Alarga el ciprés su sombra
oliendo a tierra mojada,
campos verdes y prósperos
teñidos de un negro infinito.
El viento agita los pastos dormidos,
dejando el grano en el suelo,
sin pedir perdón.
Marmóreo apóstol del fin...
Y el sol, como voz de saeta,
cae desnudo a lo lejos a manos del hombre,
derramando su sangre en el cielo,
clamando misericordia.
Triste pero bonita Saeta. Un saludo
ResponderEliminarHas leído La sombra del ciprés es alargada? No sé por qué me lo acaba de recordar. Creo que te gustaría... :)
ResponderEliminarAnda Dani, escribe algo, que se me hacen muy largas las jornadas de estudio...
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