jueves, 19 de noviembre de 2009

La hora de partir



Faltaban cinco minutos para que el tren de las nueve saliese. Yo disfrutaba como todas las tardes de mi media hora de lectura en la estación, sentado en el mismo banco y escondido bajo mi abrigo inglés, la marquesina me salvaguardaba. Hacía un poco de frío y las luces brillaban con fuerza entre el humo caliente de la locomotora. Lancashire entero subía a sus vagones para volver a casa, ya de noche.

Para desgracia de los pasajeros comenzaba a llover, muy típico por estas zonas, y eran pocos curiosamente los que traían paraguas. Aceleraban su ritmo de subida progresivamente ante la lluvia cada vez más intensa. Menos una joven.

Parecía triste. Su pelo castaño ondulado parecía cada vez más alisarse bajo el agua. Su tez blanca relucía entre las luces azules. Miraba con tristeza al vagón aferrándose a su abrigo, soportando dignamente el chaparrón que estaba cayendo. A mis ojos sentí que no quería subirse a ese tren.

La joven miró hacia el fondo del andén. Unos ojos dulces y dorados me cautivaron. Jamás ví una mujer tan bella. Pude sentir su dolor y de repente, comenzó a llorar. Hasta su llanto era hermoso, sus pupilas parecía oro líquido.

Giró su cabeza hacia su hombro, miró al suelo y arrancó a andar hacia el vagón. Sus guantes se agarraron firmemente al pasamanos y cuando se disponía a subir una carta cayó al suelo desde su bolsillo. La locomotora retumbaba con un enorme estallido de vapor.

'Señorita! su carta!' grité.

Entonces me miró con la boca abierta. Sus ojos estaban empañados en lágrimas y pude ver cómo se giraba lentamente. No era a mí al que miraba. Su cabeza giró aún más. Una figura apareció corriendo desde el fondo del andén camuflándose entre el humo y la lluvia. Era un hombre con un traje largo, alto, corriendo con una firmeza increíble y una seguridad magnífica. Aquel instante pareció detenerse en el tiempo.

La joven tiró su bolso y su cuerpo quedó paralizado. Acto seguido, echó a correr hacia él absorta en su propio llanto. La lluvia era intensísima. Las figuras de él y de ella parecían sombras acercándose entre las luces de la estación. El encontronazo fue increíblemente romántico y apasionado. Ambos se fundieron en medio del humo y de la lluvia en un beso eterno mientras él la alzaba en el aire con una facilidad abrumadora. Sus bocas se deboraban la una a la otra y su manos se agarraban a la espalda con la miserable necesidad de amarse aún más.

El tren arrancó, el sonido fue atronador. No podía dejar de mirarles. Ni la lluvia ni el humo impidió que se amaran de esa manera. Sus figuras se perdieron finalmente entre un conjunto de luces azules, vapor de agua y el sonido de un tren que no estaba dispuesto a esperarles.

El reloj marcaba las nueve en punto de una noche de jueves, 19 de noviembre, de 1932.

Quedé inmóvil y ví la carta mojándose en el suelo. Me levanté rápidamente para cogerla. No pude evitar leer las pocas palabras que contenían.

'Te amaré por siempre,
a pesar de la distancia,
a pesar del tiempo
y a pesar del dolor.'

Entonces miré al andén. Habían desaparecido. Y la lluvia también.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado! Nada mejor que leer esto para empezar el fin de semana con buen pie :)

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  2. Qué cinematográfico mi niño!!! cómo se nota la mirada acotando el espacio tras el visor de tu cámara mental.Y no solo eso, la veracidad que imprimes al momento emocional es fascinante!!

    mehancantao!!!, jajaja

    Un besote y buen finde. Espero que disfrutes del vinito y la cena, y que le des el gustazo a tu chica de llevarla a ver la peli. Esta mañana he leido una horrible crítica y unos datos sobre taquilla en dos días que lleva en cartel que me han puesto los pelos de punta pero, está claro
    " es el romance"

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Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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Fotografo de bodas