sábado, 30 de enero de 2010

¿Y tú?



Las mejores personas son aquellas que llevan la iniciativa.

A medida que nos hacemos mayores, diversos sentimientos enfrentados conviven dentro de nosotros y, pasada una edad, de no haber ordenado nuestro interior, convivirán con nosotros para siempre.

Es por esto que muchas personas, en sus últimos años de vida, intentan calmar su conciencia poniendo orden y paz en aquello que durante años les ha mantenido conscientemente intranquilos.

La vida no consiste en aguantar, en aletargarnos a la espera del otro, no consiste en hacernos daño hipotecando nuestra felicidad en pro del orgullo y el rencor. La vida va más allá, el amor por nosotros mismos debe de estar en primer lugar, debe ser nuestra primera prioridad. ¿Cómo vamos a querer a los demás si somos incapaces de querernos a nosotros mismos? ¿Cómo vamos a amar si somos incapaces de perdonar?

No creo que sea la única persona que ve cómo personas de su familia avanzan en el tiempo hipotecados a sus miedos, a su orgullo, a la espera de aquel hermano que no viene a él, aquella persona que ha sentido tan separada desde hace tiempo. No creo que sea el único que ha sentido el no acercarse a alguien por el qué dirá, por el qué sucederá, por lo que me encontraré...

¿Qué finalidad tiene el sentenciar nuestra vida con una espera orgullosa por algo que jamás sucederá? Somos demasiado hermosos para doblegarnos ante pequeñas diferencias.

Es más fácil esperar a recibir que dar, porque dar requiere un esfuerzo, requiere iniciativa, conlleva el riesgo de ser rechazado, de no ser correspondido. Además, el dar conlleva algo durísimo, el poder no saber afrontar un final amargo.

Sin embargo os diré una cosa. Yo no he venido a la vida para cruzarme de brazos. No he venido a la vida para esperar, para morirme de orgullo. He venido a llevármelo todo, a saborear todo lo que pueda hasta que mis vida se agoten. Y si eso conlleva el arriesgar, estoy dispuesto a pagar el precio.

No sé vosotros, pero yo, quiero disfrutar cada minuto de mis días, no quiero vivir distanciado por el rencor, por la incertidumbre, por el miedo. Quiero agarrar a mi mujer y sentirme vivo, quiero besarla y sentir un día más aprovechado, no un día menos vivido. Quiero agarrar a esas personas cuya relación está deteriorada y sentarme a escucharlas, entender cómo se han sentido, abrirles los brazos y si no quieren aceptarme, demostrarles que quedo a la espera.


Quiero ser feliz... ¿y tú?

jueves, 28 de enero de 2010

Poema II


Tu amor me acompañó
cuando ya nada de mí quedaba.
Hoy te vuelvo a ver
y encuentro el sentido a mi espera.

Tú cálida, inmóvil, agarrada a mí,
yo deshaciendo cada instante en una vida eterna,
cada gesto tuyo son diez años de promesas.

No pretendo hablar,
ya reduje mi amor a tí misma.
Sólo quiero contemplarte,
olvidar mi muerte,
nacer contigo de nuevo.

Los segundos son más bellos
cuando tú los llenas...

Poema


Cariño, no tengas en cuenta mis fallos
cuando sólo nos quede cogernos de la mano,
cuando no sepamos bien qué ocurre
y por qué la senda de esta vida trata a todos por igual.
Amor, recuerda mis ojos cuando el miedo te pueda,
recuérdalos tal y como los miras ahora,
extasiados de amor, cariño y felicidad.

Piensa en mí en la vida como lo que te doy,
no como quien te lo da.
Disfruta tus horas felices conmigo,
resguárdate en mí con las malas.

Cariño, permíteme amarte siempre como lo hago hoy,
abriendo los brazos, frente al viento, sin dudas.

Y cuando ya nada te quede,
cuando ya nada comprendas y asustada
te acurruques,
piensa en mí como la roca más firme,
como el amor más puro y sincero,
un amor inagotable, megalómano, tenaz.
Piensa en mí como aquel que te siente,
como aquel que te escucha
y aquel que te ama,
más allá de la vida
y aún más, mucho más lo hará,
más allá de la muerte.

miércoles, 27 de enero de 2010

Mi voz



“Hay momentos en la vida de todo hombre en los que se asume un especial sentido de la responsabilidad." - Adolfo Suárez

Cuando decidimos escuchar a la vida para interpretar qué demanda de nosotros, cesamos de buscarle el sentido a la misma. Y es entonces cuando un hombre siente con especial claridad su voz interior y asume su responsabilidad.

No estamos aquí para indagar sino para transformarnos. Ni para ser felices en plenitud, sino para evolucionar.

Hay personas que desde muy temprano son capaces de oirse a sí mismos y emprenden con una extraordinaria velocidad su camino hacia el éxito. Sobre ellos recae una responsabilidad aún mayor, la de encabezar su generación. Hoy en día, no triunfa el más fuerte, sino el más veloz.

En noches como estas, a solas, uno no puede dejar de sentirse inquieto ante sí mismo.


Daniel.

Miedo laboral



Cuando hablo de miedo siempre surge en mí un nombre: Pilar Jericó. Esta mujer, con un talento extraordinario, desempeña una labor fantástica en España de divulgación acerca de este sentimiento tan común. En uno de sus artículos publicados en su excelente blog comenta algo muy interesante: el entrenador de Rafa Nadal, su tío, le inculcó desde tiempo atrás una técnica sumamente útil en un partido. Tras golpear una bola y cometer un fallo, debía olvidarse instantáneamente del fallo, no pensar en la bola golpeada, continuar adelante de una manera positiva pensando en la siguiente bola. Esto me parece tremendamente inteligente.

Ayer, hablando acerca del miedo con mi mujer, surgió inmediatamente el tema laboral como exponente de dicha sensación. Comentamos que, no solamente nosotros, muchos amigos, piensan en su trabajo como algo "que hay que aguantar". Estamos sometidos a presiones y a veces, a tiranteces dentro de nuestro ámbito profesional que nos hacen cultivar una especie de máscara con la que acudimos a la oficina. Existe un sentimiento muy extendido entre la población que les hace pensar en su hogar como un lugar donde en realidad son libres y donde consiguen ser ellos mismos. Las responsabilidades, los objetivos, el soportar a aquel/la compañero tan insoportable y el tener que aguantar a ciertas personas que no eligiríamos como compañeros en nuestra vida personal implica el vernos forzados a una convivencia obligatoria diaria que, en la mayoría de los casos, ocupa la mayor parte del día. Durante la semana, empleamos 40 horas en el trabajo sin contar los desplazamientos. Esto supone el tener que aprender a convivir y a vivir en nuestro puesto laboral.

Muchas veces, las circunstancias son difíciles y, al margen de nuestras responsabilidades, surgen personas que obstaculizan nuestro bienestar impidiéndonos mantener una sensación de satisfacción. Es por muchos conocida la figura del empleado que, con sus ansias de posición, poder y retribución económica, actúa de la manera más rastrera hasta llegar incluso al desprecio, la humillación e incluso la pérdida de las formas cotidianas. Esto, por mantener un buen ambiente laboral, nos fuerza a veces a optar por mantener una posición neutral (no polarizada) al margen de su forma de actuar y a vernos sometidos a una presión diaria que nos llega a provocar el pensar en el trabajo como en un castigo y en el hogar, como esa parte de nuestro día tan ansiada. Es un momento crucial en nuestras vidas en el que muchas facetas de nuestra personalidad salen a flote y experimentamos esa disyuntiva cognitiva de la cual hacía referencia Festinger en 1957 y Pilar Jericó en su blog. Nuestros deseos por poner orden a la situación se ven enfrentados con el precio a pagar por tal actuación. Generalmente, acabamos resignándonos a una situación desfavorable para nosotros con el único fin de no agravar unas circunstancias que podrían traernos un peor ambiente laboral. Así, la figura del tirano se impone sobre el sometido, los que pisan triunfan sobre los pisados y los hechos que deberían ser denunciables acaban siendo apolillados en un armario. En ocasiones, estos sucesos acaban forzando un cambio en pro de mejorar una vida personal contaminada ya por la profesional.

El miedo es el motor de estos sucesos. El que agrede con sus actuaciones juega con los miedos del agredido para su propio beneficio y éste, a su vez, ve los miedos como una barrera infranqueable que le incapacita a tomar las riendas de la situación.

Nuestro principal obstáculo es nuestro miedo entonces y nuestro principal error es querer erradicarlo. El miedo nace y muere con la persona, vive con ella, es un fenómeno natural y como tal, es imposible de erradicar pues es una reacción humana ante el peligro. Lo que debemos de hacer es aprender a aceptarlo y canalizarlo de una manera positiva. Por lo que nos vemos sometidos a tales personas y a tales circunstancias es por nuestro propio miedo que a la vez es su principal arma.

