martes, 28 de septiembre de 2010
Una saeta en la tarde
Alarga el ciprés su sombra
oliendo a tierra mojada,
campos verdes y prósperos
teñidos de un negro infinito.
El viento agita los pastos dormidos,
dejando el grano en el suelo,
sin pedir perdón.
Marmóreo apóstol del fin...
Y el sol, como voz de saeta,
cae desnudo a lo lejos a manos del hombre,
derramando su sangre en el cielo,
clamando misericordia.
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Triste pero bonita Saeta. Un saludo
ResponderEliminarHas leído La sombra del ciprés es alargada? No sé por qué me lo acaba de recordar. Creo que te gustaría... :)
ResponderEliminarAnda Dani, escribe algo, que se me hacen muy largas las jornadas de estudio...
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