campos se extendían por el horizonte como un manto de color. Fue por entonces cuando el verano llegó invadiéndolo todo, las flores, las casas, los balcones y, por supuesto, la plaza.

Todas aquellas mañanas por las calles del pueblo un jovencísimo Antonio aparecía luciendo su sonrisa más radiante, más aún que la del día anterior, así era él, despierto, risueño, y entre tanto ir y venir siempre encontraba palabras de otros, como al cruzar la panadería, un lugar donde le tenían siempre en un pedestal, un lugar donde no dudaban en mimarle con sus preguntas, pero bueno hijo, fíjate que siempre lo hablo con mi marido, ¿pero de dónde sacará este niño tanta energía?, a lo que él respondía, no lo sé Matilde, ¡será el calor!. Aquel día en concreto atravesó a paso ágil las calles del pueblo sin pararse a saludar a nadie, iba a ver a sus amigos, Felipe e Isidro, dos chicos menudos y graciosos que pronto se sintieron embriagados por la aparente valentía, seguridad y madurez de un Antonio joven y extrovertido. Sus casas estaban la una junto a la otra, en la otra punta del pueblo, por lo que para llegar había que recorrerse el municipio prácticamente de extremo a extremo, cosa que no parecía incomodarle a un chiquillo con las suficientes ganas como para pasarse todo el día andando. Al llegar, sus pequeños nudillos tocaron la puerta, y preguntó:

- Herminia, ¿está Felipe en casa?

- No, no está.

Antonio Pérez, que de tonto no tenía un pelo, dudó de tal contestación y fue poco el tiempo que tardó en trepar por el canalón hasta aferrarse a la barandilla del balcón. Allí, sus nudillos golpearon de nuevo la madera, pero no de la puerta, sino de la ventana de su amigo. Felipe, soy Antonio, dijo entre susurros, lo siento Antonio, mi madre me ha castigado, no puedo salir, y además, Isidro no está en casa, ¿cómo que no puedes salir? sólo tienes que abrir la ventana y bajar conmigo, vamos, nadie se enterará, ¿y si me pillan?. Felipe no era ni por asomo la mitad de valiente que Antonio, más bien todo lo contrario y era éste el que muchas veces tenía que animarle, arrastrarle e incluso forzarle a hacer todo aquello que, aunque quería, no se atrevía a consumar. Vamos Felipe, no seas cagao, abre la ventana, dijo. Y éste, muy a su pesar, medio tembloroso, abrió el cristal que los separaba susurrando, pero sólo un rato, no puede enterarse, si lo hace me mata. Poniendo un pie en el balcón ya quedaba incumplida la norma y, pese a no querer hacerlo, se agarró al canalón para emprender la bajada sin darse cuenta que una puerta se abría en el interior. ¡Serás mocoso! ¡Te he dicho que no podías salir! Gritó su madre mientras ambos se deslizaban hasta abajo, ¡Felipe! ¡vuelve aquí! Lamentablemente para ella ya era demasiado pronto pues los dos niños bajaban corriendo la calle que les llevaba directamente al río.

lunes, 22 de febrero de 2010

Dormitorios


Hoy me apetece hablar de algo un poco más informal. Una de las cosas que nos gustan a mí y a mi mujer es la decoración. Quisiera daros algunas ideas de cara a decorar un dormitorio, a mi estilo, por supuesto.

Para mí el dormitorio es algo fundamental en una vivienda. Pasamos unos 121 días durmiendo al año, la mayoría del tiempo en nuestra casa lo empleamos en dormir, por lo que veo de suma importancia prestar atención al lugar destinado a nuestro descanso.

Considero muy importante el cuidar hasta el más mínimo detalle, incluso destinando un aporte "extra" de presupuesto a esta parte de la casa para forzar su comodidad, pues de hacerlo, no sólamente estaremos reforzando nuestro bienestar sino que nuestro periodo de descanso se hará mucho más agradable. Hay infinidad de formas de conseguir esto, a mí me gusta siempre hablar e intentar optar a lo mejor, por ello yo lo considero como una recompensa a esas horas de trabajo que tanto nos martirizan muchas veces. Para mí y para mi mujer, el descanso es primordial!



Cuando yo recomiendo algo, procuro que sea siempre lo mejor o de lo mejor, por ello quiero hablaros en primer lugar de la cama. Para la cama es importante optar por un buen colchón y unas buenas almohadas, si tuviese que recomendar algunas recomendaría encarecidamente las de la marca Tempur por ajustarse anatómicamente al cuerpo de las personas de una manera soberbia. Al principio, el tumbarse en este tipo de colchones puede resultar un tanto raro, pero a los pocos días comenzaréis a sentir una maravillosa sensación de descanso. Si elegimos bien nuestro colchón, ocho horas parecerán doce, pues aprovecharemos mucho más el tiempo destinado al sueño.

En cuanto al menaje textil para dormitorios os quiero recomendar, por propia experiencia, Yves Delorme. No es tan caro como Frette y sí un poco más caro que Sheridan, pero la calidad es superlativa con respecto a cualquier otro tipo de fabricante. Realmente el dormir en una cama con una tela de esta calidad se nota, la sensación de suavidad y arrope es inconfundible y cuando uno lo prueba es incapaz de volver a dormir con otro tipo de sábanas.



Os voy a dejar los links de estas tres marcas para que echéis un ojo. Por supuesto no están al alcance de cualquiera, todo esto lo catalogo como "inversión", pues invertimos en nuestro bienestar y en algo de lo que realmente hacemos uso. Me asombra ver cómo mucha gente se gasta una tonelada de dinero en una simple televisión y no en una cama.

Frette: www.frette.com
Yves Delorme: www.yvesdelorme.com
Sheridan: www.sheridan.com.au



Por lo que respecta a la decoración propiamente dicha del dormitorio me gusta siempre tirar por ambientes cálidos, evitando todo modernismo. Por ello, suelo tender a la madera y el lacado, combinándolos con algún papel pintado. Mucha gente se sorprende cuando digo que he optado por un papel pintado en mi habitación pero lo cierto es que existen papeles de una calidad extraordinaria que parecen tela, muy finos y que aportan ese toque desenfadado a la habitación. Podéis encontrar los mejores papeles en Gracia Decoración. Cuando los clientes llegan a esta tienda por regla general no conocen la existencia de catálogos, pero si pedís que os saquen los catálogos de papeles pintados os quedaréis alucinados de la calidad de los mismos. Y no estamos hablando de mucho dinero, os podré decir que el empapelar toda una pared bien grande de casa con uno de los mejores papeles que había rondó los 250 euros, por lo que la relación calidad-precio es muy aceptable.

Os dejo algunas ideas para aplicar en dormitorios, espero que os gusten!





jueves, 18 de febrero de 2010

Mi Malena



Malena, este fue su nombre y, gracias a esta mujer, mis hormonas resoplaron en el aire con una efervescencia que sólo hoy, muchos años después, puedo reconocer como un interminable placer erótico, como una liberación. Recuerdo cómo me ocultaba entre la puerta de la panadería de mi padre, tras el mostrador, observando su cuerpo ancho y sus curvas acentuadas, sus pechos esponjosos, redondos y tensos, mis ojos no podían evitar la curvatura de su traje estampado en flores, ni su vaivén al andar, su trasero resonaba a mis oídos como dos tambores, me hipnotizaba por completo. Su sonrisa era perfecta, su piel blanca como la espuma, mi imaginación volaba deseando rozarla, sentirla sobre mi cuerpo aún no desarrollado por completo, disfrutaba desnudando su anatomía en la panadería, desde lejos, sin que nadie me viera, espiando cómo cortejaba a mi hermano, cómo jugaba con su mirada, era una mezcla entre sudor y frenesí que recorría mi cuerpo, desde sus labios hasta sus zapatos y, aunque sabía era inalcanzable para mí, no podía dejar de imaginar su cuerpo, veinte años mayor que el mío, enseñándome el placer del sexo, en medio de aquel lugar.

Entre tanto mirar, recuerdo cómo alguien abrió mi puerta destapando mi sonrisa y dejándome al descubierto ante mi Malena, con cara de tonto, mientras ella, perfecta, me dedicaba unas palabras de asombro, recuerdo que sabía mi nombre, algo que me ruborizó hasta límites insospechados. Pronto mi hermano me sacó de mi escondite, Pablo ¿qué hacías ahí dentro? ¿conoces a Malena?, a lo que yo simplemente pude mover mi cabeza de arriba a abajo intermitentemente, con mis ojos clavados en sus pechos, mis dedos haciendo garabatos entre sí y un picor en mi piel que todavía hoy puedo recordar. Sus ojos eran magníficos y el poder hablar con ella frente a frente, me aterrorizó tanto que apenas pude articular palabra. Anda, vete a jugar fuera, aún es pronto, seguro que tus amigos están en la calle. Ante tal dulce voz yo sólo supe quedarme callado, mirando sus cabellos negros y ondulados sobre sus hombros, esa cinta roja en su cintura de avispa, ese escote de infarto. Pablo, haz caso a Malena, nosotros tenemos que hablar de cosas de mayores, dijo guiñándome un ojo, aunque mi hermano parecía demostrar más un interés hacia lo que estaban hablando que hacia mí, cosa que me intrigó y, al salir a la calle, no pude evitar espiarles desde el escaparate. Lo sorprendente, no fue verles hablar, sino observar cómo al poco tiempo se fundían en un beso apasionado que acabó arrastrándoles a la pared, no sin antes dejarme ver sus muslos, preciosos, carnosos, y poco más tarde llevándoles enzarzados en una lucha campal hacia la misma habitación donde yo antes me ocultaba, cerrando la puerta con una mano sin mediar palabra.