La manera de canalizar el miedo es pensar en él como un sentimiento que, de ser combatido, trae consecuencias enormemente positivas para nosotros. Por tanto, debemos ser conscientes de cuál es el efecto que provoca una determinada forma de encarar el problema u otra. Ceder al miedo significa perder el partido, encararlo significa ganarlo y por ganar no hay que entender ganar la batalla contra el otro, sino contra nosotros mismos. Tal sensación es un estado psicológico que nos hace agonizar, que nos frena, la motivación sin embargo nos impulsa, la lucha por nosotros mismos nos catapulta hacia el éxito.

Por muy malas que sean las circunstancias, nunca debemos perder nuestro norte interno. No hay sucesos malos, sólo formas negativas de interpretarlos.


Un abrazo,
Daniel.


* * * * *

para más información...

Pilar Jericó
www.pilarjerico.com

martes, 26 de enero de 2010

Miedo



No son muy diferentes los días cuando tienes quince años, es más, tu vida resulta lo más parecido a un internamiento militar donde tu única finalidad es convertirte en un hombre, dependiendo lo que se entienda por esta palabra, por supuesto. La rutina de la escolaridad se ve interrumpida en algún u otro momento por los típicos niñatos cuyo único entretenimiento es meterse con otros, provocarles, insultarles y reirse de ellos. Curiosamente, su principal objetivo son aquellos en clara contraposición a su virilidad, es decir, aquellos más sensibles y con más retraimiento social. Aún recuerdo mis largas tardes hablando con mi padre acerca de los múltiples "asaltos" sufridos de camino a casa, a la salida del colegio, así como su impotencia ante unas circunstancias que le sobrepasaban. Mi sensibilidad generaba un miedo irracional a plantar cara a aquellos chavales más altos, más fuertes y con un carisma mayor que el mío. Dolía soportar aquellas voces en medio de la calle o en el parque, viendo cómo todos mis compañeros agachaban la cabeza mientras asistían a mi linchamiento público. Mi delito era ser como era, sentir como sentía y afrontar los días tal y como los afrontaba.

No puedo hacer nada papá, no puedes hacer nada, si les dices algo mañana me pillarán en el parque y será peor. Y no puedo pegarles, me da miedo, me tiemblan las piernas.

Ahora entiendo lo que sentía mi padre por entonces, entiendo sus gestos, sus ganas de arremeter contra ellos, su ira y su violencia. Comprendo aún más sus charlas con mis profesores, conversaciones que sólo incrementaban el problema tornándolo público. Él, inundado por la impotencia, y yo, sobrecogido por el miedo. Cómo iba a afrontar yo un problema así sin experiencia alguna, con una sensibilidad como la mía y a sabiendas que determinado tipo de reacciones no iba conmigo. Sólo me quedaba aguantar.

Lo que no sabía, es que los golpes que no se dan por primera vez a una determinada edad, se pagan caro en el futuro.

Fui incapaz de abordar el problema, me superó contínuamente frente a varias personas durante más de cinco años de mi vida. No fue culpa de nadie, pero lo que tiempo después veo claro es que las frustraciones y los miedos de mis padres acrecentaron mi incapacidad para abordar las circunstancias. Fui un niño sobreprotegido y miedoso y aún hoy siento las consecuencias de tal educación.

No se trataba de golpear y darle su merecido, se trataba de vencer mi miedo, de enfrentarme a mí mismo, asumiendo el precio que conllevaba.

Todos sabíamos que pegar estaba mal, que insultar estaba mal, todos teníamos perfectamente claro que después de dar un golpe, probablemente me darían veinticinco más y que dolería, sería duro, por supuesto que sí. El reto no era violar mi sentido de la ética, era aprender a dominar mi forma de ser, mi persona, superar un obstáculo aparentemente insalvable. Y, si las cosas se pusieran muy feas, entonces contaba con respaldo, era mi padre quien hubiera debido tomar el control de las circunstancias, para eso estaba ahí. Muchas veces para aprender es necesario violar las normas.

Sin embargo, no siempre esto es posible en la vida cotidiana. Muchas veces, es más inteligente quien esquiva estas circunstancias, pero es necesario perder el miedo que nos domina ante la adversidad.

Esto que parece tan simple y tan habitual en nuestro día a día es crucial en la edificación de la personalidad. Sin ésto, no sabremos enfrentarnos a situaciones conflictivas lejos ya de la escuela, como por ejemplo en la vida laboral. Nuestro miedo será un lastre que nos impedirá disfrutar la vida con intensidad. Lo que es para un niño hoy un problema de peleas, insultos y motes, puede perdurar en el tiempo como un obstáculo a su desarrollo personal. El conseguir ser una persona valiente, independiente, solvente y a la par sensible no es tarea fácil. Es factible, pero requiere dedicación y paciencia. Sin embargo, muchas veces, es necesaria una orientación, pero para ello hace falta ser capaz de actuar con autonomía y autocontrol. Como dijo Platón "el hombre inteligente habla con autoridad cuando dirige su propia vida".

Las personas capaces de enfrentarse a sus miedos desnudos de todo causan en mí admiración. Aquellas cuya seguridad proviene de su posición social, su capacidad económica o bien su puesto laboral no despiertan interés alguno en mí pues no son valientes, son tiranos e inútiles.


Feliz martes,
un abrazo.

lunes, 25 de enero de 2010

La creatividad en fotografía



El mirar es un arte, cuesta tiempo adiestrar a la mente para aprender a seleccionar visualmente aquello rebosante de interés de aquello que no lo tiene, no es algo trivial. En mi faceta de fotógrafo profesional desarrollo una intensa labor introspectiva acerca del sentido de un momento, del poder de una composición armónica, del color, de los sucesos que cotidianamente me encuentro en mi día a día. Las personas por regla general no entienden el arte de la fotografía. Un buen fotógrafo trabaja con su cámara sólo en último extremo, antes de apretar el pulsador la fotografía debe de haberse construido en la cabeza. Así, hay distintas formas de mirar dependiendo de si queremos obtener imágenes con un alto impacto en color o bien en blanco y negro.

Una imagen cobra importancia ante nosotros por el impacto emocional que conlleva intrínsecamente. Así, las fotografías deben de transmitir sensaciones a través de su composición, momento, color y proyección futura y pasada. Es decir, una imagen, a nivel fotoperiodístico -que es el estilo que yo trabajo-, debe de ser intrínsicamente autonarrativa, debe proyectar no sólamente su momento inmediatamente anterior, sino el inmediatamente posterior. Este proceso visual-narrativo es aquello más difícil de obtener en fotografía periodística. De igual modo que un periodista busca en un suceso un titular, un fotógrafo busca en un momento una historia. Nada es irreverente si es expresado de la manera adecuada.

Sin embargo, al margen de todo este proceso de crecimiento por introspección, existe una cierta capacidad innata en determinadas personas que les permite ya no ver estos sucesos, sino anticiparse a ellos con una claridad que sobrepasa los límites de aquellos que, por aprendizaje, intentan mediante la técnica emular los resultados del arte puramente creativo. Todo proceso artístico conlleva un instante en el cual los artistas se diferencian los unos de los otros, donde la mente crea a su manera una determinada estructura con una armonía completamente diferente a las ajenas, con una composición, una belleza y un efecto sensible único. Esa es la razón final de que existan genios de la fotografía y fotógrafos convencionales, genios en pintura y pintores excelentes, genios de la música y músicos profesionales.

Es absurdo intentar explicar un proceso creativo pues es un reflejo del alma, del sentir, es el resultado de una convergencia en el tiempo de espíritu, técnica, habilidad, genialidad y locura. La creación artística implica el volcado íntegro del ser humano en su obra en su máximo estado de concentración. No es entendible ni siquiera por el creador, únicamente puede ser contemplada ya creada, contada, narrada, expuesta.

Son estas las razones por las cuales, al igual que cualquier otro artista, un fotógrafo es único, sus creaciones son únicas y por tanto su obra es puramente genuina. Y de aquí que pueda enseñarse la técnica, pero no transmitirse su esencia.


Feliz lunes,
un abrazo.


* * * * *

Mis humildes fotos, para los más curiosos:

website: www.danielcolleman.com
blog: danielcolleman.typepad.com

domingo, 24 de enero de 2010

Seconds of pleasure



Haces que con cada beso me importe menos el trasgredir toda norma, contigo y a tu lado no importa el tiempo, ni la vida. Besarte por besar, qué importa que nos vean. Mi lengua atada a tu boca, tus piernas encontrando su postura.

Juegas a bordear mis labios, yo juego a que te sientas violenta.



