martes, 17 de agosto de 2010

Cloudy Days




Una vez conocí a un hombre sencillo e interesante. Parece ser que conforme pasan los años sus consejos y notas acerca de la vida, simples pero profundos, se van cumpliendo sistemáticamente uno tras otro y, al final, mucho me intuyo que toda mi búsqueda vital, pasados los años, acabará reduciéndose a sus inevitables pronósticos.

Él me dio a entender que la sociedad materializa la felicidad en forma de consumo y, en vez de ser felices, nos esmeramos por conseguir el tan preciado bien (el dinero) que, aparentemente, nos hará disfrutar de la vida de una forma superior. Argumentaba, en sus consejos, que únicamente si perseguimos y trabajamos en aquello que más nos gusta, con todas nuestras fuerzas y ganas, en un futuro, el dinero vendría solo, sin que nos percatáramos. No obstante, el camino sería arduo, no siembre obtendríamos los resultados esperados. Sería tan complicado que, en ocasiones, pensaríamos que jamás llegaríamos a donde durante tanto tiempo ansiamos llegar y que nuestro esfuerzo no estaba dando ni daría jamás frutos. Así, el dinero llegaría cuando menos lo necesitamos, pero nos aportaría una tranquilidad que nos permitiría disfrutar de la vida sin tantas complicaciones.

A menudo miro a mi alrededor y sólo veo sombras corriendo, pasándome a velocidades de vértigo, veo a una sociedad girando y desestabilizándome mientras me golpea con su incesante presión, me siento solo y, en ocasiones, tengo miedo. Estas sensaciones, tan naturales en una persona, hacen que comprenda con más claridad las palabras de este hombre y de su increíble dificultad. ¿Cómo agarrarnos a la fe de una idea y luchar por ella, en contra de los impulsos y presiones a las que nos vemos sometidos? ¿Cómo sacrificar por una idea parte de nuestro tiempo, creer en ella y no venirnos abajo, con la ilusión persistente que en ella encontraremos lo que buscamos?

En las palabras de este hombre encuentro cada día más el camino a seguir, y cada día más, el camino de la fe (y no aludo con ello al camino de la fe espiritual) se vuelve más enigmático y duro de lo que jamás había pensado. El no desviarnos, el continuar luchando pese a las dificultades, con la única idea de llegar al final, se vuelve más que nunca, una tarea a realizar, pero tremendamente dura.

En el caso de muchísimas personas, el seguir esta clase de modo de vida se convierte en algo inimaginable por su nivel de distracción, por su nivel de ensoñación, por una educación descentrada de tal eje. Muchas veces, se tiende a pensar que sólo determinado tipo de personas consiguen tal nivel de efectividad y que nosotros no seremos capaces de conseguirlo. Nos da rabia, nos apenamos y lamentamos, y seguimos andando errantes en una vida expuesta a todos los placeres a los cuales no podemos renunciar por una idea. Así acumulamos frustraciones y creamos un sentimiento de vacío en nosotros mismos, escudándonos en tópicos, en frases ya gastadas y en formas de pensar que, aunque quedan muy bien planteadas a nuestros semejantes, sabemos que carecen de sustancia pues nos resultan tan sólo parcialmente sinceras. Sentimientos de pérdida, desorientación e insatisfacción, así son las vidas interiores de muchas personas que caminan erráticas asumiendo que su vida no ha tenido ni un sentido ni un proyecto importante. Al final, para muchas de ellas, su mejor proyecto ha sido su familia y sobrevivir a una vida de la cual, interiormente, no se sienten del todo satisfechas por su labor realizada. Otras, por el contrario, se han cansado de pelear y no haber conseguido aprovechar las oportunidades que le han surgido... entonces su sentimiento es de mediocridad.

Cuesta creernos que ni somos mediocres, ni nuestra vida, mientras estamos vivos, está carente ni de sentido ni de un propósito. Cuesta creer que nunca es tarde y que aún podemos borrar esa insatisfacción que nos invade. Cuesta creer... que podemos llegar a borrar nuestra negatividad...