Así pasé mis maravillosos quince años, entre puerta y puerta y viene Malena, corre, Pablito, vete fuera. Pero qué quince años, qué maravilla, aunque mejor dicho, qué bien llevados los suyos, cómo me anestesiaba con esos vestidos de espalda al aire, con esos tacones, con esas gafas enormes que le tapaban la cara. Recuerdo que cada día su vestido era distinto, no llegaba a entender cuántos podría tener en su armario, mas no importaba, la aventura de adivinar el siguiente me mantenía a menudo en vela toda la noche y, cuando llegaba el jueves, mi cara parecía la de un muerto sirviendo el pan a los vecinos. Qué te pasa Pablo, te veo mala cara chico, ya señora, apenas he dormido, ¿y eso?, me dolía la tripa Mari Carmen, respuesta con la que ella no parecía asombrarse, ya me lo decía a menudo, debes comer más verdura, ya se lo decía yo a tu madre, se va a malacostumbrar, debes hacerle comer de todo. Pero lo excitante no era la espera, pues aún lo era más su llegada, de sólo pensarlo se me erizan los brazos, su taconeo firme y seguro inundaba la tienda, ¿Mateo? ¿hay alguien?, y cuando mi hermano no estaba debía salir yo, callado, con cara de no haber dormido por su culpa, Malena, se fue hace horas, murmuraba entre bostezos, ¿y sabes cuándo va a volver?, ni idea respondía, ocultando la verdad, que no había salido, que estaba en su cama con gripe, que yo era un mentiroso y ella la mujer con quien soñaba cada noche. Así recuerdo cómo me quedé a solas por primera vez con ella, con ese vestido blanco, ceñido hasta los más absurdos límites, con ese sujetador levantando unos pechos que a mí me pillaban demasiado altos, con unos labios pintados de un color rojo intenso. Callado, con mis manos unidas y sudorosas ví cómo recorría la tienda andando, mirando las paredes, los objetos, miró la puerta donde se escondía con Mateo, se quitó los guantes y mordió sus gafas. Bien, dame entonces dos pistolas, supongo que tú podrás servírmelas, ¿verdad?. Cla, cla, claro, cómo no, y mis pies repiqueteaban en el suelo mientras mis manos tanteaban las barras de pan y mis ojos la miraban, atentos. Pablo, ay amor, estás cogiendo los croissants, las barras están al otro lado, y mis mejillas se llenaron de sangre hasta parecer que explotaban. Ella apoyó sus brazos sobre el mostrador para acercarse y yo sólo pude mirar sus pechos estrujándose contra el mármol, con ese sujetador blanco con bordados que lo elevaba hasta el cielo, Pablo, ¿estás bien?. Yo no podía dejar de temblar y ella me ayudaba con una sonrisa. Mira, Mateo me las suele dar de las más blanquitas, no me gusta nada el tostado, ya sabes, manías de mujeres. Y yo, como una marioneta manejada por su voz, cogí las dos barras, las metí en una bolsa y se las dí. No me preocupé ni siquiera en cobrarla, ella ya se ocupó de dejarme las monedas en la mesa y salir batiendo su trasero de un lado a otro, abriendo la puerta y, en el último instante, girándose, como un ángel, mordiendo sus gafas de pasta negras y giñándome un ojo, algo que aún hoy, años más tarde, no puedo dejar de recordar como el gesto más perfecto, más femenino y más sensual de todos y cada uno de los que he podido ver en mi vida. Así era Malena, mi Malena.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Vagabundo del tiempo



Quien domina la prosa, domina el tiempo, las comas son como los días, una tras otra, tras otra, separan los intermedios de nuestra vida, o de nuestras frases, y en conjunto, visto desde lejos, parece que vinimos aquí para algo, para vivir o escribir, qué más da lo que fuere, el caso es que la obra parece más bella si la hicimos con cuidado, recordad lo que dijo Umbral en uno de sus libros, que no vamos al cielo como dice la religión, sino a la tierra, pues por cada día que transcurre nos separamos aún más de lo bello y, si podéis notarlo, así mismo ocurre con los libros, en mis textos, por eso me da miedo terminar mis frases, porque son tan bellos los momentos de composición que, cada coma, cada instante, es saboreado como algo mágico, será mi miedo al punto, o al final, no puedo evitarlo, mas hay veces que no queda remedio.

De una forma u otra, escribir es un placer, aún recuerdo mis momentos en soledad hace años, los que me rodean saben bien de lo que hablo, yo anclado al suelo, lápiz en mano, sintiendo el viento en mi cara sin preocuparme las horas, realmente disfrutaba, para mí era un proceso natural, ya se sabe, el que nace para algo no puede negarlo, lo lleva dentro y, yo lo llevé dentro, os lo aseguro, desde hace mucho tiempo, pues sin tener ganas, a tientas cada noche, encendía mi lámpara para anotar mis palabras, como una necesidad, aunque de esto la verdad uno se da cuenta cuando han pasado los años y mira hacia atrás, entonces comprende un poco más su persona, con cariño por supuesto, siempre con cariño, y comprende todo aquello que fluye en él como un río que lleva al mar, como el aire que no encuentra obstáculo, así fluía yo y aún lo sigo haciendo, me salía como algo sencillo, no lo dominaba y ni siquiera aún puedo hacerlo, mas nadie puede negarme que adoro dejarme llevar por lo que quiero. Así pasé años de mi vida, fue difícil aceptarlo con los años, cuando uno escribe no puede ignorar que vive menos, pasa más tiempo frente a la tecla que frente a la vida, aunque qué es vivir sino exprimir el tiempo, yo lo hago a mi manera, conmigo mismo, puede resultar una forma de autosatisfacción, quizás como una desviación sexual, y lo cierto es que es así, porque ésto surge en uno como un impulso, como una pulsión, y de nada le sirve al escritor poner freno a sus deseos, por todos es conocido, cuando uno se da cuenta que está deseando... probablemente ya haya cometido su locura, pero el éxtasis de emplear el tiempo en plasmar mi pensamiento fluye en mí como una felicidad muy peculiar, como angustia a veces, ay de aquel que no lo entienda y le guste escribir, muchos sabrán lo valioso que es tener a alguien que comprenda por qué nosotros, gente como yo, en ocasiones parece deprimido en su sofá y, otras veces, no puede ocultar su felicidad, las lágrimas surgen cuando surgen sin impedirlo, no somos nosotros, es lo que escribimos, o lo que sentimos, un palpitar característico de quien lo lleva dentro, por eso necesitamos a menudo estar solos, no pensar en otra cosa, convivir con nuestros párrafos, nuestras frases, las palabras que creamos, con esos momentos que nos hacen vibrar, sin olvidar las comas que separan el tiempo en compases y, por supuesto, los maravillosos punto y a parte.

Cuando pienso en mi niñez, no sólo recuerdo tardes escribiendo encima de mi mesa, porque por entonces mi ordenador no desempeñaba la función que hace ahora, más bien todo lo contrario, casi lo recuerdo más como un elemento decorativo que como una herramienta de trabajo y la máquina de escribir no era accesible para un manazas como yo, tan sólo para mi padre, le encantaba hacer alarde de su antigüedad, aunque poco podía presumir de su utilidad, lo cierto es que eso de las letras no iba mucho con su forma de pensar, pero sí para su hijo, quien pasaba tardes y noches delante de un folio, a veces en blanco, otras veces parcialmente escrito, el caso era escribir, o leer, daba lo mismo, tan preciado era lo uno como lo otro, mis libros siempre estaban cuando yo les necesitaba. Fuí creando un ecosistema interno donde todo funcionaba, yo y mi mecanismo, me protegía contra amenazas externas con una simbiosis que sólo yo entendía, llegué a parecer incluso un niño raro, diferente me gusta más decir, adoraba el sentimiento balsámico de la soledad, no era fácil verme desbordado por las dificultades, cuando algo me incomodaba me refugiaba en mi pequeño cubículo indestructible de placer, algo casi orgásmico, aunque con el tiempo resultó ser una coraza y, aunque resultaba estimulante el parecer inmune a casi todo, lo cierto es que no lo era, sólo yo entendía que era sensible a casi todo y de ahí mi mecanismo de autodefensa, el aislamiento en mí mismo me perjudicaba más que darme alas, pero así es la vida, unas veces vamos para arriba, otras creemos hacerlo, y otras, lamentablemente, vamos hacia abajo. Mi escritura captó perfectamente mis cambios, reflejó mi evolución y se hizo a mí en cada período, por tanto fue mi mejor compañera, no puedo olvidarlo, a ella le debo mi fortaleza, fue una especie de táctica autoregenerativa para mí, y funcionó, qué duda cabe, mis textos lo atestiguan, los que guardo en mi baúl por supuesto y por qué no, los que trabajo ahora, pues lo siguen haciendo con igual fidelidad que hace años lo hicieron otros, siento aún ese gusanillo de quien no quiere acabar, de quien añora volver cuando aún no se ha ido, es una sensación única que muchos sabrán identificar en sí mismos, esas ganas de describirlo todo, por minúsculo que fuere, la ilusión por narrar, por sobrevivir a los párrafos, por dar sentido a lo que escribo, es más que una necesidad, es un llamamiento que surge en mis entrañas, como una combustión, como una explosión que no puede detenerse si no es con otra frase, con más palabras o con nuevas ideas. Literatura por doquier, huelo a ella y ella huele a mí, así me identifico y creo que lo seguiré haciendo de igual manera durante mucho tiempo, si es que alguna vez puede morir lo que con uno nace.

Yo, que todo lo dí y que todo lo doy, no quiero renunciar a ser sensible, pues en la sensibilidad se halla la escritura y sin ella no puedo vivir, es sello y firma de mi nombre, testimonio de soledad y biografía de mi vida, resumen de mi amor por todo aquello que me ha rodeado y hoy así también lo sigue haciendo. Qué bello es añorar la lluvia en invierno, al igual que lo es recordar las hojas cayendo en verano, algo similar a lo que siente un escritor antes de comenzar su novela. Quien no ha dejado nunca de escribir, seguir haciéndolo no es algo nuevo, parece más bien una continuación. Así lo son mis textos, una eterna melancolía.

Líderes



Los líderes son una necesidad de la cultura y por tanto de la sociedad. Un líder es sinónimo de ilusión, es el estandarte de aquello que se ansía conseguir, aparece como el icono de lo que las personas añoran y, por tanto, al verlo tan cerca como un espejismo, lo siguen. Cuando se pierde la ilusión, el líder deja de ser líder.

El liderazgo se mantiene retroalimentando el entusiasmo de los seguidores con acciones visibles que reafirmen la posibilidad de alcanzar tan ansiada meta. El fin no es conseguirla, es avanzar. El liderazgo no se mantiene como una prolongación de un mandato. Cuando el líder cae sólo puede ser reemplazado. El que persiste en el poder sin la ilusión de sus seguidores es un mero trabajador del pueblo, no un líder.

España necesita ilusión.

Podemos avanzar, lo hemos demostrado durante muchos años. Hemos construido un país gracias al sacrificio y al trabajo. Lo que hoy tenemos nos lo hemos ganado con nuestro esfuerzo, nuestro sudor y nuestra ilusión por hacer de este país nuestro país, un lugar donde nuestros hijos pudieran crecer a gusto, un lugar donde pudiéramos vivir en bienestar y donde pudiéramos morirnos tranquilos. Nadie nos lo ha regalado, ni Europa, ni la República, ni la Dictadura, ni la Monarquía, ni la Democracia. Lo hemos conseguido Nosotros.