Música: "Seconds of pleasure" - Van Hunt

jueves, 21 de enero de 2010

Recuerdos



Aún recuerdo como si fuera ayer aquellos tiempos en los que yo, ignorante de todo, iba a un colegio donde tenía la fama del típico empollón, delegado de clase, aquel tan formal que poco arriesgaba, aquel niño inocente con miedo a todo, al que todos zurraban y el que, a muchos, les caía mal. Por si fuera poco, no era guapo, aunque yo no puedo dejar ahora de mirarme tiempo atrás con cariño. Aquello me ocasionaba el que tuviese muy poco éxito con las chicas y ello suponía que, mis mayores distracciones por entonces, fuera y dentro de casa, fuesen los libros. Era pues el típico niño "rarito", aunque prefiero verme como lo más bonito que me han dicho desde hace mucho tiempo, algo que me lo dijo precisamente una excompañera de clase, muy buena amiga, la cual tengo la suerte de conservar aún hoy: me dijo que siempre fui diferente.

Por entonces no me sentía integrado, me sentía aparcado, aislado, y esto me llevaba muchas veces a sentirme fuera de onda del resto del mundo de mi edad. Pasaba los días sumido en mis pensamientos, en mis sentimientos, en mis ideas y sueños. Mientras, en los recreos, era a menudo el conejillo de indias de muchos que, con sus motes y rebotes, jugaban conmigo a sentirse los más fuertes. Yo, continué siendo durante mucho tiempo bastante asocial la verdad. Y, lo reconozco, por qué no, aún hoy conservo parte de aquella faceta tan personal en mí.

Durante muchos años me dejé guiar por aquello más imperante en mí, el miedo. Tenía miedo a casi todo y era capaz de enfrentarme a alguien que intentara hacerme daño. Fui un niño sobreprotegido y rebelde. Sí, rebelde, no del tipo que muchos imaginan, sino rebelde de pensamiento, rebelde de ideas, de sueños, de ilusiones. Yo y mi mundo, mi círculo, mi modo de ver la vida a través de ese prisma tan personal y sensible.

Todo ello me hizo ir, por regla general, por delante de mi edad y, también es necesario puntualizar, llevar un estilo de vida más propio de alguien vitalmente más experimentado. Esto fue un arma de doble filo. Resultó que con el tiempo, gracias a esta forma de ser y sentir, tuve la oportunidad de relacionarme con personas intelectualmente muy activas y vibrantes, personas sensibles, apasionadas y con valores. Debido a esto, probé distintos puntos de vista, indagué en sus ideas, exploré facetas de mí que no conocía. Sin embargo, todo ello provocó que me despegara progresivamente aún más del estilo de vida imperante en la gente de mi edad y acelerara mi vida a un ritmo el cual no era el habitual.

Pronto vinieron los chascos, las amarguras, los llantos y los primeros contactos con el dolor. Aquel chico que tanto llevaba la delantera recibía sus primeros golpes de humildad y descubría que, ni era tan listo, ni era tan valiente, ni era tan inteligente. Mi concepción de mí mismo bajó estrepitosamente hasta niveles inalcanzables llegándome a sentir un completo inexperto en temas cotidianos como el amor, el sexo, los sentimientos, la convivencia, la evolución personal. Comenzaba así pues una introspección apasionante que me catapultó hacia mi nivel actual de ignorancia.

Mientras, durante todo ese periodo de contínuas reflexiones y meditaciones acerca de dónde vengo, dónde voy, quién soy, qué busco y qué quiero... experimenté la sensación de un tiempo que me llevaba y no podía controlar, mis primeros reproches, mis primeros enfados, mis primeras riñas por amor, mi primera crisis. Y entonces, aquel niño que una vez se sintió un privilegiado por su forma de pensar, por primera vez en su vida, sintió todas sus fichas en jaque. Fue mi primera y única crisis con mi pareja y me sentí desbordado, angustiado, desorientado. No solamente era incapaz de llevar la situación sino que sentía que todo lo aprendido no conseguía ponerlo en práctica. Era incapaz de tomar las riendas de mi vida, todo se me derrumbaba.

Vinieron entonces las charlas con amigos, las comidas forzadas de última hora con personas que, sin saberlo, vinieron a mí con una sabiduría y una entereza que sólo entonces valoré con toda su impedancia, los consejos vitales tan preciados que aún viajan conmigo, aquellas anécdotas que tanto me sirvieron... Me sentí ínfimo, pequeño, inútil, ignorante, sin experiencia. Personas a las cuales no dí mucha importancia antes, se desplegaban ahora ante mí como estandartes de una autoridad personal que yo necesitaba y era incapaz de conseguir.

Entendí lo que era el dolor y sólo entonces aprendí a dar valor a lo importante. Vino entonces una etapa de desarrollo personal y crecimiento en la que experimenté la satisfacción de conseguir agarrar tu vida por los huevos, plantarse cara a sí mismo y hablarse con total sinceridad, entendiendo mis defectos y mis carencias. Comencé una nueva etapa.

Todo ello, tras mucho tiempo, me ha llevado a un día como hoy, y sólo así he pasado de ser el niño empollón al mayor de los ignorantes. Aún hoy, sigo conservando en mí esa sensibilidad y esa curiosidad tan típica de mí cuando era niño. Sin embargo, he ganado en experiencia y, cuanto más avanzo, siento que aún más me queda por avanzar. Soy pues el mismo niño que era antes, sigo dejándome pegar por algunos, y sigo sin responder con nuevos golpes, pero cada vez los esquivo mejor. Cada vez quiero más al niño que hay dentro de mí y lo protejo, lo cuido, porque sólo él engloba lo más puro de mi esencia y sólo él es capaz de entretenerse mirando al cielo, sólo él es capaz de sentir como siento en noches como éstas, sólo él es capaz de lo más bello que encierra mi alma. Gracias a él aprendí que el amar es una elección, es pura acción, y entendí que, al contrario de lo que muchos piensan, el amor es fruto del verbo.


Feliz viernes,
un fuerte abrazo.

lunes, 18 de enero de 2010

Haiti



La catástrofe por el terremoto de Haití está siendo vivida por mi parte desde otro prisma. Mi tía estuvo casada con un hombre desde hace muchos años llamado Joseph Severe. Este es oficialmente mi tío y el padre de mis primos. Todos ellos se desplazaron hace aproximadamente seis años a Miami, concretamente a Fort Lauderdale. Tras una serie de incidentes, mi tío se fue a vivir a Haití con sus padres y mis primos iban a verle de vez en cuando.

Bien, mi tío actualmente está desaparecido y no hay forma de encontrarle. Todo lo que hay, es esta lista publicada por la Cruz Roja Internacional:

http://www.familylinks.icrc.org/familylinks

He llamado a la embajada de Haití y no han podido ayudarme, según me han comentado las comunicaciones con la isla están cortadas y no tienen acceso a datos oficiales. De ahí me han remitido a un teléfono el cual pongo por si hay gente que requiera de ayuda también, 912240056, donde me han atendido dos personas de la Cruz Roja las cuales únicamente me han podido facilitar la web indicada.

No hay ninguna otra vía para obtener datos de familiares residentes. Las comunicaciones por teléfono están cortadas, no hay forma de localizar a las personas.

Por si fuera poco, hay una opción para dar de alta a tu familiar en las labores de búsqueda. Sin embargo, no lo he conseguido pues para lograrlo, hace falta dar los nombres y apellidos completos de sus padres, algo de lo que nunca me he preocupado por saber... y sin embargo sí que sé los apellidos de mis primos que puede que estuvieran con él.

Esta es la situación actual vivida por un familiar en Madrid. Un desastre.


Un saludo.
Daniel.

domingo, 17 de enero de 2010

Nosotros mismos



Es misterioso el cómo los presentimientos dirigen en muchas ocasiones la conducta de las personas. Todos y cada uno de nosotros tenemos determinadas premoniciones personales que intuimos son verdades, fluyen lentamente bajo nuestra vida y sólo en determinados instantes afloran a la superficie y nos transmiten la sensación de que no estamos equivocados. Este tipo de presentimientos van muchas veces relacionados con temas capitales como la salud, el amor, los miedos, nuestra propia personalidad, nuestros defectos...

Por mucho que trabajemos sobre nuestra personalidad con introspección, voluntad y sacrificio, este fluir interno es difícil se erradique, forma parte de nosotros y no podemos ignorarlo. Nuestra vida es una lucha encarnizada contra nuestro subconsciente, contra nosotros mismos. Muchas veces, sólo resta el aprender a vivir y sobrevivir a nuestra propia forma de ser.