Cuando somos jóvenes, todo parece girar alrededor del dinero, hace falta, con él las posibilidades son mayores, podemos ir más rápido. Cuando vamos creciendo ese sentimiento disminuye y nos relajamos en ese aspecto. Entonces importan más otras cosas, pero no podemos dejar de pensar en él. Parece que la consecución de un objetivo de importancia vital gira entorno a tal preciado bien, y nos llena de frustración y miseria el no conseguirlo.

Pero sin embargo, en nuestra intimidad, en medio de tanta desolación interior que nos intenta llenar de infelicidad y tristeza, habita un atisbo de rabia y empuje dispuesto a salir a flote, con mayor energía que nunca, con ganas de llenarnos de pasión y vida.

El truco radica en darnos pequeñas oportunidades. Nuestro error es querer cambiar de manera radical. ¿Os acordáis del paradigma de la velocidad? El truco es una velocidad inferior. Pequeñas satisfacciones tras pequeñas satisfacciones construyen una percepción preciosa, el de una enorme satisfacción. Iniciativa en pequeñas dosis, no aprendimos a escribir en una hora, primero repetimos una vez tras otra las vocales y posteriormente las consonantes, tras ellas unimos letras y acabamos escribiendo frases.

Todo esto me lleva al final de la película de Gran Torino, en donde un hombre con un pasado doloroso intenta dar sentido a su vida en el final de la misma. Muchos podrían pensar que la única manera de dar sentido a una vida es autorealizándonos en aquello que siempre hemos querido hacer, pero no siempre es posible. Sin embargo, el protagonista hace uso de unas circunstancias inusuales en su aburrida vida cotidiana para, en un alarde de valentía, provocar un sentimiento de satisfacción, de lucha, de coraje, y de realización con algo que no tiene nada que ver con su vida pasada, pero que constituye su pequeña nueva y deseada existencia, una existencia que le ha brindado más que su insatisfactoria vida anterior. Así, aferrado a una idea, a una ilusión, decide ser feliz y morir feliz, decide que lo anterior no cuente tanto, sino que sea su último esfuerzo y valor, sea cual fuere, el que dote de existencia a su vivir. Así, una película que puede parecer triste, es un alarde de optimismo vital, de empuje e ilusión por encontrar nuestra propia felicidad, nuestra propia realización. Da igual que la vida nos voltee y nos quebrante, siempre podemos dotar de sentido a la misma, depende de nosotros mismos.

A veces tengo miedo de no conseguir lo que me propongo y de ser una persona insatisfecha con mis logros, de que mi vida no sea lo que yo quise que fuere. Pero algo en mí se agarra a un optimismo que hace que no me venga a abajo. Y entonces sigo mirando al frente, me apoyo en la gente a la que quiero, y tiro para adelante.

Que sea lo que yo quiera...

lunes, 16 de agosto de 2010

Junto a mí



La belleza de las más pequeñas cosas,
aquellas que no podemos entender
como el golpe de las olas,
o el silbido de la lluvia...
me recuerdan a tí.
Y a pesar que sé que debo ser feliz,
no dejo de llorar tu ausencia.
Será que el viento me trae tu aroma,
o el sereno atardecer tu recuerdo,
conmigo aquí sentada,
sin hablar de nada...
mirando un sol que se llevaba con nosotros
los más hermosos momentos,
una vida entera.
Sólo me quedan los paseos,
el juguetear con los dedos pensando que ya es tarde.
Pero al regresar,
y ver el aire soplar como dulce melodía,
respiro, cierro los ojos y te siento,
dentro de mí, junto a mí,
y sé que aún estás a mi lado.