Pero no olvidemos cuáles han sido los catalizadores de nuestro avance. No pensemos en aquello que nos ha separado. Pensemos en aquello que nos ha unido.

Hoy, necesitamos volver a sentirnos importantes, necesitamos recuperar la esperanza en el futuro y, sobre todo, necesitamos sentir que nuestro Gobierno actúa, que está capacitado. Hace falta confianza. Y ésta sólo vuelve cuando el conocimiento, la experiencia y el liderazgo se ponen al servicio de los ciudadanos.

No podemos dudar acerca de la capacidad de nuestros líderes. No podemos ocupar nuestras vidas con charlas políticas a la hora del café. Nuestra España ha de preocuparse por trabajar para prosperar y, nuestros líderes, deben de preocuparse por dirigir, por dirigir a nuestro país en la dirección correcta, con confianza, seguridad, conocimiento y solvencia.

Amigos, yo no puedo concebir un Gobierno sin un currículum consolidado y único, sin expertos en sus materias que brillen con luz propia por sus logros, por su capacidad, por su educación y por su habilidad para dirigir. No puedo concebir mi país sin un motor perfectamente diseñado que lo dote de esperanza, que lo impulse hacia el éxito. Un motor regido por valores esenciales, por una autonomía sólida, por un plan eficaz a nivel económico y social. Necesito mi España unida, no separada. Y necesito un conjunto de personas en su cúpula altamente cualificadas, personas que ejerzan su cargo con honestidad, transparencia y efectividad.

No puedo permanecer indiferente viendo cómo el esfuerzo de mis padres y de muchos otros se derrumba, viendo cómo se derrumban sus sueños y mis sueños, sus ambiciones y mis ambiciones, su progreso y nuestro progreso. No quiero cruzarme de brazos al ver cómo mi España se corrompe y se indigesta.


Unámonos, y salgamos adelante.

martes, 16 de febrero de 2010

Sexo



Ayer al atardecer mi piel se encontraba perfectamente hidratada, suave y esponjosa. No tenía esa tirantez característica que observamos tras ducharnos, el pasar toda mi tarde en casa viendo llover provocó que mis manos estuvieran suaves, mis labios humedecidos y tiernos, la carne de mi cuerpo a la temperatura idónea. No me encontraba sudada y tampoco sentía mi pelo lacio graso, todo lo contrario, más bien me encontraba cómoda, relajada y receptiva a cualquier sensación, por mínima que fuese.

Me tumbé en mi cama. Apoyada sobre los cojines, pude sentir el tacto aterciopelado de su tela, su elasticidad. Miré por la ventana. Las gotas de lluvia caían sobre el cristal y el visillo cerrado dotaba a la habitación de una mayor intimidad. De lado, escuchaba el silencio, percibía el calor templado de la calefacción, me hipnoticé percibiendo el repiquetear del agua sobre las tejas. Había optado por mi pijama suave, el que más me gustaba, su tela era perfecta, me proporcionaba una sensación de bienestar inconfundible. Dedicándome a mí, tomé un bombón de una caja que minutos antes subí. Cerré los ojos y abrí la boca, apoyando mis labios contra su corteza, saboreando el dulzor del chocolate en mi lengua. Presioné suavemente mis dientes sobre él y sentí un crugir que resonó en mis oídos con una perfección que sólo yo supe reconocer. Su interior chorreó en mi boca, sentí caer la crema en mi interior. Entonces lo introduje entero y lo mordí. Primero con suavidad, luego más intensamente. Todo él se mezcló como una masa de sabor dulce en mi paladar, deslizándolo de un lado a otro de mi cavidad. Manteniendo mis ojos cerrados, me centré en su olor, en el sonido de mis dientes, en su ligero sabor a baileys. Tragué con suavidad... y abrí los ojos.

La luz de la tarde caía y yo me sentía excitada por mi soledad, por la temperatura de mi habitación y por una sensación mental de placer que no todos los días era capaz de apreciar en mí con tal intensidad. Abrí las piernas, apoyé mis pies desnudos sobre la funda nórdica. Cerré mis ojos e introduje un dedo en mi boca. Aún percibía el sabor del bombón. No tardó en mojarse en saliva, todo él entró lentamente, girando y apoyándose en mi lengua, naufragando en mis labios, sintiendo la presión de mis dientes sobre su piel. Lo besé, lo doblé, me centré en mi lengua, en su sabor, en su textura mojada. Mi imaginación ya hacía de las suyas y pronto mis manos agarraron mis pechos apretándolos.

Sentí entonces que él entraba en mi habitación por la puerta, mirándome a los ojos, con esa mirada intensa, demoledora. Enfrente mía, en el borde de la cama, desnudó su pecho permitiéndome ver la tensura de su espalda, de sus hombros, sus brazos y sus manos. Éstas, grandes y cálidas me agarraron con firmeza sobrecogiéndome. Me sentí completamente vulnerable, indefensa, servicial. Entonces comenzó a deslizar mi pantalón hacia la parte baja de mis muslos mientras notaba sus manos recorrerme. Lo arrancó por mis tobillos. Yo abrí mi chaqueta ahogando mis ojos en su mirada y en su voz dura, honda y profunda. Mi nombre se oía en su voz como una llamada a mis sentidos, como un interruptor a mi excitación que ni yo misma podía controlar.

Comenzó por acariciarme la pierna, apretando suavemente su parte alta, presionando mi carne, besándola cerca de mi pelvis. Sentí el calor de su cabeza entre mí, agarré su pelo y aprecié su textura, deslicé mis dedos, me agarré a su nuca. Abrí mis piernas, ya casi sentía sus labios sobre mí. La forma en que agarraba mi cintura me conmocionaba hasta desinhibirme por completo. Entonces sentí sus manos deslizar mi ropa interior hasta el borde de la cama, notando en mi oido cómo caía hasta la alfombra. Todo este escenario no dejaba de seducirme.

Miré cómo su cuerpo se alzó sobre el mío mostrándome un tronco desnudo, perfilado, sentí cómo asfixiaba mi sexo contra su sexo, lo agarré entre mis manos, de abajo a arriba, mi sangre comenzó a fluir sin límites. Dibujé su espalda definida, mis dedos se perdieron más tarde en una perfección anatómica que aumentaba la temperatura del cuerpo hasta el punto exacto. Intenté morder su boca, suavemente, y en mi intento sólo encontré una lengua recorriendo el contorno de mis labios. Apoyó los suyos sobre los míos, jugó con ellos, los mordió, me miró. Yo apenas podía distinguirle, la cercanía de su rostro difuminaba cualquier detalle.

Adoré entonces el calor de su pecho y su fragancia, la superlativa magnitud de cuanto ansiaba descubrirle. Me besó atorando su lengua a la mía hasta hacerme resbalar entre los cojines, provocándome un éxtasis sensorial, permitiéndome agarrar su cuerpo con más fuerza, sintiendo su pelvis sobre la mía en una especie de vaivén arrollador.

Se le antojó besar mi cuerpo y, descubriendo el contorno de mi torso, deslizó sus dedos sobre una piel que ahora ya quemaba, terminando en mi cintura y sumergiendo su lengua entre mis piernas, yo apenas podía articular palabra. Un alarido de placer quedó en el aire, sujeté mis manos a cuanto pude, me enclavé en el sentir más exquisito. Comencé sin pensarlo a moverme, a elevar mi sexo hacia donde él necesitaba, coloqué mis piernas en la apertura más sensible, abrí mi sujetador como yo quería. Conforme iba sintiendo su lengua navegar justo por donde tanto ansiaba, mi interior me atormentaba con una lubricación progresiva y dulce. No pude evitar morderme los labios, sólo podía respirar, escuchar el deslizar de la colcha sobre mi piel como un susurro, miré su cuerpo moviéndose entre mí. La luz dorada inundaba de sexo y placer mi dormitorio. Casi podía escuchar su boca mojarme entera.

Mi voz comenzaba a delirar palabras, frases, mis pulmones se inflaban hasta el infinito soltando bocanadas de aire ardiendo, mi amuleto cada vez más erotizado se abría ante sus labios por propia necesidad. Sentía su boca succionarme, aniquilarme de lado a lado, recorrerme en un círculo sin fin. Su sincronismo me torturaba, perseguía mi mente injustificadamente. Intenté evitarle mas no pude, me pareció sentirle dentro de mí, era una sensación anatómica, sensible. Me perforaba hasta mis entrañas, sabía cómo descubrir cada rincón de mi cuerpo sin apenas esfuerzo. No alcanzaba a entender cómo aquella conexión perfecta conseguía hacerme enloquecer, neutralizaba mis pensamientos, me desnudaba en una sensación orgásmica que explotó cuando menos pude esperarlo. Mis brazos se erizaron y sentí un aire que parecía ya a una temperatura distinta, tensé mis músculos sin permitirle parar, aplaqué mis nervios con mi mandíbula cerrada. Todo mi cuerpo se arqueó en lo que ya parecía perfecto, soberbio.

Entonces le miré, era precioso, lo deseaba, conmigo, en mí. Y esto era sólo el comienzo.

lunes, 15 de febrero de 2010

Masoquismo - Parte II



El sujeto que definía en el post anterior, espero que con claridad, sobrevive diariamente a una violenta tragedia sadomasoquista. Incluyo el prefijo sado- dada la simbiosis entre ambos términos. Alguien que experimenta el masoquismo no está haciendo otra cosa que ejercer el sadismo contra su propio yo, por tanto es posible el que en algún momento lleve a externalizar tal sadismo contra otros, de manera injusta.

Estas personas sobreviven diariamente a sí mismos mientras presencian inconscientemente cómo su yo es incapaz de posicionarse y definirse pese a gozar de libertad. Se someten así pues a su superyó en un acto de desesperación, de aniquilación de sus deseos, de búsqueda de su placer. (Véase los orígenes psicoanalíticos de Freud - aclararé que no pretendo con todo este planteamiento entrar en debate acerca de la veracidad y plausibilidad de complejos tales como el de Edipo y Electra y toda la teoría de ellos desarrollada -.)

Este comportamiento es visible en numerosos hombres y mujeres en mayor o menor medida. El cómo sobrevivir a tales personas es una tarea ardua que muchas veces requiere de un aprendizaje previo basado en la propia experiencia. Llegan a convertirse en lastres para nuestro ser, llegamos a sentir compasión, pena, incluso tendemos a prorrogar nuestra relación en un alarde de superarnos a nosotros mismos, a sabiendas que no tiene futuro. Os podría remitir a una lectura bastante adecuada para tal sensación: "La impaciencia del corazón" de Stephan Zweig.