A medida que avanza la vida, las personas tienden a guiarse más por su intuición, o por lo que es lo mismo, por sus presentimientos. Para mí esto se basa en una deformación social de la personalidad. Conforme de jóvenes crecemos, nuestra sociedad deforma nuestra ética, nuestros patrones de conducta, nuestra forma de actuar, nos oculta en cierta manera de nosotros mismos para mimetizarnos con el sistema. Poco a poco, a medida que nos hacemos mayores, nos despojamos poco a poco de las ataduras sociales a través de la introspección hasta vernos de nuevo con mejor claridad. Sin embargo, esta "revelación" nunca es total pues somos seres sociales y como tales estamos expuestos a numerosas influencias. Lo único que nos queda pues es nuestra intuición que no es sino el aflore superficial de lo que realmente somos y de nuestro verdadero sentimiento de la realidad.


Un fuerte abrazo,
Daniel.


(Foto: "Los Abrazos Rotos" Música: "Los amantes del círculo polar")

viernes, 15 de enero de 2010

Tiempo



Me llama la atención la percepción que tenemos de la vida y del tiempo así como la nueva dimensión que adquieren con la vejez. Vivimos una vida tan corta que nuestra velocidad vital es tremendamente superior al conjunto global. Para nosotros dos décadas es un tercio de nuestra vida, para la historia es apenas un soplo de aire. Como estallidos de energía, rápidos e intensos, nos dedicamos a mover los cilindros de la historia. Somos tan frágiles, tan volátiles, que breves cambios históricos nos pueden alterar por completo mientras que la vida sigue su camino sin apenas alterarse en su conjunto global. A nivel individual, una guerra mundial puede suponer una vida angustiosa y repleta de dolor, sin embargo, a nivel histórico, puede significar un bache.

De esta manera, cuando llegamos a viejos, sentimos que estamos obsoletos y la vida avanza imparable al margen nuestro pues no hemos sido sino una mera e ínfima contribución, experimentamos entonces la relatividad del tiempo. Todo se pone en perspectiva, nos preguntamos qué sentido tienen las palabras inicio y final.

Dicen que con la vejez llega la sabiduría y esa paz tan ansiada. Yo opino que con la vejez llega el cansancio y que, si no has llegado a la vejez ya con un cierto grado de sabiduría, mal se lleva. Al final, la vida viene a ser más de lo mismo, como el comer, y debemos dar paso a otros apartándonos de su camino, la energía se agota. La labor instrospectiva de la juventud y de la madurez es realmente estimulante, nos mantiene ilusionados y nos permite abrir numerosos proyectos con la finalidad de arrimarnos más a ese yo que no acaba de salir por completo a la luz, está todo sin terminar, algunas cosas sin empezar, es pura acción, pura pasión y por ello, es nuestro verdadero motor. Durante la etapa intermedia de la vida se experimenta la satisfacción del vivir, la verdadera aventura, la exploración y la autoexploración, el posicionamiento, la lucha por unos objetivos, estamos rebosantes de fuerzas. Yo estoy en la etapa intermedia, mi cabeza desborda ideas, las posiciono según su prioridad, devoro un libro tras otro, me interesa el arte, la música, la literatura, la filosofía, la historia, ansío el experimentar todo aquello que aún no he experimentado, es sencillamente maravilloso. Igual de interesante es tener claro qué etapa estamos viviendo. Si bien es muy saludable el permitir que ciertas facetas se prolonguen de una etapa a otra, también es indispensable el comprender que debemos de ir dando aquellas por terminadas. Esta es la miserable sensación de un punto y aparte.

Ahora bien, ¿qué sentido tiene una etapa nuestra en medio de la historia? ¿hasta qué punto un hombre puede llegar a influir en las generaciones venideras? Esto es lo realmente sensacional, sí puede. Y es ésto por lo que nuestra vida cobra sentido. Es ésto en donde la relatividad del tiempo se muestra casi mágica. Podemos influir positiva o negativamente en la comunidad global, en la historia, y por tanto beneficiar o perjudicar a una o varias generaciones enteras. Ahí radica el misterio, somos ínfimos, efímeros y sin embargo, tremendamente energéticos y decisivos... un hombre puede decidir su futuro y de igual manera, puede influir en el futuro de la historia.


Comenzamos a ser grandes en el momento en que decidimos no ser pequeños.


Feliz Viernes,
un abrazo.

martes, 12 de enero de 2010

BABEL



Cómo es la vida, un día te levantas y parece que todo sigue el mismo ritmo que los días anteriores, la misma rutina, las mismas personas, las mismas noticias, todo igual. Sin embargo, sin que tú lo sepas, tus sucesos van ocurriendo a un ritmo y a una intensidad exactas, precisas, y qué mágico es todo ahora piensas, porque mientras, en otro lugar, con otro ritmo y con distinta intensidad, otra persona vive su día de forma exactamente idéntica pero a su manera. Y qué misterioso parece el saber que ambos ritmos poco a poco van entrando en armonía, como cuerdas que van aproximándose en su afinación y, cuando ambas ondas son exactamente iguales, entran en reverberación. Así ocurre muchas veces, tú terminas de arreglarte, coges las llaves, cierras la puerta, bajas las escaleras. Mientras, a su vez, ella termina su café, pide la cuenta, paga su recibo, abre la puerta y se le cae la cartera. Tú terminas de bajar, te das cuenta de que hace mucho que no miras el buzón, dónde estará la llave, me la habré dejado en casa, ella guarda su cartera en su bolso, avanza un poco, tú abres el portal, pones un pie en la calle y... vaya, disculpa no te he visto, perdóname, deja que te ayude, te ayudaré a recogerlo todo.

Entonces tu vida y la suya, durante un breve instante, confluyen y por si fuera poco, tus ojos y los suyos, durante un breve respiro se miran los unos a los otros. Da la casualidad de que ese respirar es casi simultáneo, ese mirar es profundo y ambos lo acompañáis de una sonrisa. Y así, tu vida, sin haberlo planeado, ha dado un giro.

Sin entender muy bien el por qué, vuestras vidas siguen aproximándose y ambos no lo sabéis pero algo en vuestro subconsciente empuja vuestra mente como una locomotora hacia el otro poniéndolo fácil. La magia surge y comienzas a sentirte maravillosamente bien a su lado, te sorprendes a menudo pensando en ella, su forma de reir parece resplandecer sobre todas y es tal la conexión en pensamientos, ideas, formas de sentir y ocurrencias que todo lo anterior no tiene comparación. Por si fuese poco, ella siente lo mismo y la arrastra a mostrarse aún más femenina contigo, más natural, incluso algo dentro de sí la impulsa a arreglarse aún más cuando queda contigo. Con el tiempo ambos ganáis en carisma con las personas, os mostráis más seguros, más extrovertidos y hasta más guapos, cómo entender entonces lo que te está ocurriendo. Automáticamente surgen comparaciones, todo parece pertenecer a un nivel inferior, acabas menospreciando aquello más importante para tí. Al unísono, todo comienza a tener más interés, el saber, la cultura, el arte, la música. Ambos, en vuestra contínua retroalimentación, os avalanzáis a un mundo más sensible, más romántico, más idealista, allí donde os sentís rejuvenecidos, mejor que nunca, apoteósicos. Mientras construyes tu torre, tu antigua ciudad comienza a derruirse a tus espaldas, pero qué importa ya, ¿no ves el cielo?, está ahí, casi puedo tocarlo.

Tu sensibilidad entonces comienza a explorar terrenos desconocidos, todo llega a tí con una claridad, una proyección y una afinidad hasta entonces desconocida, piensas que navegas en una dirección, con un norte perfectamente marcado y sin embargo, cómo es la vida, no es un mar sino un río y lo que sientes no es tu propulsión sino la corriente.

A la par que construyes tu torre tus sentimientos son más faraónicos, las experiencias más enriquecedoras, pero más atrás dejas el suelo y todo aquello en lo que una vez creiste. Comienzas a ser tu propio traidor, algo en tí parece traicionar el proyecto, dudas de su fin, pero también dudas de tus raíces. Por si fuera poco, las notas que antes reverberaban con tal intensidad van deshaciéndose en el aire y pronto desentonan, su arquitectura sonora pronto revela la atemporalidad de su maravilloso sonido armónico.

Cómo entonces entender la vida y reconstruir su significado, desmantelar los sueños y paliar el dolor, cómo curar las heridas, cómo comprender que uno mismo es el patrón y el marinero, el juez y el acusado, la enfermedad y el remedio.


Nuestra torre de Babel.


Un abrazo,
y feliz martes.

sábado, 9 de enero de 2010

Amor eterno

No hay amor más triste
que el que llora hoy por tí mi corazón
Un amor que durará por siempre,
eterno, indescriptible,
voraz.

Aún recuerdo tu mirada penetrante,
tu pasión irrefrenable, instintiva,
faraónica.
Tu marmórea palidez,
tu seguridad infinita, tu fuerza.

Eras la quietud, la elegancia,
el bello suspirar del invierno.
Príncipe de la vida,
romance amargo y triste.

Eras mi más sincera inquietud,
como una sombra,
como un palpitar.