Tensiones



Es curioso cómo van cambiando nuestros planos de realización conforme vamos tomando decisiones sobre la vida y ésta nos va sorprendiendo con sus múltiples caras, para bien y para mal. Tras haber obtenido algo que ansiamos, nuestras expectativas cambian y el tener que adaptarnos a las nuevas situaciones vigentes hacen que afrontemos nuevas esperanzas y nuevos retos. Así, lo que una vez resultó ser para nosotros motivo de sueños y plegarias, hoy puede estar integrado en nuestra vida cotidiana de manera inconsciente y nuestras necesidades cambian, y por supuesto nosotros cambiamos también con ellas.

Lo que nunca nos imaginábamos hoy puede ser una realidad con la que debemos convivir, una realidad que genera nuevas emociones, nuevas frustraciones y nuevas experiencias. Podemos parecer pues un ser que evoluciona según el mar le sorprende con una nueva ola, hasta el punto que llegue un momento en el que no nos reconozcamos a nosotros mismos y, sin embargo, sigamos siendo las mismas personas que hace años. Interiormente, los años pasan deprisa y parecemos nunca envejecer, recordamos sucesos de hace diez, quince o veinte años como si fueran ayer, pero exteriormente la realidad es otra.

Y de igual manera que nuestras necesidades y frustraciones cambian, cambia nuestra percepción del mundo. Vamos trascendiendo progresivamente en nuestras emociones y en nuestra persona, pasamos a no dar tanta importancia a las reacciones y comportamientos de los otros, para así relajar nuestra existencia, y les vemos como compañeros de viaje, algunos agradables y otros no tanto, pero compañeros. Relajación, en definitiva, nuestra evolución consiste en mejorar nuestra relajación de cara a un medio que pareció agresivo al principio pero progresivamente fuimos descubriendo que no lo era tanto. Sin embargo, el sentimiento trágico cobra cada vez más importancia...

Cuando pienso en las tensiones de mi vida, y en las tensiones de otros, pienso en que la mayoría de sus problemas se reducen a una reacción vital por luchar contra las tensiones del medio. En definitiva, estrés. Y de esta manera, recuerdo que cuando alteramos nuestro entorno, automáticamente nos sentimos perturbados por el mismo, lo que viene a darnos a entender que ambas percepciones cambian cuando uno de los dos altera al otro.

Debido a todo esto, cada vez intento dar menos importancia a todo aquello que arremete contra mí con una tensión negativa pues sé que tal reacción puede venir generada por circunstancias sobre las cuales yo no tengo margen de acción. Aunque de vez en cuando no viene mal cruzar los dedos...

La mujer del viajero en el tiempo




Si bien ya tenía el libro... os puedo garantizar que la película os gustará... ;)

Razón y corazón



Una vez, leyendo una entrevista en el Vanity Fair, la mujer entrevistada comentó que de las cosas más importantes que aprendió de su padre fue a tomar decisiones en las disyuntivas razón-corazón, haciendo caso siempre a éste último como una máxima en su vida. Esto es algo que me hizo pensar pues... sé que muchas personas acostumbran desde bien pequeñitas a poner vendas a los ojos del corazón para evitar su futuro daño y así andar por sendas menos peligrosas. Digamos que esta forma de actuar es bastante fácil de encontrar, hay demasiados corazones tapados en esta sociedad.

Probablemente, si preguntamos a un empresario, seguramente nos dirá que las decisiones hay que tomarlas con la razón, sin lugar a dudas. Si hablamos con una mujer que haya tenido experiencias desagradables en el amor dirá que primero la razón debe evaluar si dejar el corazón volar, y siempre deberemos ser precavidos. Si hablamos con un artista veremos cómo no tiene cabida en su trabajo la razón, pues la esencia del arte es puro corazón.

Pero la esencia de mi escrito no es valorar qué es mejor, si usar la razón o el corazón, pues la respuesta es siempre la misma: depende. Hablamos más bien acerca de si una vida fundamentada en el corazón es por regla general más feliz que otra fundamentada en la razón. Curiosamente, me arriesgaría a decir que una gran parte de la gente se inclinará por el corazón como generador de felicidad...