Cada persona tiende a relacionarse de distinta manera con quienes le rodean, no es una tragedia el renunciar a alguien, sino una elección personal como cualquier otra que nos motiva, incentiva y direcciona en nuestra propia autodefinición. Somos libres para ser como queremos ser y por tanto la actitud de otros no debe alejarnos de tal experiencia.

Está claro que de manera inherente en toda persona se presenta un enfrentamiento entre lo que es de manera natural y lo que ansía ser. Así surge el planteamiento por parte de Freud del Ello, el Yo y el Superyó. El Ello es la manifestación psíquica de nuestras pulsiones o deseos, nuestro instinto. El Yo actúa como mediador entre lo que tiende desesperada e inconscientemente a conseguir el Ello y lo que dicta el Superyó. Finalmente, éste último aparece como una instancia moral que delimita lo correcto de lo que no lo es y por tanto engloba e internaliza las normas, reglas y prohibiciones parentales. Los sujetos masoquistas tienden a someterse a su superyó por su incapacidad a liberarse, a realizarse. Surgen de esta manera personas dependientes que actúan como lastres de los que no lo son.

Opino que todos vislumbramos tendencias masoquistas en nuestra persona. Sin embargo, unos más que otros, tienden a identificarlas y se elevan así sobre sí mismos para combatirlas. El liberarnos de todo aquello que atenta contra nuestra propia expansión es un acto de responsabilidad, de autosuficiencia y de evolución.

Para finalizar, debo mencionar algo que pronuncié en mi anterior post. Hice referencia a una mayor tendencia al masoquismo por parte de la mujer que del hombre. Esto es puramente subjetivo, está claro. Pero sí que identifico en el género femenino una propensión a tal expresión. Si analizamos la posición de la mujer en la raza humana veremos que, sin poder de elección, se ve sometida a una servidumbre en pro de la supervivencia de su especie. Es ella la portadora de la llave que permite la gestación y por tanto, inconscientemente, esto actúa como una esclavitud psicológica de la cual no puede escapar. Así pues podemos apreciar cómo la mujer es confinada a una posición única que debe asimilar desde pronta edad. Si a esto aunamos la presión social que desde años ha infravalorado a la mujer, parece mucho más claro que éstas sean propensas no sólo a forzar un crecimiento personal más ágil y sólido, sino a verse también temprano en disyuntivas que les hagan recapacitar acerca de la vida, de sí mismas y de su condición. Por ello, pienso que tal situación propicia una fertilidad para tal tendencia.


Un fuerte abrazo,
Daniel.

Masoquismo - Parte I



Hay un perfil de persona que se reconoce con cierta claridad en nuestra vida cotidiana. Corresponde a un determinado sujeto el cual convive con impulsos internos contradictorios que le sitúan continuamente en disyuntivas importantes. Dichos impulsos aparecen en su mente como una continua duda que le mantiene en lucha consigo mismo de manera constante y, a menudo, sin obtener satisfacción plena alguna. Este tipo de personas tienden a refugiarse en un aparente odio subconsciente hacia sí mismos y en un sufrimiento por su forma de ser que, en cierto modo, palia el dolor de ser incapaces de sobrevivir a su personalidad. Suelen verse involucradas por decisión propia en experiencias y situaciones que no llevan a ningún puerto pese a ser conscientes de tal hecho. Asimismo, tienden a culpabilizarse en numerosas ocasiones de manera sutil ante lo que sienten otras personas tras entrar en contacto con ellas. Reaccionan así frente a los problemas con una tendencia masoquista e intentando justificar de este modo sus necesidades de afecto y comprensión. Es común encontrarles solos, aislados por propia voluntad, pensando para ellos mismos, esclavizándose en su soledad como analgésico a sus problemas, compartiendo con ellos mismos su condición de seres "especiales".

Estas personas suelen aproximarse de manera sutil a otros que por su personalidad cubren los vacíos que encuentran en sí mismos. En su proceso de aislamiento no llegan a comprometerse del todo, mantienen una distancia necesaria para ellos, camuflan su forma de actuar con un supuesto miedo al dolor o al fracaso y sin embargo, no es más que una tendencia masoquisma a reafirmar sus teorías personales por comparación con los demás así como a recibir efluvios de afecto que palien su malestar. Aparecen pues ante nosotros como sujetos extraordinariamente sensibles, intelectualmente desarrollados, respetuosos en el acercamiento, introvertidos y peculiares.

Este tipo de conductas, aunque pueden reconocerse tanto en hombres como en mujeres, tiende a encontrarse más a menudo entre el género femenino.

Continuaré más adelante acerca de este tema en un nuevo post...


Un abrazo.

domingo, 14 de febrero de 2010

Hay veces que...



Los hombres, en muchas ocasiones, intentamos manipular a nuestras mujeres en favor de nuestros deseos y placeres, egoístamente, a sabiendas que ellas cederán por amor. Asimismo, tendemos a imponernos a costa de la modificación de nuestro estado de ánimo, de nuestra conducta y del bienestar de ambos. El hombre, por regla general, tiende a querer imponerse a la mujer, o lo que es lo mismo, a satisfacer sus propios deseos. Y cuando se le niegan sus necesidades, actuamos a menudo no como hombres, sino como niños.

Pienso que muchos hombres tienen miedo a reconocer que se encuentran en una posición de inferioridad y esto puede conllevar algo trágico para el instinto masculino: claudicar.

Podemos ver este tipo de actitudes en nuestra vida diaria. No es algo fuera de lo común el observar a un hombre presionando a su mujer por obtener tan preciado dulce sexual que añora y luego mostrarse cariñoso y agradable con ella tras conseguirlo. Tampoco lo es el ver a un hombre criticar a su mujer por cualquier tontería con la única excusa de liberar su estres y aplacar sus frustraciones. Qué es pues el conocido "ya voy" sino una excusa para conseguir lo que deseamos a costa del sacrificio de nuestra pareja. Cuántas amigas son sólo amigas y cuántas mujeres deben de aguantar explicaciones estúpidas por parte de sus parejas justificando una conducta que no es ni mucho menos razonable. Cuántos hombres fuerzan un silencio amargo sin expresar sus sentimientos mientras su cerebro parece retumbar en el coche. Y cuán fácil es encontrar a un hombre aprovechándose de la buena fe y el aguante de su mujer, explicándole una mentira que se fuerza él mismo a creer y que no es ni por si fuera poco, sostenible de ninguna manera.

Muchos hombres son incapaces de asimilar que en muchas ocasiones no llevan el control, que su mujer les sobrepasa en madurez. Y así prolongan sus actos hasta que, un buen día, todo cae por su propio peso.

No hay nada de malo en valorar a nuestras mujeres y aprender de ellas en lo bueno. No hay nada de malo en reconocer que muchas veces estamos equivocados, ni es malo el asumir que muchas veces, su última palabra, acorde a su libertad para tomarla, es no.

El aceptar estas cosas nos engrandece como personas, nos hace más humildes y por tanto, nos permite progresar. Muchas veces no podemos renunciar a nuestro instinto, es natural el mantener cierto tipo de conductas, pero es muy importante el ser cada vez más capaces con el tiempo de manejar nuestras actuaciones de una manera racional.

Hay momentos, en donde debemos aceptar su palabra, que es la última, en base a su libertad. El presionarles no sólo es perjudicial para nosotros, también lo es para ellas, pues les hace verse incapaces de tomar una determinación y mantenerla. El aceptar su decisión nos engrandece a nosotros y les hace verse como lo que toda persona debe ser, dueñas de su vida, gestoras de su personalidad.

La humildad nos hace libres y el amor, es la recompensa del humilde.


Un fuerte abrazo,
Daniel.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Intimidad



Por regla general, conforme pasa el tiempo, tendemos a desarrollar tendencias de autodefensa ante las nuevas relaciones que aparecen en nuestra vida. Aunque más que de autodefensa yo las definiría como de supervivencia. Esto es más común observarlo en las mujeres que en los hombres, el que tenga un poco de experiencia notará en seguida cómo una mujer es más propensa a acercarse más lenta y progresivamente al alma ajena, le cuesta más confiar, entregarse y comprometerse. Pero una vez lo hace, lo hace al cien por cien. Primero observa, poco a poco se aproxima y finalmente, si está segura, se entrega con lentitud y discrección. Sin embargo, el hombre suele tender a abrirse con más facilidad, contar sus problemas, intimar. La mujer tiene más presente en su cabeza la posibilidad de poder salir herida.

La intimidad en el hombre y en la mujer suele tener una valoración diferente. Son comunes las relaciones entre distintos sexos en las cuales él siente una necesidad por acelerar el proceso, se entrega abiertamente esperando una reciprocidad a un cierto nivel y, al no obtenerla, se siente frustrado y rechazado en cierta medida. La mujer, por el contrario, tiende a frenar contínuamente, no por falta de interés, sino por miedo a precipitarse, a cometer errores pasados, a confundir al prójimo. Lo que para ella es un acto racional, para él deriva en una sensación de falta de entrega e insatisfacción.

Este suceso, ocurre a diario entre multitud de hombres y mujeres de todo el mundo. No es malo, es un fenómeno natural. A mí me ha ocurrido y me sigue ocurriendo, pero con el tiempo se va aprendiendo a corregir y paliar determinadas acciones que, por experiencia, sabemos no conducen a buen puerto. Y he aquí por lo que son tan apreciadas por muchas mujeres sensaciones como la seguridad en un hombre, la experiencia, el autocontrol, la serenidad... Y por supuesto el sentido del humor, a nadie le viene mal un dulce.

Todo este conjunto de reacciones tan cotidianas son un arma de doble filo para la mujer. Lo que a priori aparece como una reacción de supervivencia al dolor puede transformarse en una insatisfacción personal que aisla a la persona. Así existen muchas mujeres refugiadas en su rutina, en sus hijos, en sus labores. No se resignan a cerrarse puertas, pero permanecen a la espera, sin buscar.

Otras, por el contrario, adoptan una postura distinta. Las dificultades les hacen evolucionar personalmente de una manera soberbia. Así aprenden a separar, entregan su intimidad sin límites abriendo su corazón a sus más allegados que comunmente suelen ser su madre y su marido, mientras que optan por disfrutar de la vida, vivir el presente y dejar fluir las relaciones de manera natural, aceptando lo que traiga la vida tal cual llegue, sin excentricidades. Estimulan nuevas facetas suyas, se entregan a sus hobbies, potencian sus cualidades, disimulan sus defectos... En definitiva, incrementan y atesoran su intimidad. Estas mujeres suelen ser sensibles a sentirse increíblemente dolidas ante los problemas en su núcleo íntimo. Quien se entrega al máximo puede perderlo todo y entonces el dolor es infinito.