Tus ojos eran de oro,
brillaban por mí en los confines del tiempo,
ardían para ser vistos por todos.

Ven a mí de nuevo,
tiende aquí tu cuerpo,
suspira
y llévame contigo.

viernes, 8 de enero de 2010

Erótica



Si rozo mis labios con los tuyos
y mis dedos, en lenta progresión
van abriendo tu boca,
puedo sentir tus ojos mirarme
con tal deseo y excitación
que llego a olvidarme de tí
para querer sólo tu cuerpo.

Si te hablo y, con mis manos,
a la par que mi voz te excita,
te voy desnudando,
puedo sentir tu piel erizarse,
implorar la mía y desearme
con tal intensidad,
que llego a querer amarte.

Si desnuda ya, como si no te importara,
me ignoras,
causas en mí el efecto contrario,
mi cuerpo necesita tu cuerpo,
mi mirada tu deseo
y la atenta escucha de mi mente
los gritos más agudos de tu boca.

Si, conmigo tú quisieras enredarte,
traería a tí los llantos más amargos,
el deseo más irrefrenable,
la melancolía de un abrazo con,
como si fuera un lazo, el dulce saborear
de mi boca con tu boca,
tus manos agarradas a mi espalda
y el tinte transparente de nuestra saliva.

Si, después de todo prefieres despedirte,
permíteme que selle mis disculpas con un beso,
lento y lánguido anclado a tus labios,
tan suave como el atardecer que estás viendo,
y tan hermoso como el amor que,
sin tú saberlo,
he llegado a sentir por tí.

Arquitectos del Infierno

Las siguientes fotografías tienen un autor: John Moore, fotoperiodista de Getty Images




Hay veces que las personas deciden separar a otras de sus seres queridos, los matan, los confinan a pasar el resto de sus días en un ataud y le dicen a sus familiares que ya nunca podrán verles de nuevo. Sin embargo, intentan reconfortarles de alguna manera, les cuentan lo valientes que fueron, lo mucho que lucharon y lo orgullosos que estaban de ellos. Aquellos que les quieren deben pues renunciar a abrazarles por ir a llorarles a donde nisiquiera pueden ver su rostro, a un lugar donde intuitivamente piensan que descansa, donde ahora hay sólo césped y un trozo de mármol que recuerda su nombre.

Esto hacen aquellos que construyen planes militares y que justifican los medios con un fin utópico que no hace más que enmascarar su codicia y les aparta del miedo de reconocerse como asesinos.

Son los arquitectos del infierno, mitómanos que arrastran a otros aprovechando su voluntad y la direccionan hacia su propia destrucción en favor de un objetivo inmoral, carente de estructura ética, platónico y romántico. Así consiguen el dolor en otros como daño colateral, sin más repercusiones que sus lamentos que pronto se camuflan con el aire y permiten continuar con la guerra.

(...)



Apenas podía prestar atención a unas noticias que no dejaban de recordarme lo que por desgracia sabía había ocurrido y renunciaba a creer, no veo nada maldita sea, qué diablos es, intenté borrar con mi manga la suciedad de la luneta delantera pero no hubo forma, no era vaho sino una mezcla de polvo, humo y aire putrefacto que empañaba por fuera el cristal. Subí la ventanilla y mi coche iba llegando allá donde la radio me indicaba había sucedido, quítese de enmedio!, hey, qué hace!, mi coche zigzagueaba entre los escombros, la gente, la policía y la niebla. Mis pensamientos tornaban cada vez más angustiosos, ella era todo cuanto tuve, cariño espérame ya llego, Dios, aceleré aún más mientras el fuego de las explosiones aún carcomía algunos edificios, mi mujer y mi hijo estaban en la calle cuarenta y dos, tenían que estar ahí. Cógeme el teléfono, cógeme el maldito teléfono, cariño. No dejaba de golpear el volante, pareció ver algo a la derecha por lo que tuvo que bajar la ventanilla, tapaos la boca con las telas húmedas, hacedlo maldita sea, los niños nerviosos miraban por las ventanillas asombrados desde el asiento trasero, dónde ha ocurrido?, a quinientos metros pero no está permitido el acceso, señor! no está permitido el acceso!. Las ruedas chirriaban hasta aproximarse y pronto tuvo que frenar. Su mirada se clavó en el asfalto, sus manos no se movieron del volante, los niños callaron en una especie de silencio amargo que inundó sus ojos de lágrimas, apenas vibró la boca pronunció su nombre. Renunciaba a creer lo sucedido, la agónica realidad culpaba a otros del desolador escaparate en el que se había convertido su coche. A sabiendas de lo que ya era una evidencia y sin apagar el motor su mano izquierda posó en la maneta de la puerta y sus dedos se agarraron a ella tan fuerte que pronto enrojecieron. Quedaos en el coche, no os mováis.

Giró por completo el agarrador y puso un pie en el suelo mientras miraba su vida anterior sobre el asfalto, a su alrededor sólo había un silencio tan próximo a la muerte que pensó en acabar con su vida. Sus brazos apenas reaccionaron, sus ojos fijaron su mirada en lo que segundos antes negaba aceptar, su garganta resecó mientras sus lágrimas parecían fluir en su interior hasta colapsar su pecho, qué es esto, qué han hecho. Toda su vida, sus mejores momentos pasaron ante él, ahora estaba solo, de todo le habían despojado injustamente, violentamente. La rabia y la impotencia colmaron sus venas que apenas podían dejar fluir la sangre. Frío, a pesar de su cazadora sentía frío y todo tornó insípido, inoloro, estático. Los sonidos de las ambulancias y la policía parecían retumbar en un segundo plano mientras la escena lo sumergía en una especie de burbuja temporal y espacial aislada del mundo.

Entonces movío sus pies y sus piernas tuvieron que elevarlos más de lo cotidiano para evitar pisar los cuerpos, qué han hecho, y subí los brazos dejando que mi cuerpo extrajese ese torrente de sensaciones que yo era incapaz de entender ni asimilar. Fue una sensación de placer en medio de la angustia y el sufrimiento, una extroversión de dolor sin conciencia de mis movimientos, de mis gestos, de mis gritos. Mi cuerpo se estiró por una necesidad interior, desesperado ante la acumulación de ansiedad y pena. Tan pronto liberé mi alma del fuego del infierno, caí de golpe en el suelo enfrente de ellos, los que un día estuvieron conmigo y ya no lo estaban, lo poco realmente extraordinario que me quedaba en la vida. Mentalmente perdido, desconsolado, aislado de cualquier otro pensamiento que no les implicara a ellos, con los lagrimales desbordantes, mi boca desconsolada, mis dedos tensos y nerviosos. Mis yemas tocaban las suyas y después mi boca, mis ojos reconocían la que fue su última mirada, una mirada de pánico y ahora en paz, sabe Dios dónde. Me culpé de mis errores en vida, de aquello que pude hacer y no hice, de todo aquello que les negué, mas ya era tarde para remediar el pasado, pronto iba tomando conciencia de la magnitud de lo sucedido.

Fue el fin de la mejor parte de mi vida, el momento más amargo y austero. Fue lo que trajo la guerra, a mí y a muchos otros, de los que seguro hoy ya casi nada queda.

jueves, 7 de enero de 2010

Dignidad



Cuando el silencio parecía prolongarse hasta el infinito su voz reverberó en los cristales de la ventana, con sus ojos mirando hacia otro lugar más allá del horizonte, el sol ya poniéndose y el reloj sin pausa avanzando. Hijo, tengo que contarte algo. Vino a él y se acurrucó a su lado mientras con sus brazos se abrazaba a su padre como aquel que intuye la muerte. Sus ojos quebraban en lágrimas que se resistían a evaporarse en el aire, los violines del vinilo sonaban como testigos de su testimonio. La vida no es como te la imaginas, no todos los lugares son iguales. Hay sitios donde la vida no tiene importancia, donde no tiene valor ni sentido y el morir no impone, no da miedo, porque se muere desde que se nace y la muerte no es un destino sino un camino. Hijo, la felicidad que tú sientes otros la ignoran porque en su morir no tiene cabida, viven adscritos a un dolor permanente y remanente desde que nacen, son conscientes del mañana pues lo ven en sus compañeros de viaje día a día, no entienden del amor como tú ni saben del placer porque nunca lo han sentido. Son testigos directos de lo que será su vida, o su lenta muerte, pues no hay diferencia entre unos y otros, son cuerpos que vienen al mundo y pronto se irán sin mayor importancia, sin huella alguna, sin nombre, sin raíces y sin destino, sin una causa, sin un fin, sin dolor pues de eso apenas queda. Yo he visto a esas personas o más bien, trozos de carne y hueso que vagan errantes y confinados en la cárcel del mundo, acurrucados en rincones de escombros que, como la basura, esperan ser tirados a donde el sufrimiento no existe, agonizando ante la mirada de otros cuya labor consiste únicamente en limpiarles del suelo antes de que se pudran.



