El aprendiz

No concibo mi vida sin poder verla a través de mis ojos, sin poder marcar mi estilo y dejar huella. No concibo mis días sin el amor, sin la pasión que me permite escribir, querer más a mi mujer, a mis amigos y a todo lo que llena mis días de una felicidad remanente que me impulsa a ser mejor persona.

No concibo la vida sin el afecto, sin el calor de una mirada... ni sin el respeto, la lealtad, la confianza, la sinceridad y la humildad. No quiero dejar que mi vida se impregne por el orgullo que sólo destruye vínculos, ni por la insensatez, ni por el odio. No quiero hundirme en un pozo por olvidarme de lo que es importante, ni descuidar mis relaciones por sucumbir al egoísmo.

Qué sería de mis recuerdos sin los abrazos afectuosos que me han dado mis amigos, sin los momentos que he vivido con ellos, sin la ternura y la comprensión de mi mujer y sin lo que he podido sentir a solas cerca de una ventana.

Pido a la vida que me de fuerzas para nunca caerme sin levantarme, para nunca dar un paso atrás. Pido oportunidades para ser valiente, para enfrentarme a mis miedos, para valorar lo que tengo. Pido fortaleza para soportar los malos momentos sin huir por la vía de escape más fácil. Pido inteligencia para saber adaptarme a los cambios y así saber guiarme tomando decisiones correctas en cada instante. Pido equivocarme a menudo, para así poder aprender de mis errores.

Pido que no me falte nunca el amor, que no me falte hasta el final de mis días. Que cuando yo muera, el viento se lleve mi olor y la tierra mi cuerpo, pero que nunca desaparezcan mis huellas, símbolo de mi esfuerzo y mi perseverancia, símbolo de lo que ansié ser durante la vida y por mucho que intentaba... sólo llegué a ser un aprendiz de la pasión.

Un abrazo.