¿Qué opináis?

viernes, 13 de agosto de 2010

Por si te sirve...



"Podemos amar totalmente, sin entender totalmente."

Y lo más bonito es que así es...
espero que a alguien le sirva.

Love Paris in the spring time...



Desde el primer momento en que,
leyendo, en un café, tú llegaste a mi vida,
como el mar, mojada por la lluvia de la calle,
supe que te amaba.
Lo sentí al ver tu pelo moreno empapado,
tus rizos ondear callados
y tu cara flexionar sus músculos al darse cuenta
que tu mesa, ya estaba ocupada.
"Lo siento", no sientas nada,
yo estoy encantado, cómo te llamas.
Susana, un nombre suave como aquella tarde,
como las gotas que deslizaban entonces por tu cara.
Y entonces, ligeramente apoyada,
detectaste en mi mirada que mis ojos no mentían,
no ocultaban mi interés, y tú, risueña,
quisiste quedarte sentada.
Podemos compartir unas horas, si no te importa.
Importara o no, quería abrirme paso entre tu tiempo,
ver cómo te arrancabas el abrigo, dejándolo en la silla,
observar cómo tu cara quedaba sin aquel gorro de lana,
ver tu rostro un poco más limpio, en silencio,
al saber que te miraba.
Y dime, cómo has caído por aquí.
Verás, no lo sé, por cierto, qué quieres.
Até a sus manos mi corazón,
entre tanta madera,
entre el mármol de las mesas,
condenado a no liberarse nunca de aquel amor,
por intentar tocar su aliento.
No quiero nada, me gusta mirarte.
Bien, a mí también. Que me mires, claro.
Te encontré como podía haberme levantado e irme,
con mi abrigo, mi paraguas y mi reloj,
y al cerrar la puerta hubiéramos chocado,
tú con tus ojos azules y yo con mi cabeza agachada,
perdona, no, no, perdóname a mí.
Jugando con la intrigante sensualidad de tus labios
pasé a tu estancia porque me dejaste,
me encantan, te dije.
Fue como un latido, tu boca, tu risa,
a mí cayó tu sonido como la lluvia de fuera.
Se lo dirás a todas. Qué va, espero no te moleste.
E, improvisando, te acercaste a mí con tu jersey blanco,
tus ojos vibraron al tenerme tan cerca,
mis facciones atajaron la distancia con una sonrisa.
No deberías acercarte tanto. Por qué.
Por mí, es decir, has llegado tal cual,
y ahora estás aquí, y yo sentado,
tan próximo a tu cara, a tu boca.
Quizás es miedo. No, para nada.
Entonces es deseo. Quizás.
Y probé la esponjosidad de sus labios,
teñidos de carmín,
apoyando sobre los míos mientras cerraba los ojos,
suave, como aquella tarde,
como aquel café.
Cayeron en mi boca como un terrón de azúcar,
desmenuzándose y compartiendo su saliva,
chocando contra aquellos dientes,
cruzándose con la piel de su cara.
Sentí su cuerpo entero en aquel beso,
lo desnudé para mí, delante de todos.
Y bien, qué hacemos ahora.
Tú dirás,
no, no. Mejor,
mejor dímelo tú.

jueves, 12 de agosto de 2010

Una vez




Recuerdo haber amado, sí, cuando era chico,
recuerdo sus cabellos dorados y su tez morena.
Ella era hermosa, realmente bella.
Llegó sin previo aviso a mi vida,
entró, se instaló y pidió permiso
para no tener que volver a pedirlo,
así que se lo dí, qué iba a hacer, era un crío.
Yo por entonces no sabía ni sumar,
sólo trabajar y trabajar, para eso estábamos,
entonces veníamos con el pan bajo el brazo.
Y entre ir y venir a por barriles
me escapaba para ver su rostro en la trastienda
como un huracán sin previo aviso,
y allí mismo nos quitábamos la ropa,
cada tarde, a las tres en punto,
como un reloj.
Así seguimos hasta que el padre,
menudo era, le prohibió verme de nuevo,
a mí, con desprecio y todo,
será que no era como él quería,
o que no quería ver a nadie, más bien eso.
No tuvimos más remedio, escapamos,
y el pobre tontainas corrió y corrió tras nosotros
pensando que pararíamos, qué iluso fue el viejo.
Nos fuimos para no tener que rendir cuentas
para amarnos en el campo y beber de la lluvia,
sin pensar en futuros inciertos ni en pasados lejanos.
Amamos nuestro cuerpo desnudo todo,
comimos la juventud, su esencia,
bebimos los gestos y agotados caímos.
Fuimos ella y yo,
tan jóvenes y libres,
tan nosotros,
tan tiernos...