Un abrazo

Un posible negociete



¡Viva la mierda! La mierda es un lujo. ¿Quiere usted tener éxito en sus negocios? ¿Quiere vender libros? ¿Quiere triunfar en la música? Hey, únase, súbase a nuestro carro, vendemos mierda, se hará rico, se lo aseguro, ¿le apetece? Ya no se lleva eso de la calidad, eso cuesta poco, sólo hay que recorrerse la sección de libros de cualquier lugar... ¡A quién importa la literatura de verdad, la historia, la poesía, el ensayo! ¡Esos se venden en la sección de Cátedra de bolsillo a 5,95! Eso sí, ¿quiere conquistar a su hijo? Compre este nuevo best-seller, 22 euros, todo el mundo dice que es sensacional, ya sabe, literatura en plan película, mucho diálogo, con un final que no se espera nadie... ¿Se lo envuelvo para regalo? ¿Le pongo una pegatina de felicidades? Tome, su tarjeta por favor. Gracias, firme aquí. Muy bien, eso es todo gracias.

Ley número uno de todo negocio. Si quieres vender como nadie, prescinde de calidad, ahorra costes y camufla tu producto como algo exclusivo, mételo en una caja, adórnalo con un buen lazo y colócalo en serie en una estantería. Permite a tus clientes que pasen por la calle y vean en tu escaparate tal efluvio de marketing moderno, permíteles que sientan su impulso derrochador, no puedo, mejor para el mes siguiente, bueno, voy a entrar. Ya dentro, no les permitas pensar, déjales que actúen, que compren, sin preocuparse. Últimamente hay personas que gastando su dinero sienten orgasmos, son mejores que el sexo, se lo aseguro. Llegan a la tienda y se masturban. Sí, sí, se lo prometo. Es un acto de lujuria, gastar por gastar, tener por tener. Puede hacerlo mientras come un donut, sentirá aún una mayor satisfacción. Nada mejor que soltar veinte eurillos mientras siente la crema y el chocolate en su boca. Y cuando llegue a su casa, póngalo en cualquier lugar. Ah, casi igual de excitante es leer publicidad. ¿No lo ha probado? Tire todos esos anuncios de chicas de la limpieza, instaladores, fontaneros... todos esos papeles de gente promocionándose. Y agarre ese folleto enorme lleno de páginas rojo. Televisores, ordenadores, películas, cds... ¿Mirar es gratis, no?

¿Has estudiado derecho? uf, vaya tostón, yo no podría. ¿Bellas artes? La verdad es que yo para estudiar una carrera... que sí, que es muy bonito, tiene que ser precioso, pero luego qué, si es que no hay trabajo. Ya sabes, es como estudiar historia o filología, terminas y al paro. ¿Entonces para qué voy a malgastar mi tiempo? Hija, haces bien, hoy en día te metes en cualquier carrera de ciencias y nada más salir eres mileurista sí, pero al poco tiempo te puedes colocar casi en los dos mil... y oye, la seguridad es la seguridad. Además, yo valoro mi independencia, no quiero sentirme atada, cobro un dinerito que oye, no todo el mundo tiene la suerte de cobrarlo, no está nada mal. Y de vez en cuando, me doy un caprichito.

Nunca la cultura ha sido más repudiada. Dentro de poco a toda esa gente rara que ha estudiado derecho, filosofía, bellas artes, historia... periodismo... bueno no, periodismo no... como que tiene más glamour, ¿no? Además, si eres guapa, tienes tetas y... ¡joder! ¡puedes acabar en Telecinco! cinco años de carrera para acabar haciendo anuncios en minifalda, a modo de equilibrista, en los que termines con esa cara tan bonita que tienes... guiñando un ojo con el slogan de tu cadena. Pues eso, dentro de poco, a toda esa gente tan rara y diferente, todos esos tipos extraños de letras, les van a encerrar en un ghetto. ¡Van a vivir como los amish!

Y esto es sólo el principio. ¿Has probado a cambiarte tu foto de facebook por una de una chica rubia? Yo lo hice durante un tiempo, fue una experiencia incalculable. Pese a que mi nombre era "Daniel", recibía diariamente toneladas de solicitudes de amistad. Debe ser por el femenino de Daniel en inglés, Danielle, y como eso de la cultura no se lleva... Quién sabe, lo mismo la rubia no había escrito bien su nombre. Lo más triste de todo es que la foto era de Charlize Theron. Quién sabe, a lo mejor si me cambio mi nick de "ElTiempoPerdido" por... "Marta"... por decir un nombre, ¿eh?, en menos de dos meses tengo 200 seguidores... Los que más me gustan son esos tipos semidesnudos que aparecen frente a un espejo mostrando sus abdominales. Ufff... ¡cómo me ponen! Aceptar. Ay va... no había caído... a ver si tengo tantos seguidores porque... claro! ElTiempoPerdido... a ver si va a ser una chica! Vamos a comentar. Voy poner un comentario así interesante, en plan intelectual, lo adornaré con una poesía para que quede más galán. Oh, firma como Daniel, vaya... ya no mola, no es lo mismo.

El otro día se me ocurrió un posible "buen negocio". Crear un colegio sectario. Estaría fenomenal, con clases sectarias, como en "El club de los poetas muertos". Un colegio donde se educara a las personas. Iría en contra del modelo educativo, sería una pena pues los niños no podrían optar a la selectividad... Y no podrían ir a la Universidad... serían inmigrantes en la sociedad. ¡Aunque pensándolo bien estaría genial, así recibirían ayudas por parte del Gobierno!


Quién sabe, lo mismo monto uno.


Un abrazo.


* * * * *

Foto: Lakefield School Collegue, Canada

Primavera



Hay momentos en los que uno presiente un cambio importante en su vida, uno de esos cambios tan bien conocidos que le hacen dar por finalizada una larga etapa para ver cómo da comienzo una nueva. Estos sucesos son forzados por las circunstancias y no determinados por uno mismo. Así pues, implican un esfuerzo por readaptarse a lo que deberá ser asimilado y renovado.

Mi experiencia me dice que este tipo de presentimientos suelen tenerse previamente a la sucesión de varios cambios, si bien no simultáneos, sí próximos temporalmente entre sí, que desestabilizan por completo el sistema vigente impuesto en nuestras vidas. Suelen intuirse por la modificación progresiva de nuestro entorno y por su correspondencia con un periodo de inflexión social de cuantos nos rodean. Como se suele decir... el cuerpo lo va pidiendo.

Me pregunto cuándo estos cambios sucederán, de qué tipo serán y cómo me afectarán. Puede que todo esto venga por la primavera que tanto altera, no lo sé. Quizás es que empiezo a estar cansado ya del invierno. A todo esto, me resulta sorprendente cómo me mimetizo con las estaciones del año...

Hay que ir preparando el jardín, la savia comienza a fluir.


Un abrazo.
Daniel.

martes, 9 de febrero de 2010

Esencia



Lo importante de mis textos, de mis pensamientos, no está en su contenido ni en su forma, sino entre las líneas que vuestro cerebro impaciente devora desde su principio hasta el final. He ahí donde radica vuestra excentricidad y la mía, vuestra esencia y mi esencia, vuestro principio y mi fin.

Soy un vibrante atractor ecléctico para mis afines, profundo y auténtico, aunque intente esquivarlo en una introspección cada vez más al alza. No es mi intención hacer pedagogía sino satisfacer mi alma, encontrar en el reposo de mis textos la persistencia de mi memoria. No obstante, si de cada escrito frases útiles para sí pudieran sacarse, me alegro que así se hiciere, aunque personalmente pueda dudar de su peso académico. Soy lo que soy por lo que una vez fui y por lo que, con constancia, aprendo de mis fracasos. No soy ni por asomo lo que quisiera llegar a ser y he ahí mi insatisfacción. ¿Cómo no dudar pues de mi talante si añoro lo que con insistencia persigo alcanzar y, conscientemente, estoy seguro de no haber conseguido aún?

Desnuda pues mi intención, libre de interpretaciones espurias, de mis pensamientos una norma, en cada texto: nunca ha de haber normas en mis pensamientos. Cuando sienta el sistema confabular contra mí, será hora pues de cambiar la forma en que abordo al sistema. No es tanto la técnica como la estrategia. Por qué poner trabas a mi expansión. Así, la catatonia del estratega está implícita en su modus operandi, he ahí donde radica su esencia, la misma que habita entre mis líneas, aquella que previamente comenté, mas siempre con el mismo horizonte en su lucha. Véase aquí donde radica la grandeza.


Feliz martes.

lunes, 8 de febrero de 2010

Yo y ellos



Tengo tan pocos amigos que asumo como normal el a menudo sentirme solo. De hecho, me empezaré a preocupar cuando sienta que tengo demasiados.

Hace tiempo aprendí que a los amigos no hay que hacerles ver que son tus mejores amigos. El trato, las necesidades, los pensamientos, los sentimientos... no son siempre bidireccionales al mismo nivel. El ritmo no es el mismo para ambas partes.

He llegado al punto de no pedir nada a cambio. No pido sentirme correspondido en intensidad. Pienso que, si mi criterio es suficientemente bueno y soy constante, incansable, detallista y agradable, puedo llegar a calar hondo en determinadas personas que, con el tiempo, verán en mí alguien que durante el paso del tiempo ha sabido estar ahí y, a su vez, yo me sentiré reconfortado por haber conseguido hacer prosperar una relación que para mí ha sido un proyecto personal. ¿Y qué son nuestras amistades sino proyectos personales? ¿Y qué es nuestra pareja sino un proyecto personal?

Asumo que puedo equivocarme, que las personas pueden tomar caminos distintos, tener necesidades divergentes de las mías, asumo que la relación no depende enteramente de mí.

He aprendido también que las relaciones se transforman cuando forzamos su ritmo. Que los límites son importantes. Que los amigos no están para cuando uno quiera. He aprendido, o estoy aprendiendo todavía, a esperar, a ser más paciente, a dejarme guiar por la intuición sin atender a baches ni a malas épocas.

Las relaciones personales son mi tarea pendiente. Mi error durante mucho tiempo fue esperar en exceso de las personas. No entendí que en una relación, no hay que trabajarse al otro, sino trabajar sobre uno mismo.

También debo tener en cuenta que siempre me he sentido diferente. Es un sentimiento remanente en mí desde hace muchísimos años. Ya se lo decían siempre mis profesores a mis padres... "Daniel no es como los demás", recuerdo a mi madre preocupada por mí como si fuese un bicho raro, recuerdo aquel psicólogo del colegio que pensó incluso en adelantarme un curso... Siempre he sido peculiar. Y esto, puede a veces jugarte malas pasadas.


