lunes, 14 de junio de 2010

Vivir o morir




Hace tiempo hablaba con un compañero mío de trabajo y me decía que primero nacemos, luego vamos a la escuela y somos jóvenes, luego estudiamos en la universidad, luego toca entrar en un trabajo, luego encontrar pareja, luego casarse, posteriormente tener hijos y luego nos toca morirnos. Aseguraba que según iban pasando esas etapas teníamos que asumir que dejábamos de ser estudiantes para ser trabajadores, dejábamos de ser solteros para estar casados, dejábamos de ser personas sin hijos para ser padres y pasábamos finalmente a trabajar por el resto de nuestra vida en el trabajo y en nosotros mismos para finalmente morirnos. Con lo cual, me animaba a meterme prisa por encontrar mi sitio puesto que, dado que ya estaba casado, me quedaba tener hijos y finalmente hacer lo que tuviese que hacer con mi vida pues lo que me quedaba era morir.

Todo esto me desconcertó un poco e instantáneamente vinieron a mí varias historias de personas que conocía, casi todas de mi edad. Una de ellas, se encontraba frustrada por no encontrar todavía su camino mientras veía a las personas avanzar a su alrededor. Por mucho que estudiaba y se sacrificaba no alcanzaba a conseguir aquel puesto laboral con las características idóneas para ella. Simplemente, estaba cansada de escuchar una negativa tras otra, pese a ser una persona increíblemente válida. "No eres la persona adecuada para este puesto de trabajo, lo sentimos". Y con ella debía de convivir. Sin embargo, seguía luchando. ¿Su vida personal? Bueno, primero tenía que amueblar otras regiones de su interior antes de pasar a la siguiente fase. ¿Por qué siempre aplazamos lo importante por dinero y estabilidad profesional? Es horrible.

Otra, brillaba con luz propia, navegaba de lugar en lugar con una trayectoria de momento brillante. Ilusionada por su trabajo, día a día mostraba un esfuerzo increíble por desarrollarse internamente y encontrar su sitio haciendo aquello que le entusiasmaba. En paralelo, intentaba alcanzar pequeños objetivos en lo personal aunque de momento, sin muchos éxitos. No todo había sido un camino de rosas, las cosas no habían sido siempre fáciles para ella, sin embargo, mostraba un coraje y una fuerza única, eran muchos los que pensaban en ella como un referente.

Pensé también en otra persona con menos suerte. Una persona que se había quedado rezagada en el camino, buena persona eso sí, pero que aún seguía peleando mientras otros le sobrepasaban en velocidad. Su reto pasaba a convertirse en aprender de lo sucedido, aceptar el presente y seguir peleando por sobrevivir. Sin pareja, con sucesos que en el pasado pasan a día de hoy factura, sin carrera y sin demasiada ilusión, cargaba con las alforjas de la vida a las espaldas, resignado a las puertas cerradas que pasaban a su lado.

A mis ojos llegó también la historia de una persona muy especial para mí, una persona que ya desde muy joven se enroló en una carrera que tuvo que abandonar para meterse en otra que cuadraba más con sus expectativas. Sin embargo, una vez salió de ella, encontró a sus compañeros de su misma edad ya colocados en buenas empresas mientras ella misteriosamente sólo encontraba trabajos con salarios iguales a otros que no requerían cualificación. ¿Cuál era el sentido pues para ella de haber hecho una carrera? ¿Aquellos años habían sido aprovechados o desaprovechados? Inevitablemente su idea vigente es la de que aquellos años, sin duda, no sirvieron para nada. Ya a día de hoy, su frustración reside en la triste realidad de que aquello que más le motivaría hacer no da dinero y por tanto no le permitiría salir adelante y por tanto debe resignarse a seguir trabajando en un puesto laboral el cual prácticamente no tiene progresión salarial y para el que no existen muchas oportunidades.

Entonces me comencé a preguntar, ¿qué quiero de mi vida? ¿realmente lo que estoy haciendo es lo que quiero hacer con ella? Y lo más importante, en caso negativo, ¿puedo afrontar esta transición hacia lo que quiero hacer con ella?

Pienso que no todas las personas están haciendo con su vida lo que realmente les gustaría hacer con ella. Muchas personas viven gracias a una inercia económica y social que les impide realizarse como personas. No es justo.

Por ejemplo, mi mujer es claramente una artista, sin embargo le cuesta dar el paso a dedicarse a lo que realmente le apasiona pues está ligada a una serie de presiones económico-sociales, algo muy común en el resto de las personas. Hace poco, compramos un bellísimo cuadro para casa, era un cuadro inmenso, pero venía sin marco. Yo le dije, hay que enmarcar el cuadro. Y ella, que le apasiona todo lo relacionado con las manualidades me dijo, yo lo enmarcaré. A lo que yo respondí impulsivamente, no, deja, prefiero gastarme el dinero en un lugar que lo sepan hacer bien y así tener la certeza de que un cuadro tan caro no sea dañado.

