jueves, 7 de enero de 2010

Dignidad



Cuando el silencio parecía prolongarse hasta el infinito su voz reverberó en los cristales de la ventana, con sus ojos mirando hacia otro lugar más allá del horizonte, el sol ya poniéndose y el reloj sin pausa avanzando. Hijo, tengo que contarte algo. Vino a él y se acurrucó a su lado mientras con sus brazos se abrazaba a su padre como aquel que intuye la muerte. Sus ojos quebraban en lágrimas que se resistían a evaporarse en el aire, los violines del vinilo sonaban como testigos de su testimonio. La vida no es como te la imaginas, no todos los lugares son iguales. Hay sitios donde la vida no tiene importancia, donde no tiene valor ni sentido y el morir no impone, no da miedo, porque se muere desde que se nace y la muerte no es un destino sino un camino. Hijo, la felicidad que tú sientes otros la ignoran porque en su morir no tiene cabida, viven adscritos a un dolor permanente y remanente desde que nacen, son conscientes del mañana pues lo ven en sus compañeros de viaje día a día, no entienden del amor como tú ni saben del placer porque nunca lo han sentido. Son testigos directos de lo que será su vida, o su lenta muerte, pues no hay diferencia entre unos y otros, son cuerpos que vienen al mundo y pronto se irán sin mayor importancia, sin huella alguna, sin nombre, sin raíces y sin destino, sin una causa, sin un fin, sin dolor pues de eso apenas queda. Yo he visto a esas personas o más bien, trozos de carne y hueso que vagan errantes y confinados en la cárcel del mundo, acurrucados en rincones de escombros que, como la basura, esperan ser tirados a donde el sufrimiento no existe, agonizando ante la mirada de otros cuya labor consiste únicamente en limpiarles del suelo antes de que se pudran.



Hijo, la vida no es para muchos como tú la percibes. La vida a veces es un lento avanzar que nostálgicamente nos invita a no haber nacido y desde muy chicos nos lleva cautelosa hasta la muerte, un lugar donde nos espera un descanso eterno, un paraíso desconocido y una felicidad placentera, un sentimiento tan hermoso que hacia él caminamos, desnudos y tumbados, acurrucados. La vida a veces nos cautiva con su dolor de tal manera que pronto aprendemos a minimizar las fuerzas quedándonos quietos en el suelo, mimetizándonos con la tierra, el lugar donde un día descansaremos en paz y donde ya no existirá la muerte porque tampoco existirá la vida, sólo la nada y el armónico sonido del silencio. Sus labios vibraron. Dame tu mano.

La noche no es como tú la ves y el sol no es tan hermoso como te lo imaginas. Los amaneceres y los atardeceres para muchos no existen al igual que no existen los colores, ni las texturas, ni los sabores. Las melodías como tú las entiendes no tienen cabida en sus oidos y las notas se sustituyen por vibraciones instintivas de un aire colapsado por el terror, por el miedo y por la frustración. No entienden ni dan importancia al futuro, ni al pasado, ni al presente, sus pensamientos pronto son sustituídos por el instinto, por la miserable necesidad de permanecer con vida hasta que sus fuerzas comienzan a fallar y, quietos, agónicos y temblorosos, dejan reposar su cuerpo óseo y marmóreo sobre un suelo que olvidó hace tiempo lo que es la compasión. Hay personas que, al contrario que tú, no les da miedo la muerte hijo, tampoco el hambre ni la soledad, pues no conocen otra cosa, nacieron expuestos al castigo más abominable.

Hijo, la tierra no da por igual a cada uno, la energía que hoy se nos da mañana ha de devolverse. Unos nacen donde la energía abunda más y otros donde apenas existe, son el reducto de lo poco que queda y que pronto se marchitará, son la arena del desierto que apenas tiene agua y pronto se la lleva el viento, donde no es posible la vida y donde si una vez surge, pronto desaparecerá. Sin embargo, aquellas personas de las que te hablo, hijo, son como tú y yo, pero con almas sin suerte. Son personas que, pese a sentir la muerte en vida, pese al dolor y al sufrimiento, aún tienen lo más valioso de este mundo.

Dignidad.

3 comentarios:

  1. Tan estremecedor como real.
    La carne de pollo me has puesto, las fotos las miro detenidamente porque horrorizan y precisamente por eso hay que mirarlas y no esconder la cara.

    Un abrazo.

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  2. Qué post más duro y real !!

    De momento lo que puedo hacer desde mi humildad humana es viajar a través de mi corazón y conectar con ellos, dándoles todo mi amor.
    El otro día, en Callejeros ví un reportaje de un lugar en los Emiratos Árabes. Mostraban unas casas, impresionantes...con adornos de oro, plata..la riqueza a borbotones, despilfarro de riqueza, baños en placeres y comidas copiosas y abundantes..y pensé..." a kilómetros de este lugar se encuentra, Eritrea, Somalia, Sudán..en donde la hambruna es insoportable, las enfermedades innumerables y la muerte es compañera de camino...no les "regalarían unos cuantos de miles para que salgan de esa pobreza y muerte"
    Me he puesto muy triste. Gracias por recordar que estan ahí. Sin querer nos olvidamos de ellos.

    Un fuerte abrazo
    Namasté-OM

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  3. Emilio: efectivamente, son una realidad. Es duro, pero ocurre todos los días. Es curioso cómo la vida es como la entendemos por nuestras circunstancias.

    Un abrazo.

    Naia Salud: sí, lamentablemente es cierto. Pero es algo muy difícil de frenar. Las personas que viven en semejante opulencia son casi imposibles de concienciar porque están ciegas desde hace mucho tiempo. La mayor desgracia de esta clase de sucesos es el miserable sentimiento de resignación que experimentamos...

    Un fuerte abrazo.

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Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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Fotografo de bodas