Un abrazo.

viernes, 5 de febrero de 2010

Mi mujer



Lo reconozco, tengo una vida sexual muy satisfactoria y digamos que a medida que pasa el tiempo, me satisface aún más. Mi mujer es una verdadera maravilla y yo.. hago lo que puedo. Hace tiempo no era así, me sentía frustrado y, estúpidamente, como muchos hombres, culpaba a mi mujer del problema. Llegué a ser una tortura para ella hasta el punto de resignarse y enojarse conmigo. Mi orgullo y ego me impedían reconocer que yo era el problema. No conocía a mi mujer. No sabía qué la gustaba, no recibía porque era incapaz de dar en la dirección adecuada. No hablaba con ella, me limitaba a resignarme asumiendo que el problema no radicaba en mí, sino en su forma de ser y en su forma de comportarse. Extrapolé el problema a otros terrenos perjudicando mi relación. Así, un problema de comunicación se convirtió en una mancha enorme en nuestras vidas. La culpabilizaba de mis frustraciones, de mis fracasos, de mis males, de todo aquello que yo sentía no alcanzaba un cierto grado de satisfacción. Esto la llevó a identificarse como el centro del problema, la causa de mis males y el cáncer de la relación. Llegué a arremeter contra su forma de ser, su forma de vestir y su manera de comportarse. Sufrió muchísimo, por mi culpa.

Somos humanos, y nuestros errores deben de permitirnos avanzar en la dirección correcta, corregirlos y lo más importante, aprender de ellos.

Fueron tiempos muy malos en los que perdí el horizonte, cuestioné mis principios, mi forma de ser, mi actitud y mis formas. No era yo la persona que quería ser. Sin embargo, la fortaleza de mi mujer y su contínuo amor incondicional, consiguió hacerme reaccionar. Yo la dejaba, me separaba de ella, y sin embargo, ella me esperaba, incondicionalmente, pasara lo que pasara. Yo era una veleta, ella era el mástil firme y sólido al que agarrarse. Ambos dudábamos, pero ella no cuestionaba sus ideas, sus sentimientos, yo sí. En su fortaleza y serenidad encontré mi norte, a ella volví cuando ya nada de mí quedaba, reconociendo que yo era el problema, en el mayor acto de humildad que he realizado en mi vida. Vinieron tiempos de reconciliación, en los que fui descubriendo a una mujer mucho más hermosa de lo que antes imaginaba que tenía. Experimenté una forma de besar distinta, una forma de mirar sincera, sin mentiras, transparente. En ella encontré calor y ternura, amor y cariño y lo que es más importante, perdón.

No valoramos a nuestras mujeres lo suficiente. No somos capaces de entender lo que nos llegan a dar.

Mi mujer hoy es lo más hermoso, lo más preciado y lo más poderoso que tengo en mi vida. La forma en que la miro hoy, no es la misma forma en que la miraba antes. Cuando juntos, a solas, nos abrazamos, nuestro amor es la sensación más preciosa e indescriptible que nunca hemos sentido ambos. Nuestro amor, nuestra relación, tiene un valor, es el resultado de un esfuerzo común, del perdón, del reencuentro y del compromiso por continuar.

Como podréis comprender, el mensaje de fondo a este post no es el narraros un problema sexual, sino el camino que recorrí hasta encontrar su solución y el éxito personal que para mí supuso reencontrarme con mi mujer.

Hoy la conozco mejor, si es que alguna vez llegamos a conocer a nuestras mujeres todo lo que ellas se merecen. La entiendo mejor, la escucho más (aunque ella siempre dirá que nunca será suficiente), la cuido más y la protejo más. Una nota curiosa es que antes yo tenía muchos miedos y en la calle me sentía acobardado ante una amenaza. Ahora, me siento seguro, en mí ha nacido un sentimiento por proteger a los míos que antes no conocía.

Nuestras mujeres muchas veces cuidan más de nosotros que nosotros de ellas. Llegamos a comportarnos como sus hijos, más que como sus maridos. No alcanzamos a entender muchas veces sus necesidades, sus insatisfacciones y sus estados de ánimo. Así, nos creemos los capitanes de un barco que no tripulamos nosotros, vivimos nuestro propio sueño. Y ellas, humildes y honradas, nos dejan vivir nuestra historia.


Sinceramente, un hombre no es más hombre por lo que dice, sino por lo que hace.

Yo os invito, desde la proximidad y el cariño, a querer a vuestras mujeres tal y como se merecen, porque lo que experimentaréis superará todas vuestras expectativas.


Un fuerte abrazo.

jueves, 4 de febrero de 2010

Permíteme



No hay nada que más me seduzca ahora que la idea de disfrutar de tu intimidad, perforándote los huesos con mi ser y aniquilando tus barreras hasta llegar a tu forma primitiva, más hermosa y tímida. Porque, desnudo en letras, ya nada puede importarte, puedes sentirte cómplice y deshinibida, cercana a mí, incluso ligeramente agresiva.

Espero entiendas que durante mucho tiempo tuve que estar reprimido, no eran formas ni mucho menos mi estilo, la palabra a veces torna a tórrida cuando se articula en persona. No obstante, permite que me tome la libertad de dejarme verte en cueros, no de cuerpo sino de alma, tal y como me entrego a tí es como quise y no pude expresarme, amor.

Te me antojas exquisita, el más dulce paladar que mi lengua haya saboreado antes, así como la carne de tus labios, tan tensa y viperina que arranca de mí, te aseguro, mi más preciado sentimiento de culpa. Deseo recorrerte la boca - no sé si antes esto pudieran haberte descrito, mas no importa -, su contorno y forma. Y una vez ésta quede abierta, quisiera posar mi carne húmeda sobre la tuya, saboreándola, descubriendo su esponjosidad y textura, con mis manos sujetando tu rostro y tu sexo clavado en mi sexo.

Dentro de tu cavidad sabré todo de tí, allí percibiré tu esencia, el perfume de tu cuerpo y el volumen jabonoso de tus párpados. Abrazada a mí entenderás que el olvido puede ser transcrito, como un instante, como un beso, como mi beso. Quiero transmitirte mi impaciencia por explorar tu cuello, naufragando lentamente por la suavidad de tu barbilla, la profundidad de tus ojos y la tierna consonancia de tu voz. Cerca de tí, con tu espalda en mi pecho, nada quedará a tu cuerpo más que el aire y la seguridad de mis manos. Voz con voz, silencio tras silencio y el más arcano placer descrito.

Quisiera, si en tu tiempo cupiesen aún gestos de aliento, que mirándome a los ojos me dijeses de nuevo que no deseas, con absoluta franqueza, repetir tu huída pasada. Que esta vez ansías desgarrar mis entrañas, revolver tus pasiones y destruir cualquier flaqueza tuya que pueda reprimirte de mí. Amor, es tal la intensidad de mis sentidos que una palabra tuya tan sólo puede destruirme. Por ello, te pido permiso, con mi más sincero respeto, para dejarme disfrutar de tí no únicamente vestida, sino desnuda, abrazada a mí, enloquecida en sudor y lágrimas. Te pido, como nunca jamás he pedido a ninguna otra mujer, que me dejes amarte, disfrutarte y besarte, como si fuese esta la última vez que fuese a verte sobre la tierra.

Un secreto


Pienso que las personas deberían preocuparse más por sus raíces, es importante entender de dónde venimos para encuadrar mentalmente nuestra vida dentro de un contexto circundante que nos defina. El indagar acerca de lo que fueron aquellos que nos rodean nos delimita psicológicamente así como nos hace vernos reflejados en ciertos aspectos de su personalidad. Entonces, pasamos de entendernos como nos concebimos diariamente a dibujarnos como realmente somos.

Si indagamos en nuestros familiares, en su carácter y en sus pensamientos, podremos descubrir las dificultades que moldearon su forma de ser, sus miedos, sus frustraciones, sus motivaciones. Pasamos a convertirnos así en cartógrafos de vidas, en perforadores de almas...

En toda vida existe un hecho clave, profundamente determinante. Es por ello que estas frases deben de ser digeridas en su esencia, con extremada lentitud y proximidad, pues son la catálisis de lo que una vez fuimos a lo que nos convertimos. La muerte de nuestros padres construye un antes y un después en nosotros. Ocurre, para muchos, que cuando comenzamos a entenderles, a disfrutarles y realmente a dibujarles, los perdemos. La vida es así de cruel y no nos pide nada a cambio excepto el aceptarlo. Para otros, este proceso es menos traumático y la vida les permite disfrutar aún un poco más de ellos, a sabiendas que el tiempo no perdona y pasa por su piel de igual forma que por su corazón. Sí, y digo su corazón porque hay un instante en el cual nos ven mayores y deciden vivir con mayor intensidad la vida. Vienen entonces etapas de reconciliación, aproximación y disfrute. Es una etapa donde, curiosamente, tras años de agarrarnos a nuestro cinismo por negar todo aquello que nos adelantaban, pasamos a asumir que la vida irremediablemente trata a todos por igual y nosotros no íbamos a ser menos, al igual que ellos, sentimos todo aquello que sentían y descubrimos, en la humildad y brazos del tiempo, que somos más parecidos de lo que creíamos. Esta, si bien no es una muerte física, sí que es una muerte de la concepción que teníamos de ellos, muerte que torna a renacer en nuestros ojos en forma de una realidad que durante mucho tiempo fuimos incapaces de apreciar. Nos convertimos en seres más humildes, más sensatos, más próximos. Entendemos que aquella imagen que durante mucho tiempo, con talante, nos obligábamos a aceptar como futura de nosotros mismos, no era sino efímera y marchita. Lo que nos negábamos a ser, lo somos, lo que pretendíamos ser aún nos resistimos a serlo y lo que pudo haber sido por regla general, no fue. Así comienza una nueva carrera de identificación, maravillosa, de contínuo asombro personal ante una vida que nos rebaja con su peso y magnanimidad a la fosa del reencuentro, a la esencia del perdón y del amor y en definitiva, al tiempo.

Este es el momento en el que termina nuestra juventud como tal concebida. Es el inicio de la edad adulta.

La vida desde entonces, comienza a avanzar a una velocidad de vértigo. Los meses son entonces semanas y éstas, a la sumo días. Nuestros hijos apenas nos dejan disfrutar de su niñez, su preadolescencia nos planta directamente en el inicio de sus estudios universitarios y descubrimos que, entre tanto cocinar, vestirles y educarles, de los noventa pasamos a un nuevo siglo y sin querer, ya no tenemos aquellos preciados veinti muchos que ahora, se han convertido en unos cuantos más.

