miércoles, 8 de septiembre de 2010

Dinero




La vida parece haberse convertido en un puto negocio. Un puto, y jodido negocio de mierda. Hoy en día naces, gritas, y el estado da dinero a tus padres por tu nacimiento, luego a cambio les sube los impuestos, les sube la hipoteca y les sube el iva. Hoy en día vas a la escuela y la sensación tan maravillosa de disfrutar de una educación con tus compañeros cuesta dinero, cuesta dinero aprender. Ni qué decir tiene que cuesta dinero casarse. Porque el matrimonio, pese a lo que digan, es un negocio para la Iglesia. Ni a la sociedad ni a la Iglesia le importa una mierda que te cases, tus sentimientos no les importa, sólo interesa tu dinero y el que con esa decisión desembolsas tanto para el mantenimiento de los puestos de gestión como para aquellos que quieren aprovecharse de unas falsas ilusiones generadas en tí. Y no solamente eso, cuando se muere tu padre, vienen corriendo a ofrecerte lápidas por un módico precio, las tienes en varios colores y formatos, y no son precisamente baratas.

Hoy en día, mucha gente por esta maravillosa parcela del planeta tierra donde puedes sentarte a orinar en un cubilete de mármol con tapa y eliminar el olor de lo que desechas con un maravilloso perfume tan sólo con un click, pasa sus días en compañía de instrumentos que generan sensaciones para ellos. Es el marketing 2.0 le llama. Ahora te venden hasta sensaciones. Joder, qué gilipollez. Quieres sentirte bien? ey, ven a comprar a mi tienda, compra este producto, con tan sólo llevarlo serás envidiado, y si eres de los primeros que lo compras te aplaudiremos al salir de la tienda, saldrás en la prensa, y tus amigos te dirán que si pueden probarlo. Cómprate una tele de cincuenta pulgadas, es lo último, ponla en tu salón, y túmbate en tu sofá a ver el partido de fútbol de las ocho con tus amigos. El verlo como si fuera en el cine, no tiene precio.

¡Es todo una mierda! No es real, no es lo que importa. Se compra hasta la mierda que nos enseñan en la escuela. Porque todos aquellos temarios que intentan meter a presión en la cabeza de nuestros hijos y de los que luego se acuerdan de un quince por ciento, no están ahí porque sí, sino porque alguien, por una serie de intereses, lo ha elegido. Y detrás del nivel de cultura preconfigurado para una era, para unas generaciones, van detrás unos intereses marcados por aquellos que quieren permanecer en el poder.

Joder, no necesitamos ningún producto para experimentar ninguna sensación, no necesitamos comprar ni esclavizarnos a nada, hipotecar nuestra vida, para progresar, para ser más felices. Pero si no has conseguido el tan preciado ahorro, cariño, esperemos que tus hijos cuando tu cuerpo falle puedan mantenerte.

Queremos desfogarnos y liberar estrés y vamos al cine. Queremos pasar un buen rato con los amigos y vamos a tomarnos algo. Queremos tener un detalle con un amigo por su cumpleaños y pasamos por una tienda a comprar algo. ¡Queremos disfrutar del sexo y pagamos por anticonceptivos! Y mientras, familias y familias se sientan en la mesa a hacer cuentas mensuales para cubrir sus facturas y llegar a viejos con algo en el bolsillo. ¡Podemos ir a una aseguradora a asegurar nuestra vida!

Lo peor, es que tal modo de funcionar, queda preconfigurado cuando nacemos y lo vamos adquiriendo progresivamente con mayor fuerza conforme, sin saberlo, nos mezclamos en esta sociedad de consumo. Así, con pocos años, comenzamos a pedir a nuestra madre dinero para ir a tomar una hamburguesa con los amigos. La pedimos dinero para salir los fines de semana. La pedimos dinero para comprar un sacapuntas para el colegio. Y sencillamente no nos preguntamos por qué, es algo intrínseco a la propia vida. Se aprende al igual que se aprende a hablar. Hoy en día, parece que para vivir, se necesita oxígeno, alimentos, agua y dinero. Cuando alguien nos desea lo mejor, nos desea salud, dinero y amor.

Hay una diferencia entre tenerlo y no tenerlo, una diferencia básica, elemental. Y es que uno aprende a disfrutar con él y el otro sin él. Ambos sienten su presencia en su vida, aún teniéndolo o no teniéndolo, sienten su posesión o su ausencia, pero sienten su poder. Y sienten que esa diferencia provoca que alguien se muera de hambre a que coma todos los días en los mejores restaurantes del mundo.

La primera asignatura que debería de haber en una escuela debería ser la de aceptación. Aceptación de nuestra propia condición, aceptación de nosotros mismos, aceptación de las grandes injusticias que veremos, aceptación de que, inevitablemente a nuestros actos, habrá alguien en una posición peor y alguien en una posición mejor. Aceptación del lugar donde nos ha tocado vivir, aceptación...

¿Por qué esto no ocurre? ¿Por qué lo primero que nos dicen al llegar el primer día a la escuela es...: el libro que vamos a utilizar es este, los que no lo tengan pueden encontrarlo en la librería del colegio o en el corte inglés.? O... para la clase de dibujo técnico hará falta: un compás, una regla, un cartabón y unos rotring. ¿Rotring? ¿qué es eso? ¿dónde lo compramos profesor?

Pero lo que realmente me revienta, es la sensación de encender el televisor y ver los numerosos anuncios que intentan venderme sensaciones distintas... es mentira, todo es mentira. Y lo que primero deberían aprender nuestros hijos... bueno, lo segundo, ya que lo primero es a aceptar... es a no necesitar de algo ajeno a ellos mismos para ser felices, a no necesitar de nada extra para obtener aquellas sensaciones tan valiosas para nuestra persona, para nuestro corazón y para nuestra mente. Lo tercero, a mi opinión, que deberían de aprender, es a ser apasionados en la vida.

Porque lo que no nos da la sociedad, porque no se puede vender, es la libertad de elegir. No les interesa. De hecho, intentan bloquear tal libertad, manipularnos para que elijamos lo que ellos quieren.

Pero nuestra libertad, para ser felices, para amar, para encontrarnos a nosotros mismos y para sentir que somos alguien... eso no se compra.

2 comentarios:

 

Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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Fotografo de bodas