Yo para tí

Quiero ser celoso como el invierno
que por no mostrar el sol del verano
tiñe de blanco los más preciados paisajes.

Quiero ser loco como la primavera,
lucir mis más sinceras pasiones sin previo aviso,
como las flores,
que explotan en poesía sin pedir permiso.

Ser nostálgico como el otoño,
levantar las hojas con el viento,
mojar el suelo con la magia de la vida
llevar en alto, sin torpezas, tu corazón.

Quiero ser volátil como el verano,
llegar como las olas a tu costa,
pasar como brisa entre tus brazos
y marchar de día como el cielo estrellado.

Quiero ser yo, para tí,
como el tiempo, irracional,
y sin embargo poético,
algo que llega
y finalmente, se va.

Perspectivas




Hoy tengo una sensación no muy distinta a la que llevo teniendo durante mucho tiempo. Sí, el tiempo no nos cambia, pero modifica la percepción que tenemos de las cosas. La vida posee numerosas perspectivas que dependen de los caminos elegidos y de las experiencias vividas. Así, una persona sucede la resolución de determinados paradigmas a lo largo de su vida, aunque algunos de ellos no hacen sino transformarse en otros nuevos... esto pone a prueba nuestro nivel de adaptabilidad que no necesariamente tiene que ser inmediato, más bien es un proceso gradual que debemos de aceptar como natural. El no hacerlo puede generarnos ansiedad al no entender que nuestro estado inestable puede ser algo tan sencillo como es que estemos pasando por una situación de cambio entre dos percepciones y estados distintos.

La resolución de paradigmas es esencial ya que altera nuestra vida hacia un estado más estable. Es curioso el darse cuenta cómo la tendencia material y corporal es a la inestabilidad, a la transformación por envejecimiento, mientras que nuestro ser tiende a buscar un equilibrio y por tanto una situación de estabilidad que contrarreste tal colapso de lo bello, de lo inicial, de lo joven.

Una de estas percepciones en mí, o resolución de paradigmas, tiene que ver con la amistad. Es curioso cómo tiendo cada vez más a relajarme en cuanto a amistades se refiere, desapareciendo gradualmente la sensación de agobio por la falta de ellas que en un tiempo pasado reinaba en mí. Eso no quiere decir que no siga sintiendo tal sensación, pero sí que poco a poco va transformándose en otra mucho más sana y equilibrada. Así, creo en la persistencia de aquellas por compromiso y en el ir y venir de las personas, algo sobre lo que no tengo control pero que mueve el mundo. También creo en la espera, en la calidad y beneficios de la misma, en la tolerancia y en la flexibilidad. Qué bonito es forjar un lazo de acero gracias a diez años esperando, qué bonito es saber que superamos una prueba de distancia por nuestro afán de compromiso. La amistad pues deja de ser aquel ente a nuestra disposición para la propia satisfacción del placer por anulación de la soledad, para ser el fruto de un trabajo por ganarnos la compañía, respeto y unión, a base de amor, cariño, comprensión, paciencia y tolerancia.