Atrás ya queda el verlos nacer, el vestirles, aquellos días en los cuales no entendíamos por qué éramos tan distintos a otros, nuestros primeros meses de trabajo en aquella oficina casi olvidada, qué jóvenes por entonces y qué energía... Y ahora, después de mucho tiempo, un joven familiar en su plenitud, con una especial sensibilidad, me desborda enfrente suya con unos recuerdos que, muy sabiamente, pone sobre la mesa como reflejo de lo que soy, lo que fui y lo que me negué a ser.

Esta es la tesitura en la que me encontré hace días con un familiar mío, mi tía, mayor que yo, al escuchar sus palabras, al aproximarme a ella y sentir de cerca todo su romanticismo, su ternura, sus miedos, pasiones y recuerdos. ¿Cómo aceptar por entonces que nosotros ya no somos los jóvenes y somos los que se sientan a contar nuestras experiencias? ¿Cómo aceptar que ayer, no hace años, sino ayer, nosotros teníamos las fuerzas y energías del que hoy nos pregunta?


Tienes un don, me dijo.

Y yo sonreí.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Sacha!

Rebuscando por todo el ordenador he encontrado un video de la niña de mis ojos!!

Un poco de humor



Hoy me he propuesto que mi post sea informal, ya sabéis, de vez en cuando nunca viene mal reirse!. Así pues, dejadme que me remangue, dadme un minuto para irme a ponerme cómodo, necesito despeirnarme un poco, pillar algo para beber y sentarme al teclado. Ok, ya! joder, qué rapidez...

Bueno, que eso, madre mía del amor hermoso! acabo de mirar el calendario y sí! dentro de nada es abril! el mes más precioso del año porque, entre otras cosas, nací yo :). Siento que los que nacísteis en otro mes podáis sentiros desplazados pero... ais, qué se le va a hacer, no es fantástico? es mi blog y puedo decir lo que me de la gana! qué sensación. Además, nací por la mañana, mi madre dice que no paraba de llover y yo de llorar así que, la conclusión así a priori, es que nací para dar por... pero bueno, yo intento ser un poco más optimista y pienso que no todo el campo es orégano, que tengo que tener algo de especial, al menos Vero dice que soy encantador pero... a veces también dice que mejor que me encierren. Ufff... independientemente de todo, abril es un mes maravilloso y me da que a finales de marzo ya estaré dando palmadas y eligiendo mi tarta, soltando pistas acerca de... "NooOOOooo veas lo que me hace falta esto Vero!", "aiisss, has visto qué bonito? no sería fantástico tener uno??? me encanta!".

Ah, aprovechando la ocasión y dado que hoy me pilláis así en plan pachangón quiero decir una cosa, bueno no, varias. Al próximo que me vuelva a enviar una invitación a un grupo de facebook, le borro de la lista (por cierto, sobre tooOOooodo a Farmville, por favor!!! ya os vale con las putas granjas!!!). Al próximo (bueno, esto también es válido para mujeres, no quiero ser descortés ;)) que me agregue y que cuando vea su foto diga... "y ete quié es?" pues eso, que esta vez no le borro pero vamos, que IGNORAR. Ta claro, no? Ejem, ok, perfecto, parte 1 superada.

Parte 2, a ver, ya vale de botes y rebotes. Últimamente, en los últimos... digamos décadas, he asistido a ver cómo ciertas personas transgiversan no sólo lo que digo, sino también mi personalidad. Ejemplo (esto es como la escuela): si fulanito hace tal, es porque ha debido de pensar esto y ha hecho lo otro, así que como hace tiempo hizo tal, entonces uniendo las migas de pan, es así, no así mejor, bueno así quizás, eso es, lo sabía, será cerdo... Capicci? No es más fácil ir directamente y decir, oye te pasa algo? ocurre esto... Señores, el problema está en ustedes, no en mí. Yo vivo muy tranquilo y mi conciencia está muy tranquila. Llevo más de diez años en compañía de mi mujer, más de diez años con los mismos amigos y mi vida es estable, no qué cojones! estable es poco! (bueno rutinaria no, eh? a mí es que eso no me va), vamos, que estoy muy contento. Así que please, que si queréis reconciliaros... aquí tenéis mis brazos, venid a mí hijos pródigos! que no? pues mira hijo, yo qué quieres que le haga? tú por tu camino y yo por el mío, más yo no puedo hacer...

Ejem... ais, es que o te tomas estas cosas con sentido del humor o te puede dar algo hija... qué bien sienta una coca cola ahora a todo esto.

Bueno, SEGUIMOS!

El otro día, asistí a un acontecimiento histórico! hay veces que un hombre debe de afrontar sucesos asombrosos y yo me dí cuenta de que no estaba lo suficientemente preparado como para recibir el impacto emocional contenido por esta frase (dicha por Vero por supuesto). Dijo... "te ha salido la paella mejor que a mi madre!!". Por favor! alabado sea el Señor!! Vosotros entendéis lo que acabo de decir? Significa no sólo que la gustó (que ya es jodidamente difícil) sino que era mejor que la que hace su madre, su mami, mamá, mamuchi, la persona que hace todo tal y como a ella le gustaría hacerlo, su icono de vida, su inspiración...! Ufff, fue oirlo y mira, me dió así, como un subidón, como, mira... algo como por aquí, ya sabes, así por la tripa que me subió y me hizo ufffffff! ais, qué maravilla. Cómo no voy a quererla? es imposible!

De igual manera, las buenas anécdotas no acaban aquí. Mi hija, es decir, mi perra, Sacha, porque es como mi hija... veréis, cuando se tiene una perra uno se levanta por las mañanas, se ducha, se viste, se arregla, se la lleva al parque, se la recoge sus cositas, vuelve y la da de comer, la echa agua en el bebedero, la quita el arnés... y si le queda tiempo para él... desayuna! así son los perros, o mejor, los hijos, porque además encima se les quiere muchísimo! Bueno, que eso, como iba diciendo, mi hija ya se tumba!! no es maravilloso? Síiii, lo he conseguido! con premios. Y además, vuelve cuando la llamo! no es cojonudo? La quito la correa en el parque, va sola!, y cuando la llamo vuelve! viene hacia mí! me quiere! Esto es como cuando el hijo dice papá, pues igual. ¿Cómo lo he conseguido? pues gracias a unas galletitas milagrosas a las cuales estoy a punto de donar mi herencia. Llevo dos premios en el bolsillo, las galletitas normales y los cojopremios, son la reina de todas las galletas, los tuétanos, la vuelven loca. Y a base de irme todas las noches a practicar al parque y ver cómo Sacha me ignoraba por completo, pasaba de mí y hacía lo que la daba la gana... poco a poco, fue identificándome como un inmenso tuétano, y cuando la decía "ven aquí" venía. Fue indescriptible... qué sensación.

Bueno, sí que está dando para rato mis anécdotas, no? La verdad es que tengo mil más pero... mejor seguiré en otra ocasión.

Venga,
un abrazo enormee!!!

martes, 2 de febrero de 2010

Gabo



Por primera vez, en este blog un artículo no va a ser mío, sino de uno de los más grandes escritores que ha parido la literatura. Con todo mi respeto, y cariño, aquí os dejo un texto, valiosísimo, de Gabriel García Márquez.

* * * * *

Un Manual para ser niño
Gabriel García Márquez


--------------------------------------------------------------------------------

"Aspiro a que estas reflexiones sean un manual para que los niños se atrevan a defenderse de los adultos en el aprendizaje de las artes y las letras. No tienen una base científica sino emocional o sentimental, si se quiere, y se fundan en una premisa improbable: si a un niño se le pone frente a una serie de juguetes diversos, terminará por quedarse con uno que le guste más. Creo que esa preferencia no es casual, sino que revela en el niño una vocación y una aptitud que tal vez pasarían inadvertidas para sus padres despistados y sus fatigados maestros. Creo que ambas le vienen de nacimiento, y sería importante identificarlas a tiempo y tomarlas en cuenta para ayudarlo a elegir su profesión. Más aún: creo que algunos niños a una cierta edad, y en ciertas condiciones, tienen facultades congénitas que les permiten ver más allá de la realidad admitida por los adultos. Podrían ser residuos de algún poder adivinatorio que el género humano agotó en etapas anteriores, o manifestaciones extraordinarias de la intuición casi clarividente de los artistas durante la soledad del crecimiento, y que desaparecen, como la glándula del timo, cuando ya no son necesarias.

Creo que se nace escritor, pintor o músico. Se nace con la vocación y en muchos casos con las condiciones físicas para la danza y el teatro, y con un talento propicio para el periodismo escrito, entendido como un género literario, y para el cine, entendido como una síntesis de la ficción y la plástica. En ese sentido soy un platónico: aprender es recordar. Esto quiere decir que cuando un niño llega a la escuela primaria puede ir ya predispuesto por la naturaleza para alguno de esos oficios, aunque todavía no lo sepa. Y tal vez no lo sepa nunca, pero su destino puede ser mejor si alguien lo ayuda a descubrirlo. No para forzarlo en ningún sentido, sino para crearle condiciones favorables y alentarlo a gozar sin temores de su juguete preferido. Creo, con una seriedad absoluta, que hacer siempre lo que a uno le gusta, y sólo eso, es la fórmula magistral para una vida larga y feliz.

Para sustentar esa alegre suposición no tengo más fundamento que la experiencia difícil y empecinada de haber aprendido el oficio de escritor contra un medio adverso, y no sólo al margen de la educación formal sino contra ella, pero a partir de dos condiciones sin alternativas: una aptitud bien definida y una vocación arrasadora. Nada me complacería más si esa aventura solitaria pudiera tener alguna utilidad no sólo para el aprendizaje de este oficio de las letras, sino para el de todos los oficios de las artes.


La vocación sin don y el don sin vocación

Georges Bernanos, escritor católico francés, dijo: "Toda vocación es un llamado". El Diccionario de Autoridades, que fue el primero de la Real Academia en 1726, la definió como "la inspiración con que Dios llama a algún estado de perfección". Era, desde luego, una generalización a partir de las vocaciones religiosas. La aptitud, según el mismo diccionario, es "la habilidad y facilidad y modo para hacer alguna cosa". Dos siglos y medio después, el Diccionario de la Real Academia conserva estas definiciones con retoques mínimos. Lo que no dice es que una vocación inequívoca y asumida a fondo llega a ser insaciable y eterna, y resistente a toda fuerza contraria: la única disposición del espíritu capaz de derrotar al amor.