Al poco tiempo descubrí que estaba equivocado, tremendamente equivocado. Llegué a casa y le dije, ánimo, enmarca el cuadro, hazlo tú. De igual manera, le animé a pintar todos aquellos cuadros que quería pintar y que durante tantísimo tiempo le pedí no lo hiciera para comprar otros de pintores profesionales, pues según mi opinión quedarían mejor en casa expuestos. Sin embargo, cuál fue mi sorpresa al ver cómo, durante el breve período que ella estaba enmarcando aquel cuadro tan caro, ella era feliz. Volvía de aquel trabajo en el que la presionaban y exprimían con ilusión a casa, con la única ilusión de continuar con el proceso de enmarcado. Compró los perfiles, las herramientas y montó en el salón un pequeño taller. No sólo hizo esto, sino que en la pared colocó dos apliques que le daban luz, perfectamente colocados a ambos lados y que iluminaban la escalera con una bellísima luz cálida. Ahora, cuando llega la gente, lo primero que ven es el cuadro y lo perfectamente bien que queda en la escalera.

Es decir, las personas necesitan hacer aquello que realmente aman y necesitan seguir haciéndolo para ser felices. Da igual el qué sea, pero cuando se ama algo, irremediablemente saldrá bien. Sólo entonces todas las demás frustraciones acaban licuándose, pues pierden importancia al lado de aquello que les da vida.

¿Era pues entonces aquel orden que me contaba aquella persona el correcto? ¿O más bien nos teníamos que plantear la vida como una continua búsqueda sin un orden establecido y más bien como un proceso orgánico?

Aquellos que viven sometidos a las normas y al sistema tienen la presión de las etapas que les marca el propio sistema, una vez se agota una, no hay vuelta atrás. Sin embargo, quien plantea su vida con libertad disfruta de sus días como una experiencia vital irrepetible, sin preocupación alguna por si se repetirá o no, simplemente no plantea su vida por etapas cerradas, sino por etapas abiertas, en las cuales la persona fluye acorde a su voz interior. Sólo entonces las etapas van solapándose de manera degradada y las frustraciones se reducen, calmando así la barrera existencial.

Cada persona pues tiene un ritmo vital y no debemos reducir nuestra visión hasta el punto que nos impone la sociedad. No por ir a distinto ritmo o estar embarcados en unas circunstancias distintas a otras personas tenemos menos posibilidades para ser felices o para optar a aquello que nos da vida. La sociedad nos constriñe económicamente y edifica barreras que nos dificulta nuestra propia expansión y realización pero somos nosotros los dueños de nuestra propia vida. Las empresas, los medios de comunicación, la publicidad, nos hacen creer que a día de hoy, tal es la competitividad que alguien que va más rápido en lo profesional que nosotros nos lleva ventaja y por tanto tiene más puertas abiertas, algo completamente falso. La sociedad quiere que consumamos, que paguemos nuestra casa y nuestras facturas. No quiere que seamos felices. Sencillamente, no le importa.

No obstante, el proceso de transición desde lo que nos imponen hacia lo que realmente queremos muchas veces no es gratuito. Y es una elección personal. Todos podemos hacerlo. Pero hemos de ser conscientes del esfuerzo que implica y de que podremos equivocarnos. Ahora bien, en qué cabeza cabe progresar sin equivocarse.

En nuestra mano está el corregir aquellos errores del pasado que nos condicionan en nuestro vivir, que nos impiden expandirnos como personas y autorealizarnos día a día. El aceptar nuestras circunstancias, identificar los puntos a cambiar y el trabajar por ser felices, sólo depende de nosotros.

5 comentarios:

  1. ME SIENTO MUY IDENTIFICADA EN ESTE MOMENTO CON LO Q ESCRIBES. YO AHORA MISMO ESTOY, A MIS 35 AÑOS, EN UNA DE MIS ETAPAS DE CAMBIO Y DE REINVENCIÓN MÁS ALUCINANTE NO SÓLO EN LO LABORAL SINO TB EN LO PERSONAL. BSTOS DANIEL!!!

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  2. En qué cabeza cabe progresar sin equivocarse...buena reflexión.
    A veces se nos olvida, olvidarnos de las normas y el puñetero sistema,¿ por qué hay que casarse?, ¿por qué hay que tener hijos?, por qué hay que ser perfecto y tener el mejor trabajo? y hacer lo que hace todo el mundo, eso es lo correcto?. A veces, nos olvidamos de escuchar nuestro interior, se nos olvida y la vida hay que vivirla feliz, haciendo lo que uno realmente quiere y siente en la medida de lo posible.

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  3. Haz el favor y deja a Vero enmarcar todos los cuadros que quiera! Faltaría más!
    Realmente tienes razón en lo que dices. La gente debería dedicarse a lo que realmente le apasiona. De lo que se trata es de ser feliz en el día a día y para eso hace falta estar a gusto en nuestro ambiente cotidiano. No es fácil, pero tampoco imposible... ;)

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  4. Pues a ver si has aprendido la lección y te olvidas de esa parte de mochila que llevas contigo que condiciona algunas de tus acciones. Deja a tu mujer que disfrute y se realice haciendo lo que le gusta. Es cierto que cada uno tenemos nuestro ritmo, por eso hay que respetar el de los demás.
    Un besote para tí y otro para Vero.

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  5. Tienes un premio en mi cocina. Lo recoges cuando quieras. Mua!

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Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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Fotografo de bodas