viernes, 21 de agosto de 2009

La noche



Eran las doce de la noche y la oscuridad llenaba la calle. Los reflejos de las farolas eran las únicas luces sobre el suelo mojado.

Subieron corriendo por las escaleras hasta su apartamento, juntos, apenas sin luz. Las manos temblaban y las llaves eran incapaces de entrar en la cerradura. Cayeron hasta el suelo y su sonido estremeció el edificio. Sus manos no pudieron sino agarrarse al marco de la puerta arañando la madera antigua. Sus dientes mordían su labio y el frío desaparecía al sentirle en su espalda.

El silencio abrumador de la escalera tensaba el ambiente y el sonido de sus respiraciones se perdía por la ventana del descansillo con la noche de fondo como único testigo.

Su bolso cayó de golpe al suelo, la barandilla fue la única salida al temblor de sus manos. No pudo saber cómo su abrigo acabó en el suelo, pero abrió sus piernas y perdió sus pensamientos. Sintió el vapor de su boca pasar entre ellas y condensó de inmediato en el aire. Su mano agarrada ya a la puerta de hierro del ascensor parisino no sabía tenerse.

Estremecida, se giró y tiró de su pelo hasta ponerlo de pie. Entonces le vió los ojos y su iris verde se clavó en sus pupilas iluminado por la luz. El tacto de su pelo negro y largo se perdía en la piel de sus dedos. Mas no hubo tiempo para imaginar, las dos sombras se precipitaron contra la puerta golpeando la fría madera. Él con ella levantada, sus bocas abiertas y el vapor aún tiritando en el aire.

Su mano cogió la llave. Sus dedos temblorosos consiguieron deslizarla hasta dentro y hacerla girar.

Sólo quedaba entrar y cerrar la puerta.

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Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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