Otro de los paradigmas que voy destapando en mi vivir es el del sentido de la velocidad. Es útil el aprender a ir despacio pero firme en contra de la velocidad terminal que impone la sociedad moderna. Parece que la competitividad reside en aquellos cuya velocidad sea mayor para anticiparse, menospreciando el éxito personal que muchas veces se viene abajo por un paradigma tan sencillo como elemental. Todo hay que hacerlo on-time, de una determinada manera y según determinados cánones, algo tan estúpido como destructor. No dejo de ver a personas conduciendo más rápido que yo, intentando cosechar éxitos más rápidamente, adelantándome en currículum y cosechando muchos más éxitos que yo por vivencias y experiencias. La tendencia general pues es a infravalorarnos y por tanto sentirnos en retraso con respecto a lo que una vez tuvimos que hacer y no hicimos. La sociedad no nos ofrece la oportunidad de medirnos individualmente sino mediante comparación de patrones y estándares, he ahí el paradigma: no es más importante llegar con rapidez a la meta, sino sobrevivir y persistir a nosotros mismos y a la vida en el tiempo. Una velocidad menor puede permitirnos observar con mayor detenimiento los pequeños logros y medirnos mejor con respecto a nosotros mismos en un tiempo inmediatamente anterior. Una velocidad mayor causa vértigo, produce desorientación y una menor percepción de lo que vamos logrando con un único objetivo, la meta. Velocidades menores son símbolo de paciencia, tesón, perseverancia y fe en uno mismo.


Cuántas ideas, cuántos pensamientos... será que entra el aire por mi ventana...


Dani.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Nuestro Marco



A menudo llego a casa y dejo mis bártulos, me pongo cómodo y paso por delante de un marco digital en el cual pasan sucesivamente las fotografías de mis viajes en compañía de mi mujer. Este marco me recuerda lo importante, me recuerda lo que puede llegar a traer el esfuerzo, todo el meollo que podemos sacar a la vida. Sin embargo, es un marco peligroso, pues su interpretación puede ser positiva o negativa. ¿Son las imágenes que en él se muestran aquello por lo que luchamos y por tanto podemos llegar a conseguir de nuevo o bien nos deja ver el poco tiempo útil de disfrute que tenemos en nuestras vidas en comparación con el tiempo que empleamos en trabajar?

Mi marco cuestiona diariamente mi vida y la pone en perspectiva.

Quizás deberíamos luchar más por lograr incluir dentro de nuestros marcos alguna fotografía de nuestra vida laboral, digna de aparecer junto a las otras, ¿no?

Seguiremos dándole vueltas...

martes, 10 de agosto de 2010

Nosotros



Cuanto más avanza el tiempo, y sí, no me refiero a los años, sino al tiempo, al que fluye por nosotros mismos, a la sensación de progreso, de nostalgia, de avance, de introsprección... conforme avanzo cada vez más en ese tipo de sensaciones, me doy cuenta de lo fundamental y esencial que son las relaciones humanas, lo mucho que las necesitamos, lo necesario que es sentirse querido y lo volátil que son las sensaciones de bienestar. Sí, volátiles, así somos las personas, volátiles por naturaleza, lo somos tanto que una vez nacemos tardamos en promedio menos de cien años en desaparecer. Volátil es nuestro cuerpo y, en comparación con su duración, mucho más lo son nuestras experiencias, nuestras emociones y nuestras vivencias. Pero sin embargo no lo son tanto los sentimientos, los cuales pueden ser generados en el breve instante en el que una llama se apaga, y pueden ser perpetuados en el tiempo de generación en generación. Así pues, es importante, y cada día más, el hacer caso omiso a todos aquellos detalles fugaces que intentan eclipsar nuestros días para centrarnos en todas esas pequeñas estrellas fugaces que iluminan nuestra vida, las personas y los momentos que las acompañan, para así permitirnos ver, en un alarde de humildad y valentía, dentro de este mundo de incomprensión y dolor, que estamos vivos.