Hijo, la vida no es para muchos como tú la percibes. La vida a veces es un lento avanzar que nostálgicamente nos invita a no haber nacido y desde muy chicos nos lleva cautelosa hasta la muerte, un lugar donde nos espera un descanso eterno, un paraíso desconocido y una felicidad placentera, un sentimiento tan hermoso que hacia él caminamos, desnudos y tumbados, acurrucados. La vida a veces nos cautiva con su dolor de tal manera que pronto aprendemos a minimizar las fuerzas quedándonos quietos en el suelo, mimetizándonos con la tierra, el lugar donde un día descansaremos en paz y donde ya no existirá la muerte porque tampoco existirá la vida, sólo la nada y el armónico sonido del silencio. Sus labios vibraron. Dame tu mano.

La noche no es como tú la ves y el sol no es tan hermoso como te lo imaginas. Los amaneceres y los atardeceres para muchos no existen al igual que no existen los colores, ni las texturas, ni los sabores. Las melodías como tú las entiendes no tienen cabida en sus oidos y las notas se sustituyen por vibraciones instintivas de un aire colapsado por el terror, por el miedo y por la frustración. No entienden ni dan importancia al futuro, ni al pasado, ni al presente, sus pensamientos pronto son sustituídos por el instinto, por la miserable necesidad de permanecer con vida hasta que sus fuerzas comienzan a fallar y, quietos, agónicos y temblorosos, dejan reposar su cuerpo óseo y marmóreo sobre un suelo que olvidó hace tiempo lo que es la compasión. Hay personas que, al contrario que tú, no les da miedo la muerte hijo, tampoco el hambre ni la soledad, pues no conocen otra cosa, nacieron expuestos al castigo más abominable.

Hijo, la tierra no da por igual a cada uno, la energía que hoy se nos da mañana ha de devolverse. Unos nacen donde la energía abunda más y otros donde apenas existe, son el reducto de lo poco que queda y que pronto se marchitará, son la arena del desierto que apenas tiene agua y pronto se la lleva el viento, donde no es posible la vida y donde si una vez surge, pronto desaparecerá. Sin embargo, aquellas personas de las que te hablo, hijo, son como tú y yo, pero con almas sin suerte. Son personas que, pese a sentir la muerte en vida, pese al dolor y al sufrimiento, aún tienen lo más valioso de este mundo.

Dignidad.

Cruz de violetas



Nada le intrigaba más a Vasili que la suculenta tormenta de palabras y frases, escritas en prosa, sin fin, eternas, que parecían no acabar nunca retornando una y otra vez a su mente en forma de bellas metáforas, cuales bellos rayos de luz, al calor de su sofá, al placer de su ventana, a la misteriosa esencia del amor por la lectura. Aún parecía recordar todas esas palabras enredándose entre sí, formando entre ellas bellos párrafos que a sus ojos contenían forma, métrica y ritmo, sin duración determinada ni apenas añadidos, aquellos que una vez le anclaron durante horas, días y a veces semanas al mismo rincón de su habitación, ignorando casi el comer, el dormir y el ir a la escuela, leer por leer, por el placer de una historia bien contada y articulada, sin saber cuándo acabaría y donde un punto significa el final de un motivo y el comienzo del siguiente.

Así, como aquel que lo probó y aún siente en la boca su sabor, su dulzura, se acercó a la estantería y tomó el único libro que durante mucho tiempo había deseado, recordando a su madre horas antes decirle como alma que lleva al diablo, no tardes mucho en levantarte que debes ir a la escuela, recuerda que tu profesora ya nos ha advertido que no tolerará más ausencias, pero qué sabía nadie, qué entendía nadie de la pasión que sentía entre sus dedos al abrir aquellas tapas, respirar aquel olor a tinta impregnada que parecía dulcificarse a medida que avanzaba la novela, como si fuese perfume de la mujer más bonita de la tierra, cual una flor recién regada. No, nadie lo podía entender, sólo Vasili, por eso abrió aquel libro, se sentó en su butaca e, ignorando a su madre, a su profesora y al mundo entero, comenzó a leer.

Sucedió que hace mucho tiempo, cuando la gente aún sentía el dolor de una guerra que parecía no acabar, había una niña rechoncha, no muy alta, con unos ojos vivaces y de mirada penetrante, mal vestida y de carácter agrio a ojos de todos, que al igual que su familia vivía en condiciones extremas, pasaba hambre y apenas se duchaba. Sus días consistían en sobrevivir a una vida impuesta, sin alicientes ni recompensas, donde nada se regalaba y lo poco que uno tenía pronto se le quitaría, una niña que conocía el terror, el llanto y la violencia de unos que, sin aparente razón ni argumento, intentaban exterminar a gente como ella, no de su estatura ni de su color de piel, sino como ella. Judíos.

Ya a corta edad aprendió que era distinta, diferenciaba con quién podía relacionarse y con quién no, cómo debía de vestir, cuándo y ante quien agachar la cabeza, ante quienes disculparse sin importar el motivo y cómo el maltrato físico no era un castigo sino algo necesario para los de su raza, que según oía entre los hombres blancos y uniformados, nunca debía de haber existido. Con el tiempo aprendió a llorar cuando el dolor no era muy intenso, para así acabar pronto y no llegar al final que tanto amargaba, cuando apenas podía levantarse y sus ojos apenas podían enfocar las baldosas del patio mojado, truquillos que le contaban otros, pero ella bien sabía que un día llegaría el final, "cuando menos lo espere" le repetía a su compañero noche tras noche, un final que al igual que ella lo esperaban todos, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, pues estaban ahí por la misma razón, por el mismo delito.

(...)

martes, 5 de enero de 2010

Madrid

Valoramos lo que tenemos con mayor intensidad por negación, por privación o por introspección. Si bien empiezo a asumir que parte de la población española no tenga ni pajolera idea de su cultura me corroe las entrañas el tener que asumir, de manera adicional, que las personas no son conscientes de sus raíces y de la evolución vital de sus últimas generaciones. ¡Cómo vamos a ser capaces de entender y valorar lo que tenemos si no somos conscientes de lo que tuvimos!

Mi abuela Lucía murió en el año 1989 a la edad de 69 años -cuando aún yo era joven-, por tanto nació en el año 1920. Su madre, es decir, mi bisabuela, nació en el año 1892 y murió a mitad del siglo XX. Y no prosigo para que observéis con detenimiento mi razonamiento en un breve espacio temporal.

Por regla general, una persona en vida dura alrededor de los 70 años. Esto es casi un siglo de existencia. Bien, remontémonos a la etapa de mi bisabuela cuando estaba a punto de tener a mi abuela, tan sólo 100 años atrás, a principios de siglo XX. Yo nací en Cuatro Caminos, en pleno Madrid, y toda mi familia era de Madrid capital. Por tanto, soy castizo, sí señores, auténtico de pura raza.

Esto que véis aquí es la Glorieta de Cuatro Caminos en el año 1913 (hace tan sólo 97 años!!):



Sí, lo que se ven ahí son diligencias, efectivamente. Y si nos remontamos a la época de la posguerra española parece que las fotos están sacadas de alguna superproducción americana de Hollywood pero no, son la mismísima realidad de un Madrid del que no hace tanto recordamos esto:



Efectivamente, hace no llega a 70 años, en la Gran Vía había nazis con sus banderas.

Pero... ¿y si nos remontamos a la etapa de mi tatarabuela? ¿tampoco es tanto, verdad?

1874, Las Ventas:



No había nada alrededor de las Ventas, tierra, campo. Se llegaba a caballo. Para valorar lo que tenemos es necesario entender lo que tuvimos, por eso es importante la historia. En apenas 100 años se ha construido una ciudad entera, con su arquitectura, infraestructuras. Y los niños de hoy, nacen con un móvil en el bolsillo sin pararse a pensar que apenas cien años, un breve intervalo de tiempo, miembros de su familia iban a caballo y Madrid era en su mayoría campo. No lo valoran, porque no lo ven, porque no se les enseña. No es su culpa, es la nuestra.

Bien, sigamos. Puente de los Franceses, 1862:



Puerta del Sol, 1877:



Qué bien se vive hoy en día con la única idea de irse a la Puerta del Sol a emborracharse por Nochevieja, verdad? Y luego, volviendo a casa, tendremos que soportar a algunos que otros inaprensivos quemando algún contenedor. Porque, por si no lo sabéis, esta Nochevieja el 112 ha recibido más de 300 avisos de trifulcas según El Mundo. No se valora lo que tenemos, no lo cuidamos, porque no lo conocemos y no se sabe el esfuerzo que llevó el gestarlo. Por tanto, no importa el ensuciarlo, el descuidarlo, el dañarlo...

