lunes, 14 de junio de 2010

Comenzar a nacer a los treinta




Os voy a contar algunos pensamientos que han estado en mi cabeza a lo largo de esta última semana y que pienso pueden ser de bastante utilidad a mucha gente. Va acerca de la vida, acerca de nosotros, acerca de cómo vivimos y cómo disfrutamos de las cosas.

Últimamente me he sentido aniquilado por la vida, por la cultura, por las costumbres y por cómo otros han decidido que yo viviese. Cuántos de nosotros, a una cierta edad, sentimos que realmente no sobresalimos en algo y que nuestra vida está regida por la mediocridad mientras otros son impulsados por un extraordinario talento vocacional que no consiguen dominar. Esto, que tan simple parece, domina los días de muchas personas. Las personas buscan continuamente su voz interior porque son incapaces de encontrar su lugar. ¿Gente que no sabe lo que quiere? ¿Gente que no es capaz de descubrir para qué ha nacido? ¿Gente que siente no sirve para nada? No, gente manipulada y encerrada en un sistema que no estimula ni potencia la valía personal del individuo.

No tenemos la culpa de sentirnos poco realizados ni de no encontrar aquello para lo cual hemos nacido. No tenemos la culpa de no ver la salida a nuestras pasiones. No somos nosotros, es la sociedad la que nos limita, la que nos condiciona y la que, al margen de nuestra opinión, tira por los suelos lo que nosotros querríamos ser por lo que ellos quieren que seamos para la sociedad.

¿Cómo puede ocurrir que una persona que tenga vocación artística vea reducidos sus sueños a un mero hobbie? ¿Cómo podemos admitir que las personas vivan con la frustración de lo que quisieran ser pero no pueden por vivir esclavizados a un sistema que les convierte en esclavos del dinero, de las deudas y de unos cánones?

No todas las personas son iguales y por tanto no todas las personas deben de seguir el mismo estándar educativo y por supuesto su evolución, camino y ritmo no deben de ser el mismo que el de otros. La cultura hoy en día es más una barrera que un impulsor. Hemos convertido el modelo educativo-cultural en un freno para la persona. Hoy la coherencia profesional es vital. Un niño que "decide" con dieciséis años lo que debe de ser en el futuro, debe de asumir tal peso con coherencia a lo largo de su vida. No es de extrañar el ver a personas con treinta y pico años sentadas en una entrevista de trabajo intentando explicar la incoherencia de su currículum. Un buen ingeniero debe de haber pasado por todas las fases siempre dentro del mismo sector. No vale el haber estudiado ingeniería naval por decisión paterna y más tarde haberse dado cuenta de lo que tuyo eran las finanzas: no es coherente. ¿Cuál es el resultado? Personas frustradas, insatisfechas y con una visión de su vida a futuro arruinada y sin perspectivas.

No podemos permitir que una persona no vea futuro a su vida profesional si a una cierta edad asume que lo andado hasta la fecha no corresponde con su verdadera vocación o voz interior. No podemos permitir por supuesto tampoco que las personas lleguen a esos extremos. ¿Cuál es el error? ¿Qué hemos hecho mal?

No estimulamos las aptitudes de las personas. No toleramos determinado tipo de decisiones porque, desde nuestro punto de vista paterno, no tienen futuro. ¿Futuro para él o para el sistema?

Los paradigmas de años atrás condicionan nuestro avance y la resolución de problemas y situaciones nuevas que no deben de ser resueltas acorde a los modelos anteriores, sino a otros nuevos con distinto planteamiento. Los niños de hoy no son los de antes, la sociedad de hoy no es la de antes y por tanto, no es lógico actualizar el sistema operativo de la educación, sino crear uno nuevo. Debemos adaptar el modelo educacional a las nuevas circunstancias. Permitir a la juventud seguir su propio camino.

Sigo sin entender que haya edades para algo. No entiendo que a los dieciséis se deba decidir el futuro de alguien. No entiendo que a los dieciocho debamos de examinarnos para poder optar a la carrera que siempre hemos querido. Muchas personas no han sabido nunca con mejor claridad lo que querían ser hasta los veintiuno o hasta los treinta. Cuántas personas han dejado su carrera por emprender otra nueva por no estar conformes con lo estudiado. No es culpa de ellos, es culpa del modelo que les han impuesto seguir. Así, un chico que a los veintisiete termina una carrera no tiene la misma aceptación que uno que la termina a los veintidós. Ya no puede optar a determinado tipo de empresas porque su departamento de recursos humanos no les acepta, directamente les rechaza en la preselección. Hay que ir a un determinado ritmo, cumplir con determinado tipo de normas, fechas y reglas. De no ser así, estamos expulsados del terreno de juego. He ahí la triste realidad social y he ahí el motivo de frustración de muchas personas.

Tenemos prefijada la vida y las personas compiten en una competición de reglas previamente establecidas. Son pocos los que desde muy temprano ven su vocación con claridad. Y aquellos que no lo consiguen, de no ir al mismo ritmo quedan rezagados en el camino y se les va cerrando puertas.

Hoy más que nunca es importante hablar con las personas, dejarles avanzar hacia aquello que más casa con su forma de ser, dejarles evolucionar. Una persona no puede trabajar ocho horas en un trabajo que no le satisface pero que le da de comer y le permite mantener una hipoteca a cincuenta años así como a sus dos hijos y desahogarse al llegar a casa y ponerse a pintar cuadros porque esa es su verdadera vocación y, por desgracia, no da dinero. Es irracional.

Es lamentable que existan trabajos para vivir y trabajos para autorealizarse. Es lamentable que para muchas personas su forma de autorealizarse no sea lucrativa y deban de compaginar dos trabajos con el único fin de sobrevivir, a la sociedad, al banco y a ellos mismos.

Es patético que el sistema educativo trate a las personas siguiendo patrones y en base a tal decidan otros por nosotros lo que debemos ser sin importar si estamos preparados para decidirlo o no.

De esta manera estamos creando personas mentalmente inestables, personas absortas en una rutina económica y familiar, personas que trabajan para pagar sus deudas y que, a una cierta edad, sienten no valen para nada definido.

Por tanto, existe un malestar latente en la población, malestar que intentan ignorar a base de tópicos, resignándose a la vida como una esclavitud y focalizando sus fuerzas en fines como ser feliz a través de otros, como por ejemplo sus hijos. Son personas que, internamente, sienten ser incapaces -y he aquí la triste palabra- ya, de alcanzar sus sueños, de alcanzar una autorealización personal por estar abocados a responsabilidades de las cuales no ven escapatoria.

¿Qué separa lo que nosotros ansiamos ser de lo que la sociedad quiere que seamos?

2 comentarios:

  1. Yo creo que nunca tuve una vocación clara. Hice Derecho por descarte, porque no quería pelearme con números. Y creo que acerté, pero también conozco gente que eligió mal y ahí están, peleando con unos estudios o un trabajo que no es lo que soñaban... Es complicado, porque también están los que no tienen los pies en la tierra y se ponen a imaginar un tipo de vida que no es viable...

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  2. Qué separa lo que nosotros ansiamos ser de lo que la sociedad quiere que seamos?
    El dinero y las obligaciones nos hacen esclavos, ojalá pudiéramos vivir libremente, y hacer en cada momento lo que nos apetezca, sin ser más que nadie y sin tener más que nadie. simplemente ser feliz con uno mismo.

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Fotografos de Bodas - Daniel Colleman

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