jueves, 3 de diciembre de 2009

Femme Fatale II



Aún no se conocían. Sus nombres apenas importaban. La agudeza del deseo desató una adrenalina por lo desconocido que fluyó demoledora por su sangre. El sentir la violencia de la excitación en sus pieles les desbordaba por completo. Su pecho se desataba, los latidos casi podían sentirse. Desnudos ya nada importaba, ni sus vidas, ni qué eran, nada. Sólo el instante, el exceso, lo prohibido.

Por fin ella sintió sus manos agarrar el contorno de su cuerpo desnudo. Para él, el tacto de las costillas le proporcionaba una sensación de poder adictiva tan sólo superable por el de sus caderas.

Sentados en el sofá, el cuerpo de ella fue cayendo lentamente, ingrávido, mientras su pecho tomaba aire hasta llenarse y una descarga nerviosa subía por su espalda erizando cada mílimetro de piel. Iba sintiéndose poco a poco completa, llena, y su boca lo demostraba. Ralentizaba el momento suavemente sintiendo poco a poco la increíble excitación que recorría su cuerpo desde el empiece hasta el final. Se sumergía en los segundos. Conforme la gravedad iba atrapándola su torso se arqueaba y sus manos buscaban su pelo, sus hombros, sus brazos. Se sumergía en el disfrute de la fricción suave y húmeda como recreándose ante los ojos de él. La sensación era tan intensa que acabó desplomándose de golpe con un desenfrenado gesto de placer, agarrándose el cabello. Sus ojos se abrieron de repente, como volviendo a la realidad. Sus axilas quedaban al aire, su cuerpo al descubierto, su mente en blanco. Finalmente quedaron perfectamente unidos.

Las sombras proyectadas en la pared parecían cada vez moverse con más viveza. Una increíble tormenta les acompañaba desde la calle. Los truenos se repetían, los gemidos aumentaban, el aire comenzaba a escasear.

Él la levantó con una extraordinaria firmeza y seguridad. Desnudos, en medio de la noche, salieron juntos al balcón. Sus cuerpos quedaron instantáneamente empapados. Ella no podía hacer más que agarrarse con sus manos a la barandilla mojada.

Sus bocas saboreaban las gotas que deslizaban por sus ojos, por su rostro, por sus labios. Ella descifraba el sabor de sus dedos con su lengua, con sus dientes. Él, agarraba desde atrás su cuerpo, su pelo, mientras ella dedicaba frases que enloquecían su anatomía. Sabía exactamente qué decir, qué hacer, cómo moverse. Atormentaban con sus ojos, agredían con su mirada, seducían con su cuerpo y lastimaban con su voz. Nunca antes sintieron tanta compenetración, tanta excitación, tanta agresividad.

Y así pasó el tiempo, en un balcón, en una noche olvidada, lejos ya de recordar quién eran, dónde estaban y por qué se habían conocido.

1 comentario:

  1. Muy buena esta segunda parte!
    Qué tal el inicio de las vacaciones? Imagino que genial, verdad? ;)

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Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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