Plaza Mayor, 1895:



Gran Vía, 1912:



Gran Vía, 1929:



Gran Vía, década de los 50 (antes se llamaba Avenida de Jose Antonio):



Apenas 80 años la Gran Vía, algo tan cotidianamente conocido por la mayoría de los españoles, se estaba construyendo. Y hoy, es común ver a la gente quejándose porque no hay las suficientes papeleras, porque Madrid siempre está en obras, porque entierran la M30, por... Probablemente, de lo que hacemos hoy disfrute, pasados 60 años, nuestros nietos tampoco lo valorarán si no les enseñamos lo que tuvimos.

Por si fuera poco, no sólo es normal escuchar todo tipo de barbaridades hacia aquellas personas que construyen nuestro Madrid sino también es típico, cotidiano, aconsejar a nuestros hijos e hijas que no frecuenten lugares típicamente madrileños un sábado adentrada la noche. ¿Qué narices está pasando?

Y que conste, por supuesto, que yo también me quejo mucho de mi Madrid. Tanto me he quejado que he llegado incluso a detestarlo. Pero más bien, siendo sincero, es la rabia de quien ve cómo su ciudad va poco a poco degenerándose.

Yo adoraba hace años el Madrid de los churros y las porras los sábados por la mañana, el Madrid de las cafeterías abiertas y de las que no te echaban en horas. El Madrid de la vuelta ciclista por Bravo Murillo los domingos por la mañana. Pero me acabé cansando. Acabé cansado del ambiente, de pasear un viernes por la noche por la Plaza de la Cebada y tener que andar por la carretera porque en la acera estaban orinando. De no poder ir a tumbarme tranquilamente con mi novia en el Parque de la Bombilla por la delincuencia que había. De observar la inmensa inmigración existente en Cuatro Caminos que cambiaba por completo el estilo de vida, las tradiciones, la cultura subyacente de la ciudad.

Y una foto más para el asombro de quienes no conocen su España.

Zeppelin sobrevolando la Gran Vía, 1930:



¡Y este es el Madrid de nuestras generaciones! El Madrid de nuestros abuelos, de nuestros tatarabuelos, de nuestros jóvenes padres. Estas son las condiciones de vida, el día a día de nuestras familias, de nuestras raíces. Esto es lo que hemos sido, de lo que partimos y la semilla de lo que hoy en día somos. ¿Cómo vamos a ignorar nuestra historia? No podemos ignorar al Madrid de la República, a nuestra horrible Guerra Civil, a la España de la posguerra -desolada-, a una España que veía cómo el mundo se mataba en una Guerra Mundial y que mientras ella, sumida en la más absoluta de las pobrezas intentaban salir adelante abrumados por la triste estampa de aquellos que se matan entre ellos. No podemos ignorar a la España de Franco porque es nuestra historia. No podemos tirar estatuas por su significado político, forman parte de nuestra España querida, de nuestras raíces y, queramos o no, somos lo que somos por lo que hubo atrás no por lo que vendrá. No podemos olvidar la etapa de la transición española, de figuras como Adolfo Suárez, como Felipe González. Son historia. Alejémonos de ideas políticas, esto no tiene nada que ver. Al igual que nuestra etapa socialista forma parte de la historia también la popular. Son etapas que cambiaron a nuestro país, que lo hicieron avanzar, retroceder y reconstruirse. No podemos olvidar la Monarquía.

Y por supuesto, no podemos olvidar, que lo que tenemos tiene un valor y hemos de cuidarlo, hemos de preservarlo. No podemos ignorar a nuestros antepasados,a su forma de vivir, sus costumbres, sus tradiciones... es nuestro Madrid y es nuestra España, la España que nos vió nacer y que nos dió cobijo.

Qué será de Madrid con los años, ¿son estas las manos que lo cuidarán?

¿o que lo maltratarán?


Buen martes,
Daniel.

lunes, 4 de enero de 2010

En pelotas



Cuando por aproximación intentamos generar una imagen del tú a partir de experiencias pasadas de nuestro yo no estamos haciendo más que recomponer un cuadro a partir de brochazos impresionistas que, desde lejos y entrecerrando los ojos, puede llegar a simular una realidad acorde a numerosas expectativas. Las almas vagan errantes tratando de posarse y entender las almas amigas, cercanas e incluso olvidadas. Creemos poder comprender el pensamiento y sentir ajeno como consecuencia de nuestra propia estupidez, nos hedonizamos con el fin de dar valor a nuestro aún pobre conocimiento de la esencia humana. Cuando esto ocurre, es momento entonces de delimitarnos a nosotros mismos, de barrer nuestra estancia, de medir nuestro conocimiento por comparación y salpimentarnos con una buena dosis de humildad.

El grado de satisfacción generada a partir de una imagen dibujada del tú como extrapolación y aproximación de nuestro yo vendrá delimitada por el conocimiento que la otra persona tenga de sí misma. Así, una persona que fácilmente se impresiona ante nuestra sobrecogedora empatía deberá poner en tela de juicio su propio autoconocimiento. ¿Quién va a atreverse a dibujarme si ni siquiera yo, tras años de existencia, logro aún apreciar quién soy en mi totalidad? Si mi eterna lucha por mi autodescubrimiento depende en gran medida del descubrimiento de la esencia del vivir.

Cuanto más avanzan los años, más absurdo y complicado me parezco, y me pareces, por muy simple que aparente ser y seas al ojo ajeno. Y aún así, hay algunos que valientes se arriesgan a dibujarme con unos cuantos brochazos. Me río yo, de mí mismo. Y de ellos también.

No estoy loco, sino asombrado. Y pese a todo sé y entiendo que no tengo camino. Hay personas que, gracias a un misterioso don tienen perfectamente claro por dónde navegar, aparentemente sin rutas de navegación... Yo por el contrario soy un nómada. Hoy me veo aquí/así, mañana me veo allí/asao. Llevo arraigada en mí la esclavitud del asombro continuo ante lo misteriosamente descubierto. ¿Qué sé yo lo que seré mañana? Sigo mi senda inventada, que no camino; la senda de la curiosidad. Y cuando llego a un destino que no me gusta, rectifico, ¡las sendas pueden gestarse, el camino se hace!

Exploro desnudo con la única coraza de mi buen gusto, o al menos eso me gusta creer. Forjo paso a paso mi criterio e intento que éste sea maleable. No me gusta lo rígido, lo estático, lo inamovible. Me gusta lo flexible, lo dúctil, lo exfoliable, lo reciclable. Me gusta la solidez, eso sí; sentir el aplomo de lo hasta ahora generado. No soy un escultor, mi obra va generándose misteriosamente. El escultor no tiene vuelta atrás, sabe que un golpe rompe deliberadamente el mármol con una determinada forma y precisión.

Lo cortés no quita lo valiente, ya se sabe. Soy un nómada flexible y sólido, curioso, ¡asombroso!

Cuánto valoro a las personas que saben cómo piensan hoy y cómo pensaban ayer pero se mantienen abiertas a la evolución personal. Aquellas que contínuamente replantean su persona, que desmenuzan y diseccionan, cual hábil forense, su propio ser. Lee, explórate, comparte, indaga. ¿Sabes cómo eres? Mentira.

Amo lo sencillo porque es fácilmente asimilable, porque es directo, porque no tiene misterio, porque hace mi vida agradable, soy perezoso, ¿qué le voy a hacer?. Más me atrae lo complicado, lo oscuro, lo innaccesible porque dota a mis días de pasión, de asombro, de ilusión, de proyección.

No soy sencillo, soy complicado. Y no me conoces, al igual que yo a tí tampoco, mas qué hermosa la búsqueda. Dios, si hay, me libre de encontrar lo que busco y me libre de no encontrarlo jamás.

Quiero morirme buscando aún, con mis ojos abiertos, con el alma abierta, con la ilusión de un niño y la pasión desbocada del más sabio ignorante. En pelotas.


Buen lunes.
Daniel.

Una europa ya olvidada



Lo que voy a contar no es nada nuevo. Ya en los primeros años del siglo XX podía encontrarse este sentimiento en la Europa central tal y como lo muestra Stefan Zweig en el segundo capítulo de su autobiografía. Curiosamente ahora se perciben las mismas sensaciones en circunstancias muy distintas a las de antes, previas al holocausto.