Hoy siento con especial fuerza mi presencia aquí y cómo todos esos minúsculos trocitos de memoria llamados recuerdos me han marcado para hacerme lo que soy. Las vivencias llegan en cualquier momento, nos arañan, nos hieren o nos seducen, pero nos marcan de alguna u otra manera. Algunas son tan intensas que basta una simple mirada de tan sólo unos segundos para poder recordarla toda la vida, o bien un determinado gesto para necesitar hacerlo permanecer con nosotros en un marco fotográfico. ¡Qué interesantes somos!

Pero, al margen de todo esta destilería de sensiblería quisiera hacer notar que, por momentos, de igual manera, nos sentimos solos. Solos, pero endulzados por el simpático rozar de otras almas que nos acompañan, de cerca o en la distancia, pero que al oir nuestros gritos acuden a nuestro llanto. Pueden cubrir nuestras expectativas o quedar simplemente en anécdota, pero están. Es inevitable no sentirse querido ante tales gestos. Qué curioso pues el que, pese a todo, nos sintamos solos. Curioso, pues el ser humano, pese a los gestos de amor de sus semejantes, se encuentra encerrado en un cuerpo, su mente en un cubículo craneal, su sangre en gigantes arterias y minúsculas venas, su aire en pequeños pulmones y su latir en un pequeño y tapado tórax. Parece pues, sin embargo, que por unos breves instantes, parecemos con otros, y parece entonces que sentimos no su cuerpo, pero sí lo que sienten, aquello que unos llaman alma y otros meras reacciones químicas. Da igual lo que sea. Lo que nadie puede obviar, es que el ser humano ve accesible el fundirse con otro por una separación sexual y física. Y es por ello por lo que, en un intento por el yo ser tú y convertirse en un tercero nos unimos y fundimos corporalmente en forma de sexo y moralmente en forma de amistad y amor. Y entonces nos sentimos completos, y la soledad no trasciende a nuestra realidad.

Curioso pues también esta sensación, la soledad. Yo hoy la siento, es humano el sentirlo, y me pregunto por qué durante algunos momentos lo sentimos con mayor intensidad. Quizás la soledad va ligada a nuestra capacidad y necesidad de amar y ser amados, de ser aceptados, reconocidos y protegidos. Quizás la soledad va unida a la separación que tuvimos en nuestro pasado de aquella mujer que nos protegía. Quizás es mayor la sensación en aquellos que tuvieron una sensación de desamparo. Independientemente de esto, no cabe duda que, en uno o en otro momento, el ser humano aprecia esta sensación con mayor intensidad. Esto me lleva a pensar que detectamos mejor la ausencia de alguien que su presencia, que las personas tendemos más fácilmente a quedarnos con el lado negativo que con el positivo, con la tristeza que con la alegría, con lo malo que con lo bueno. ¿Por qué? ¿Por qué recordamos más un suceso trágico que uno feliz? ¿Por qué nos cuesta más llegar a la alegría que a la soledad y a la tristeza? Quizás porque somos tremendamente débiles, por nuestra alta necesidad de juntarnos, de volver a sensaciones similarmente placenteras a la que experimentamos una vez en brazos de nuestra madre. Así, nos sentimos mejor con alguien que nos quiere a nuestro alrededor, con alguien con quien compartir nuestras vivencias, con alguien al cual entregarnos sin miedo... Y de igual manera nos protegemos frente al dolor, frente al desamparo, frente a la traición y al olvido.

Qué enigmático resulta nuestro funcionamiento, difícil pero a la vez sencillo. Pero, lo más precioso de todo, lo más mágico, es cómo el ser humano, de una sensación de tristeza, soledad y abandono, puede, con un chasquido, con un simple gesto o acto, encontrar, durante un breve instante, una sensación vitalmente enfrentada y opuesta, una sonrisa, un momento cálido y en el que nos encontramos llenos, desbordantes, felices. Bien puede ser una llamada, un mensaje, un correo o un texto que nos hace soñar.


Felices sueños.

Daniel.
 

Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

http://www.squidoo.com/daniel-colleman-fotografos-de-bodas

Fotografo de bodas