miércoles, 22 de diciembre de 2010

Liberada I



Lo primero en lo que me fijo siempre es en las manos y las suyas eran grandes, definidas y fuertes, más animales que las de cualquier otro. Me agarraron por detrás como si no les importase, moviendo todo mi vestido allá donde iban, metiendo su dedo en mi boca, aferrándose a mis muslos, haciéndome sentir joven y deshinibida. Con él no tenía miedo, ni condicionantes. Supongo que era su atrevimiento desmedido, su falta de juicios ni de pudor, su ausencia radical de sentimientos femeninos. Era viril y tremendamente primitivo conmigo, pero a la vez increíblemente pasional y sensual en sus caricias, en su mirada, era romántico... Era un todo que me apetecía desde sus labios hasta su lengua, desde su pecho hasta la violencia de su empuje, salvaje y erótico, como un caballo o cualquier otro animal, ya sabes.

No era especialmente guapo, pero sí sumamente atractivo, con una mirada penetrante y un cuerpo perfilado de tinte de piel perfecto, bello exacto y un olor tan intenso y agradable como estimulante. Allá donde sus manos posaban mi corazón latía tan fuerte que sentía cada poro de su torso en mi espalda, y mis piernas tenían que juntarse, mi cuerpo agacharse y mis pechos erguirse. Era el todo, el conjunto, la atmósfera que conseguía crearme, lo que conseguía de mí. Con él disfruté en espejos, agarrada por él como un juguete. Sus brazos me llevaban siempre a la posición correcta, me balanceaban sin apenas esfuerzo, conseguía llenar de excitación un pecho que se salía de sí, unos ojos que no sabían tenerse quietos...

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Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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Fotografo de bodas