Las aptitudes vienen a menudo acompañadas de sus atributos físicos. Si se les canta la misma nota musical a varios niños, unos la repetirán exacta, otros no. Los maestros de música dicen que los primeros tienen lo que se llama el oído primario, importante para ser músicos. Antonio Sarasate, a los cuatro años, dio con su violín de juguete una nota que su padre, gran virtuoso, no lograba dar con el suyo. Siempre existirá el riesgo, sin embargo, de que los adultos destruyan tales virtudes porque no les parecen primordiales, y terminen por encasillar a sus hijos en la realidad amurallada en que los padres los encasillaron a ellos. El rigor de muchos padres con los hijos artistas suele ser el mismo con que tratan a los hijos homosexuales.

Las aptitudes y las vocaciones no siempre vienen juntas. De ahí el desastre de cantantes de voces sublimes que no llegan a ninguna parte por falta de juicio, o de pintores que sacrifican toda una vida a una profesión errada, o de escritores prolíficos que no tienen nada que decir. Sólo cuando las dos se juntan hay posibilidades de que algo suceda, pero no por arte de magia: todavía falta la disciplina, el estudio, la técnica, y un poder de superación para toda la vida.

Para los narradores hay una prueba que no falla. Si se le pide a un grupo de personas de cualquier edad que cuenten una película, los resultados serán reveladores. Unos darán sus impresiones emocionales, políticas, o filosóficas, pero no sabrán contar la historia completa y en orden. Otros contarán el argumento, tan detallado como recuerden, con la seguridad de que será suficiente para transmitir la emoción del original. Los primeros podrán tener un porvenir brillante en cualquier materia, divina o humana, pero no serán narradores. A los segundos les falta todavía mucho para serlo ­base cultural, técnica, estilo propio, rigor mental­ pero pueden llegar a serlo. Es decir: hay quienes saben contar un cuento desde que empiezan a hablar, y hay quienes no sabrán nunca. En los niños es una prueba que merece tomarse en serio.


Las ventajas de no obedecer a los padres

La encuesta adelantada para estas reflexiones ha demostrado que en Colombia no existen sistemas establecidos de captación precoz de aptitudes y vocaciones tempranas, como punto de partida para una carrera artística desde la cuna hasta la tumba. Los padres no están preparados para la grave responsabilidad de identificarlas a tiempo, y en cambio sí lo están para contrariarlas. Los menos drásticos les proponen a los hijos estudiar una carrera segura, y conservar el arte para entretenerse en las horas libres. Por fortuna para la humanidad, los niños les hacen poco caso a los padres en materia grave, y menos en lo que tiene que ver con el futuro.

Por eso los que tienen vocaciones escondidas asumen actitudes engañosas para salirse con la suya. Hay los que no rinden en la escuela porque no les gusta lo que estudian, y sin embargo podrían descollar en lo que les gusta si alguien los ayudara. Pero también puede darse que obtengan buenas calificaciones, no porque les guste la escuela, sino para que sus padres y sus maestros no los obliguen a abandonar el juguete favorito que llevan escondido en el corazón. También es cierto el drama de los que tienen que sentarse en el piano durante los recreos, sin aptitudes ni vocación, sólo por imposición de sus padres. Un buen maestro de música, escandalizado con la impiedad del método, dijo que el piano hay que tenerlo en la casa, pero no para que los niños lo estudien a la fuerza, sino para que jueguen con él.

Los padres quisiéramos siempre que nuestros hijos fueran mejores que nosotros, aunque no siempre sabemos cómo. Ni los hijos de familias de artistas están a salvo de esa incertidumbre. En unos casos, porque los padres quieren que sean artistas como ellos, y los niños tienen una vocación distinta. En otros, porque a los padres les fue mal en las artes, y quieren preservar de una suerte igual aun a los hijos cuya vocación indudable son las artes. No es menor el riesgo de los niños de familias ajenas a las artes, cuyos padres quisieran empezar una estirpe que sea lo que ellos no pudieron. En el extremo opuesto no faltan los niños contrariados que aprenden el instrumento a escondidas, y cuando los padres los descubren ya son estrellas de una orquesta de autodidactas.

Maestros y alumnos concuerdan contra los métodos académicos, pero no tienen un criterio común sobre cual puede ser mejor. La mayoría rechazaron los métodos vigentes, por su carácter rígido y su escasa atención a la creatividad, y prefieren ser empíricos e independientes. Otros consideran que su destino no dependió tanto de lo que aprendieron en la escuela como de la astucia y la tozudez con que burlaron los obstáculos de padres y maestros. En general, la lucha por la supervivencia y la falta de estímulos han forzado a la mayoría a hacerse solos y a la brava.

Los criterios sobre la disciplina son divergentes. Unos no admiten sino la completa libertad, y otros tratan incluso de sacralizar el empirismo absoluto. Quienes hablan de la no disciplina reconocen su utilidad, pero piensan que nace espontánea como fruto de una necesidad interna, y por tanto no hay que forzarla. Otros echan de menos la formación humanística y los fundamentos teóricos de su arte. Otros dicen que sobra la teoría. La mayoría, al cabo de años de esfuerzos, se sublevan contra el desprestigio y las penurias de los artistas en una sociedad que niega el caracter profesional de las artes.

No obstante, las voces más duras de la encuesta fueron contra la escuela, como un espacio donde la pobreza de espíritu corta las alas, y es un escollo para aprender cualquier cosa. Y en especial para las artes. Piensan que ha habido un despilfarro de talentos por la repetición infinita y sin alteraciones de los dogmas académicos, mientras que los mejor dotados sólo pudieron ser grandes y creadores cuando no tuvieron que volver a las aulas. "Se educa de espaldas al arte", han dicho al unísono maestros y alumnos. A estos les complace sentir que se hicieron solos. Los maestros lo resienten, pero admiten que también ellos lo dirían. Tal vez lo más justo sea decir que todos tienen razón. Pues tanto los maestros como los alumnos, y en última instancia la sociedad entera, son víctimas de un sistema de enseñanza que está muy lejos de la realidad del país.

De modo que antes de pensar en la enseñanza artística, hay que definir lo más pronto posible una política cultural que no hemos tenido nunca. Que obedezca a una concepción moderna de lo que es la cultura, para qué sirve, cuanto cuesta, para quién es, y que se tome en cuenta que la educación artística no es un fin en sí misma, sino un medio para la preservación y fomento de las culturas regionales, cuya circulación natural es de la periferia hacia el centro y de abajo hacia arriba.

No es lo mismo la enseñanza artística que la educación artística. Esta es una función social, y así como se enseñan las matematicas o las ciencias, debe enseñarse desde la escuela primaria el aprecio y el goce de las artes y las letras. La enseñanza artística, en cambio, es una carrera especializada para estudiantes con aptitudes y vocaciones específicas, cuyo objetivo es formar artistas y maestros como profesionales del arte.

No hay que esperar a que las vocaciones lleguen: Hay que salir a buscarlas. Están en todas partes, más puras cuanto más olvidadas. Son ellas las que sustentan la vida eterna de la música callejera, la pintura primitiva de brocha y sapolín en los palacios municipales, la poesma en carne viva de las cantinas, el torrente incontenible de la cultura popular que es el padre y la madre de todas las artes.


¿Con qué se comen las letras?

Los colombianos, desde siempre, nos hemos visto como un país de letrados. Tal vez a eso se deba que los programas del bachillerato hagan más énfasis en la literatura que en las otras artes. Pero aparte de la memorización cronológica de autores y de obras, a los alumnos no les cultivan el hábito de la lectura, sino que los obligan a leer y a hacer sinopsis escritas de los libros programados. Por todas partes me encuentro con profesionales escaldados por los libros que les obligaron a leer en el colegio con el mismo placer con que se tomaban el aceite de ricino. Para las sinopsis, por desgracia, no tuvieron problemas, porque en los periódicos encontraron anuncios como este: "Cambio sinopsis de El Quijote por sinopsis de La Odisea ". Así es: en Colombia hay un mercado tan próspero y un tráfico tan intenso de resúmenes fotostáticos, que los escritores armamos mejor negocio no escribiendo los libros originales sino escribiendo de una vez las sinopsis para bachilleres. Es este método de enseñanza, ­y no tanto la televisión y los malos libros­, lo que está acabando con el hábito de lectura. Estoy de acuerdo en que un buen curso de literatura sólo puede ser una gema para lectores. Pero es imposible que los niños lean una novela, escriban la sinopsis y preparen una exposición reflexiva para el martes siguiente. Sería ideal que un niño dedicara parte de su fin de semana a leer un libro hasta donde pueda y hasta donde le guste ­que es la única condición para leer un libro­ pero es criminal, para él mismo y para el libro, que lo lea a la fuerza en sus horas de juego y con la angustia de las otras tareas.

Haría falta ­como falta todavía para todas las artes­ una franja especial en el bachillerato con clases de literatura que sólo pretendan ser gumas inteligentes de lectura y reflexión para formar buenos lectores. Porque formar escritores es otro cantar. Nadie enseña a escribir, salvo los buenos libros, leídos con la aptitud y la vocación alertas. La experiencia de trabajo es lo poco que un escritor consagrado puede transmitir a los aprendices si éstos tienen todavía un mínimo de humildad para creer que alguien puede saber más que ellos. Para eso no haría falta una universidad, sino talleres prácticos y participativos, donde escritores artesanos discutan con los alumnos la carpintería del oficio: cómo se les ocurrieron sus argumentos, cómo imaginaron sus personajes, cómo resolvieron sus problemas técnicos de estructura, de estilo, de tono, que es lo único concreto que a veces puede sacarse en limpio del gran misterio de la creación. El mismo sistema de talleres está ya probado para algunos géneros del periodismo, el cine y la televisión, y en particular para reportajes y guiones. Y sin examenes ni diplomas ni nada. Que la vida decida quién sirve y quién no sirve, como de todos modos ocurre.

Lo que debe plantearse para Colombia, sin embargo, no es sólo un cambio de forma y de fondo en las escuelas de arte, sino que la educación artística se imparta dentro de un sistema autónomo, que dependa de un organismo propio de la cultura y no del ministerio de la educación. Que no esté centralizado, sino al contrario, que sea el coordinador del desarrollo cultural desde las distintas regiones del país, pues cada una de ellas tiene su personalidad cultural, su historia, sus tradiciones, su lenguaje, sus expresiones artísticas propias. Que empiece por educarnos a padres y maestros en la apreciación precoz de las inclinaciones de los niños, y los prepare para una escuela que preserve su curiosidad y su creatividad naturales. Todo esto, desde luego, sin muchas ilusiones. De todos modos, por arte de las artes, los que han de ser ya lo son. Aun si no lo sabrán nunca. "
 

Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

http://www.squidoo.com/daniel-colleman-fotografos-de-bodas

Fotografo de bodas