España en los últimos cien años ha soportado varias fases que la han hecho tambalearse y también progresar. Hemos pasado una república, una guerra civil, dos guerras mundiales, una dictadura, una transición y finalmente una monarquía parlamentaria. Una persona que cumpla hoy los cien años recordará su vida como varias fases diferentes sin casi conexión alguna. Y es que los últimos cien años para Europa han sido etapas en las que todos hemos debido de parar para arrancar de nuevo, olvidando lo que atrás quedaba. Este completo renacer y autoinventarse contínuo ha provocado que los europeos recuerden su Europa pasada como una "Europa anterior a", de la que ya casi nada queda. Ha sido la Europa de la inestabilidad. La seguridad y la estabilidad no estaba a la orden del día sino que lo que hoy se tenía podía desaparecer mañana sin previo aviso. El amor, la pasión y la cultura de hoy podían aniquilarse a manos de los mismos hombres que la gestaron...

Los diversos modelos de sistema que arrasaron Europa y que también la construyeron evolucionaban e involucionaban contínuamente. Esto ocasionaba que tan pronto la humanidad retrocedía moralmente mil años de historia como avanzaba técnicamente otros mil años. En medio de ese inmenso desorden la población tuvo tiempo, a costa del horror, del dolor y también de las riquezas puntuales, de encontrarse a sí mismos y explorar el lado más sensible de la existencia. Pagaron el precio, sin duda alguna.

Como consecuencia de la propia inestabilidad de los sistemas vigentes, el contínuo reciclaje y la atractiva búsqueda del poder el sistema educativo se resintió. La sociedad y sentir general de Europa quedaba de manifiesto en las aulas de los colegios e institutos. Aquellos que conseguían acceder a una educación debían de enfrentarse a un esquema educativo poco estimulante. Los niños parecían seguir patrones estándar y en las aulas, como bien relata Zweig, se respiraba un olor a podredumbre tan típico de los edificios antiguos, austeros y sobrios. Aquellos cubículos hacían llegar a los alumnos la sensación de "tener que" educarse al igual que otros lo habían hecho previamente a ellos mismos y al igual que otros lo harían pasado un tiempo de igual manera.

Esto se ha venido reflejando de una manera bastante próxima en los últimos cuarenta años del siglo XX, en la España del final de la dictadura, la España de la transición y la del comienzo de la Monarquía.

La educación consistía a grosso modo en un periodo de la vida en el cual las personas debían recibir algo que venían a llamar cultura pero que en nada se aproximaba a lo que realmente importaba aprender de cara al futuro. Unos conocimientos básicos de supervivencia, unos años en los que "había que ir" a la escuela. Unos años en donde la vida de los niños se resumía a cargar con su mochila y su merienda e ir a un colegio donde debían de sentarse durante bastantes horas en pupitres de madera que destrozaban la espalda mientras alguien, que venía a calificarse como maestro, emanaba de su boca guiones previamente establecidos por un conjunto de personas que dictaban cómo debía educarse a los españoles.

Años improductivos de los que poco quedó y poco se aprendió. Durante los mejores años de la vida de las personas, durante aquellos años donde todos estábamos en la flor de la vida, cuando éramos esponjas... sacrificamos nuestras valiosas fuerzas por un esquema educativo impuesto, tristemente impuesto. Así pasaron los años y los pequeños, ya no tan pequeños, salían de la escuela. Se enfrentaban pues a un mundo que mucho difería de lo que habían estudiado y poco habían aprendido. Debían construirse de nuevo. Años encarcelados a un banco de madera donde se recibían charlas soporíferas de los profesores y donde sólo algunos, más bien pocos, despertaban en los niños dosis momentáneas de estimulación cultural, quedaban atrás...

Atrás quedaba el recuerdo del profesor sobre la tarima, a modo de pseudo-dios de una inventada religión que llamaban sistema educativo. El profesor arriba, los alumnos -flores a punto de abrirse, el futuro- abajo. Se rompía con esa perspectiva el mismísimo sentimiento básico de igualdad que debería imperar en la población. Marcaba perfectamente cuál era el sistema que iban a sufrir en el futuro, a su salida. Un sistema donde unos estaban arriba y otros abajo y donde poco podía hacerse para cambiarlo.

Esperas en los pasillos castigados, escrituras en la pizarra con el único afán de malgastar nuestro maravilloso tiempo de juventud, clases en las que el dormirse era inevitable, paseos por el comedor en fila india esperando nuestro turno para que cargaran en nuestros platos la comida del día -de todo menos sana- y que bien recordaba a aquellas escenas de presos en la cárcel de las películas antiguas...

Pocos libros que leer y los obligados, poco productivos. ¿El resultado? Personas con una de-formación a la salida de un colegio volviendo a casa sin un conocimiento mínimo de la sociedad en la que vivían, des-culturizados, pero con el Padre Nuestro aprendido de memoria y mentalmente desgastados de tanto rezar a la entrada y a la salida del colegio. Y ay madre mía de aquel que se le ocurriese rechistar a la hora del rezo!

Al igual que se intentaba controlar la educación de una manera tan nefasta de igual manera se intentaba tener control sobre una formación moral que más que asimilada, era dictada e impuesta. Y como la prohibición sólo genera deseo no se fomentaba más que la irrefrenable necesidad de la trasgresión de las normas. Los agazapados por el medio parecían dibujados en serie y los que se arriesgaban a "enseñar" más de la cuenta, se enfrentaban al castigo de quien ha renunciado al "patrón impuesto y querido por todos".

La televisión controlada en su calidad moral y con un trasfondo político no menos que visible. Los productos diarios de consumo, los anuncios publicitarios, la ropa austera...

Y de ahí, de toda esa imposición y toda esa incultura impuesta, se pasó progresivamente al extremo opuesto. Al exceso de libertad, a la obscenidad, al todo vale, a la falta de cultura por el placer de la pereza.

Comenzamos a creer que todo avanzaba. Aires renovados en lo político, en lo social, todos ganaban. Estaba claro, se vivía mejor. Pero no se asumía el coste cultural, moral y social que conllevaba tal libertad. Personas mejor preparadas, con una mejor formación pero con un sentimiento generalizado de ocaso de una civilización.

¿Qué pasaba? Nadie lo sabía y aún hoy ese sentimiento fluye en los textos de los intelectuales del país. El sentimiento del derrumbe de la cultura en pro del placer.

Atrás quedaban horas de esfuerzo y sacrificio. Comenzaba a sentirse un añoro de la etapa pasada, tan sentida. Las horas en aquellos pupitres deformadores de espaldas parecían brillar como una etapa donde, aunque la educación recibida no era formidable, se estimulaba el sacrificio como el camino hacia el progreso.

Atrás quedaba lo malo para ennoblecer lo bueno que se recibió. Comparado con lo actual, cualquier tiempo pasado fue mejor.

Hemos pasado a presumir de una Europa que la mayoría de los españoles no conocen. No conocen su historia, su arquitectura, sus cimientos, su forma. No conocen su literatura, su música, sus instituciones. "Estamos en Europa", es lo único que sabemos según podemos comprobar entre un espacio televisivo emitido entre dos programas del corazón que según comentan, se llaman "noticias".

Olvidados ya casi de nuestro país, de su historia, pasamos a hacer relucir una Europa olvidada, casi más que la madre patria.

¿Dónde están los libros imprescindibles?
¿Dónde están los estímulos educativos?
¿Dónde están las ganas de aprender?

Cuánta razón tenía Zweig al hablar de la necesidad de cultura por el pueblo austriaco a principios de siglo. La incalculable competitividad estimulada por el ejemplo.


Un abrazo.

domingo, 3 de enero de 2010

Confianza



Las personas acaban siendo egoístas como una medida de autodefensa ante el dolor. Este suceso se basa puramente en la confianza subjetiva percibida.

Es curioso cómo el nivel de confianza máximo que desprende una persona es en los primeros años de vida. Nuestra poca experiencia vital nos hace entregarnos con una fe infinita a nuestros padres en busca de protección, alimento y calor humano. A medida que avanza el tiempo y vamos haciendo uso de razón nos vamos entregando progresivamente a ciertas personas que nos van causando dolor en distintos grados. Este dolor nos hace autoprotegernos con el único arma que nos aisla de los demás: la desconfianza. Y ésta, a su vez, genera egoísmo.

El cómo romper esta coraza en las personas es sumamente difícil. Así los contactos entre personas muy experimentadas tornan a muy superficiales inicialmente. Se propicia el correcto y adecuado fluir de una relación sin acelerones ni frenazos bruscos, todo a su debido tiempo.

La mayoría de las relaciones entre personas acaban en el área de reciclaje debido a un ritmo inadecuado, a un forzado innecesario de los acontecimientos, a la falta de paciencia y a la falta de virtudes.

No obstante, como en los primeros años, las personas se cogen confianza por el ejemplo. ¿Quieres educación? Sé educado. ¿Quieres paciencia? Sé paciente. ¿Quieres recibir amor? Da amor. ¿Quieres sinceridad? Sé sincero.

¿Quieres confianza? Emana confianza.

Un abrazo gente!
Feliz año nuevo!
 

Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

http://www.squidoo.com/daniel-colleman-fotografos-de-bodas

Fotografo de bodas